COVID-19: cuáles son los aprendizajes que dejó a la sociedad un año de pandemia

De subestimar al virus y pensar que se trataba de una simple gripe a colocar la esperanza en las campañas de vacunación, en los últimos 12 meses el mundo aprendió a lidiar con los desafíos que trajo la expansión del coronavirus. La participación activa de la población como elemento crucial en las medidas de prevención

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En un año aprendimos a lidiar con el coronavirus a partir del aprendizaje colectivo (Shutterstock)
En un año aprendimos a lidiar con el coronavirus a partir del aprendizaje colectivo (Shutterstock)

Pasó más un año desde el día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que un nuevo coronavirus de rápida propagación había causado una pandemia. “La OMS ha estado evaluando este brote las 24 horas del día, y estamos profundamente preocupados tanto por los alarmantes niveles de propagación y gravedad, como por los alarmantes niveles de inacción”, dijo el director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, a los periodistas en la rueda de prensa que se dio para el mundo. “Por lo tanto, hemos evaluado que el COVID-19 se puede caracterizar como una pandemia”, agregó. “Hemos hecho sonar la campana de alarma alto y claro”.

En ese momento, el planeta conocía el COVID-19 desde hacía poco más de dos meses. En el continente americano podíamos verlo venir, pero aún no habíamos sentido su impacto total en nuestra vida cotidiana.

Habíamos visto con horror y temor cómo China y otros países asiáticos lidiaban con sus brotes. Para el 11 de marzo, Wuhan, la ciudad en la que surgió el virus por primera vez, ya estaba a más de la mitad de su cierre de casi tres meses. Los pasajeros en cuarentena a bordo del crucero Diamond Princess habían sido liberados para regresar a casa.

El foco de la pandemia se había desplazado a Europa. Italia acababa de ampliar una cuarentena de sus provincias del norte a todo el país. Imágenes e historias de hospitales abarrotados y pacientes que murieron por falta de equipo médico llegaron a nuestros televisores y teléfonos.

Para el 11 de marzo, Wuhan, la ciudad en la que surgió el virus por primera vez, ya estaba a más de la mitad de su cierre de casi 3 meses (Reuters)
Para el 11 de marzo, Wuhan, la ciudad en la que surgió el virus por primera vez, ya estaba a más de la mitad de su cierre de casi 3 meses (Reuters)

Un hogar de ancianos en Kirkland, en las afueras de Seattle, estaba en medio de un gran brote de COVID-19. Estados Unidos había restringido los viajes desde China y pronto restringiría, también, los viajes desde Europa.

El mismo día que la OMS declaró una pandemia, el entonces presidente de los Estados Unidos Donald Trump dijo: “El virus no tendrá ninguna posibilidad contra nosotros”. Y agregó: “Ninguna nación está más preparada o más resistente que Estados Unidos”.

Sin embargo, ese país lideró en el mundo los casos y muertes por COVID-19. Esas son algunas de las muchas formas en que se subestimó el nuevo coronavirus y lo que han costado esos pasos en falso.

Para marzo de 2020, se escuchaba una voz que indicaba que no había necesidad de entrar en pánico. La gripe era peor que el COVID-19. Para ese mismo momento, la voz unánime indicaba que era bastante más grave.

En marzo, los pasajeros en cuarentena a bordo del crucero Diamond Princess habían sido liberados para regresar a casa (Reuters)
En marzo, los pasajeros en cuarentena a bordo del crucero Diamond Princess habían sido liberados para regresar a casa (Reuters)

Estados Unidos tenía un plan para responder a una pandemia que fue construido alrededor de la gripe. Muy pocas personas en salud pública sospecharon que un coronavirus podría ser una amenaza tan grande durante tanto tiempo.

“Creo que nos hemos centrado mucho en la influenza. Eso es con una buena razón debido al precedente histórico y la capacidad demostrada de ese virus para causar pandemias repetidamente y, por lo tanto, ya sabes, creo que a nosotros, como comunidad, nos sorprendió”, declaró Mark Heise, profesor de genética en la Universidad de Carolina del Norte, que estudia las interacciones entre el huésped y el virus.

Una de las cosas que hace que la influenza sea tan difícil de detener es que las personas comienzan a propagar el virus antes de que muestren síntomas (como el coronavirus). Cuando no sabe que está enfermo, es difícil mantenerse alejado de otras personas.

En el pasado, las enfermedades causadas por coronavirus, como el SARS y el MERS, aunque graves, demostraron ser manejables. Podrían ser controlados.

Distancia social, uso de mascarillas y alcohol en gel, algunas de las medidas de higiene recomendadas para tratar de contener la propagación del COVID-19 (Foto: Franco Fafasuli)
Distancia social, uso de mascarillas y alcohol en gel, algunas de las medidas de higiene recomendadas para tratar de contener la propagación del COVID-19 (Foto: Franco Fafasuli)

Lo que vimos con estas otras infecciones por coronavirus es que las personas no son altamente infecciosas hasta el día 5 o 6 de su enfermedad, y pueden ser identificadas, aisladas y de ese modo realmente detener la transmisión continua del coronavirus”, explicó Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas (CIDRAP) de la Universidad de Minnesota.

Los niños también se infectan

Se reportaron un total de 57.078 casos nuevos en niños en Estados Unidos durante la semana del 12 al 18 de marzo, en comparación con 52.695 de la semana anterior, poniendo fin a una racha de descensos que se remonta a mediados de enero, dijeron la AAP y la CHA en su semanario COVID-19.

También aumentó durante la semana la proporción de todos los casos que ocurrieron en niños. Los más de 57.000 casos representaron el 18,7% del total (304.610) para todas las edades, y esa es la mayor parte de la carga de casos nuevos para toda la pandemia. El máximo anterior, 18.0%, se produjo solo 2 semanas antes, según los datos recopilados de 49 estados (excluyendo Nueva York), el Distrito de Columbia, la ciudad de Nueva York, Puerto Rico y Guam.

Se reportaron un total de 57.078 casos nuevos en niños en Estados Unidos durante la semana del 12 al 18 de marzo, en comparación con 52.695 de la semana anterior (Shutterstock)
Se reportaron un total de 57.078 casos nuevos en niños en Estados Unidos durante la semana del 12 al 18 de marzo, en comparación con 52.695 de la semana anterior (Shutterstock)

En lo que va de toda la pandemia, el número total de casos de COVID-19 en niños supera los 3,34 millones, y eso representa el 13,3% de los contagios entre todas las edades en los Estados Unidos. La tasa acumulada de infección al 18 de marzo era de 4.440 casos por cada 100.000 niños, frente a los 4.364 por cada 100.000 de la semana anterior, dijeron la AAP y la CHA.

A nivel estatal, Vermont pasó la marca del 20% para la proporción de casos de niños y es más alta en esa medida que cualquier otro estado. La tasa más alta de infección (8.763 casos por 100.000) se puede encontrar en Dakota del Norte, según muestran los datos de la AAP y la CHA.

Solo hubo dos nuevas muertes relacionadas con el coronavirus durante la semana del 12 al 18 de marzo después de que Kansas revisó sus datos de mortalidad, lo que elevó el total a 268 en las 46 jurisdicciones (43 estados, la ciudad de Nueva York, Puerto Rico y Guam) que están informando muertes por edad, dijeron la AAP y la CHA.

Una nueva lente para viejas miradas

Lo cierto es que lo que sucede ahora no es tan raro como parece. Las epidemias han estado presentes desde, al menos, el 10.000 AC, cuando los humanos dejaron de ser nómadas cazadores-recolectores y se volvieron sedentarios, agricultores y ganaderos. Desde ese momento, el contacto estrecho y sostenido con animales propició los saltos de agentes infecciosos a los humanos. Y se empezaron a sufrir periódicamente epidemias y pandemias.

Tres epidemias de peste seguidas (430-427 AC) determinaron la guerra del Peloponeso entre griegos y persas, acabando con la Atenas de Pericles. La viruela desencadenó en el año 165 la caída del Imperio Romano. En el siglo XIV, y en apenas seis años (1347-1353), la peste afectó a Eurasia y mató a uno de cada tres europeos. Y solo un siglo más tarde, en 1521, la viruela fue el arma decisiva que permitió a Hernán Cortes vencer al Imperio azteca con poco más de 500 hombres.

Los dos grandes beneficiados sin duda han sido los actores políticos, particularmente China y Rusia, y las grandes compañías farmacéuticas (Shutterstock)
Los dos grandes beneficiados sin duda han sido los actores políticos, particularmente China y Rusia, y las grandes compañías farmacéuticas (Shutterstock)

Puede parecer innecesario recordar esto en 2021. Pero la realidad es que, a pesar de la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones, de la disponibilidad de medicamentos y vacunas y de los avances científicos de los últimos dos siglos, la guerra contra las enfermedades transmisibles sigue abierta, especialmente aquellas con potencial epidémico. Es más, no solo no se ha ganado esta lucha sino que vuelve a comprometer gravemente la salud, la economía, el funcionamiento social y el nivel de desarrollo, a escala global.

Tres son los elementos indisociables del fenómeno epidémico tomando como ejemplo la actual pandemia de COVID-19: sus dimensiones política, social y científico-técnica.

Las miradas política y geoestratégica han determinado las intervenciones de Salud Pública a nivel global. En el caso del COVID-19, los dos grandes beneficiados fueron los actores políticos, particularmente China y Rusia, y las grandes compañías farmacéuticas.

“Los primeros han hallado un potente mecanismo de expansión geoestratégica -señaló Pedro Arcos González Profesor de Epidemiología de la Universidad de Oviedo-. Los segundos, un nuevo nicho de mercado que venía languideciendo (las vacunas nunca han sido una prioridad para gran parte de las farmacéuticas) y sin embargo acaba de proporcionarles los mayores contratos de compra de la historia de la industria farmacéutica”.

Ahora las epidemias no se podrán controlar solamente con vacunas 
 (Shutterstock.com)
Ahora las epidemias no se podrán controlar solamente con vacunas (Shutterstock.com)

Hace casi dos siglos que Rudolf Virchow (1821-1902), uno de los padres de la Medicina Social, escribió que “las epidemias son fenómenos sociales que tienen algunos aspectos médicos” y que, por tanto, “los defectos de la sociedad forman una condición necesaria para su aparición”. “Virchow también podría haber dicho que las epidemias no se pueden controlar en contra de la población. Es decir, solo con medidas verticales que no tengan suficiente aceptación ciudadana. Esa aceptación, y la participación activa de la población, son elementos cruciales para lograr una adherencia a las medidas de prevención y control propuestas”, sugirió el especialista.

Es preciso convencer a las personas de que las medidas dictadas son coherentes, proporcionadas y emanan de una autoridad sanitaria con suficiente credibilidad. La participación comunitaria, un elemento esencial en el control epidémico, así como una comunicación transparente, han sido elementos deficientes en nuestro caso.

“Las emergencias epidémicas debidas a agentes infecciosos emergentes (nuevos) o reemergentes van a seguir produciéndose periódicamente -afirmó Arcos González-. De hecho, su frecuencia se ha triplicado en las últimas décadas por factores bien conocidos como son el cambio climático, la degradación y apertura de ciertos ecosistemas como los bosques húmedos tropicales o el aumento del tránsito de personas y mercancías a nivel global”.

Ahora, las epidemias no se podrán controlar solamente con vacunas, suponiendo que estas estuviesen disponibles en cantidades suficientes y fuesen accesibles económica y técnicamente a nivel global.

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