Los desechos de plástico occidentales ya no son bienvenidos en Asia

Por Mike Ives

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TELOK GONG, Malasia — Los sedanes negros con placas del gobierno, con las sirenas prendidas, iban a toda velocidad por un pueblo cercano al principal puerto marítimo de Malasia camino a los tiraderos.

El operativo policial en el pueblo de Telok Gong, en los primeros días de junio, fue uno de varios esfuerzos recientes para cerrar los tiraderos que operan sin permiso en territorio malasio y que contienen residuos plásticos importados de Estados Unidos y otros países del hemisferio occidental.

"Todos saben que esos basureros son ilegales", dijo Modh Faiz Tamsir, un carnicero que tiene un puesto en un estacionamiento sobre la vía principal de Telok Gong. "No nos gustan", agregó.

Después de que China, que alguna vez fue el principal vertedero del mundo, impuso restricciones de manera abrupta a la "basura extranjera" a finales de 2017, los países del sureste asiático comenzaron a recibir el desperdicio plástico de países de Occidente.

En cuestión de meses, Malasia había remplazado a China como el mayor importador de desperdicios plásticos. Sin embargo, este país y otros en la región pronto vieron en esos desechos una pesadilla ambiental, y creció el rechazo a importarlos. Con apoyo público, algunos grupos de activistas han exhortado a los funcionarios a prohibir de manera permanente la importación de desechos plásticos.

No obstante, en un momento en el que el mundo está inundado de residuos de ese material, a algunos expertos les preocupa que las medidas en contra la importación terminen por bloquear el flujo de materias primas a los recicladores y manufactureros legales del sureste asiático y así aumenten las posibilidades de que los desechos plásticos acaben en ríos, océanos y sitios de quema ilegal.

Al imponer prohibiciones totales a los desechos importados "se corre el riesgo potencial de dañar el negocio de los recicladores buenos", dijo Kakuko Nagatani-Yoshida, coordinadora de Químicos y Desechos en la región de Asia Pacífico del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente.

"Cuando esas personas pierden una oportunidad de negocio, en el futuro tienen menos opciones para la gestión de desperdicios", agregó. "Y no creo que ningún gobierno deba tener menos opciones; siempre se necesitan más".

Las abruptas restricciones a los desechos que impuso China en 2017 fueron en respuesta a la contaminación acumulada durante años debido a tiraderos y sitios con reciclaje de baja calidad. Las restricciones causaron ansiedad entre una enorme cadena de suministro que incluye a empresas de gestión de desperdicios y recicladores municipales en Estados Unidos y otras economías con mayor desarrollo.

"Los países exportadores no estaban preparados", comentó Yuyun Ismawati, cofundadora del grupo ambiental de Indonesia BaliFokus. "Se dieron cuenta de que habían subestimado la seriedad de China".

Más o menos al mismo tiempo, los basureros sin licencia, muchos de los cuales son propiedad de inversionistas de la China continental, comenzaron a aparecer en los callejones de Telok Gong y otros pueblos cercanos a los puertos del sureste asiático.

"Simplemente aparecieron de la nada hace dos años", dijo Soh Ah Boon, el propietario malasio de un basurero que se encuentra a unos 20 kilómetros en auto desde Telok Gong y que recoge material de fuentes locales.

Para marzo de 2018, el momento crítico del aumento repentino de los basureros, Malasia estaba importando cerca de 139.000 toneladas de desechos plásticos al mes, en comparación con las 22.000 toneladas que se importaban un año antes durante el mismo periodo, según datos oficiales de comercio analizados por Khor Yu Leng, economista de Singapur que estudia las materias primas del sureste asiático. Estados Unidos era la fuente principal, seguido de Japón, el Reino Unido y Alemania, explicó la economista.

A medida que las importaciones de plástico aumentaban en el sur de Asia, la contaminación se hizo más evidente, por lo general en forma de ríos atascados de basura o por el humo de diversos sitios de incineración, según los grupos ambientalistas. La oposición local también aumentó.

"¿A quién le gustaría que fueran a su barrio y lo dejaran hecho un asco?", destacó Soh desde su basurero, mientras fumaba un cigarrillo.

En respuesta, los gobiernos del sureste asiático emitieron restricciones a la importación de desperdicios en varias formas, tamaños y duraciones. Por ejemplo, Tailandia impuso una prohibición indefinida a los desechos electrónicos a mediados del año pasado, mientras que Vietnam dejó de emitir licencias de importación de desechos y prometió dejar de importar desechos plásticos para 2025. En Filipinas, los funcionarios regresaron a finales de mayo un cargamento de basura enviado por Canadá hace varios años y prometieron enviar otro de regreso a Hong Kong.

Sin embargo, las actuales medidas contra los desechos no han hecho distinciones claras entre la basura realmente peligrosa y otros tipos de plástico que pueden reciclarse de manera segura en repetidas ocasiones, dijo Douglas Woodring, fundador de Ocean Recovery Alliance, una organización sin fines de lucro con sede en California y en Hong Kong que combate la contaminación por plásticos.

"Están categorizando esto como una sustancia peligrosa, cosa que no es si se procesa de la manera correcta", dijo Woodring. "Es como cualquier otra materia prima, como el cobre, el acero, el metal, la madera y el papel".

Algunos recicladores ya están sintiendo los efectos de las restricciones. Por ejemplo, en mayo, funcionarios de Filipinas se negaron a emitir permisos de importación para un cargamento de combustible derivado de desperdicios plásticos producido en Australia y usado en la producción de cemento, según muestra la documentación de aduanas.

En un informe en el que se explica la decisión, un funcionario de aduanas de Filipinas mencionó que la solicitud de importación fue rechazada en parte debido a "controversias presentes y pasadas sobre la importación de desperdicios".

Pavel Cech, director ejecutivo de ResourceCo Asia, sucursal del sureste asiático de una empresa australiana que produce el combustible, dijo que entre 100 y 150 contenedores de transporte de dicho combustible no llegarían a los hornos cementeros en Malasia y Filipinas este junio debido a las controversias en la aduana. Agregó que las cementeras que usan el combustible en sus hornos ahora tendrían que quemar carbón.

Cech afirmó que estaba negociando su caso con los funcionarios, pero que no esperaba que los gobiernos de la región aclararan sus políticas relacionadas con el plástico en breve.

"En todo el sureste asiático, los políticos y el populismo están por encima de la estrategia tecnocrática", concluyó.

Muktita Suhartono colaboró con el reportaje desde Bangkok y Jason Gutierrez lo hizo desde Bahía Subic, en Filipinas.

* Copyright: 2019 The New York Times News Service