Neurotecnología y la importancia de regular una intervención de los cerebros humanos sin consentimiento

En áreas de la sociedad como educación, salud y entretenimiento se estarían planteando proyectos donde el cerebro es analizado por medio de la implantación de chips

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Tangled cables in a silhouette of the human head
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El empresario Elon Musk, desde su compañía Neuralink, comenzará a implantar chips cerebrales en humanos en 2022. Así, esta empresa especializada en lo que se denomina neurotecnología, que trabaja en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora (Brain-Machine Interfaces o BMI) usará microchips para tratar enfermedades de trastornos neurológicos o lesiones de la médula espinal.

En este camino, el Gobierno chileno dio un paso más en la discusión de un proyecto de ley que busca regular, precisamente, el uso de las neurotecnologías, como las de Neuralink.

El Senado de ese país aprobó por unanimidad una norma (que debe ser tratada en la Cámara de Diputados) que busca impedir que se intervengan los cerebros sin consentimiento para protegerlos ante los avances de la neurociencia y la inteligencia artificial (IA).

En septiembre de este año, Chile se convirtió en el primer país del mundo que contempla los neuroderechos en su Constitución.

Si bien estas tecnologías pueden ayudar a tratar enfermedades como el Parkinson o la depresión, en el Senado se habló de la posibilidad de atentar contra por ejemplo, el libre pensamiento de las personas. Son nuevos derechos, o neuroderechos.

Para entender mejor el caso de Chile es importante saber que hay un “ecosistema legislativo” que se compone de tres iniciativas legales. La primera es una reforma constitucional que crea los neuroderechos y los establece como un derecho humano. Ya está aprobada por el Senado y la Cámara. Es ley de la República de Chile.

La segunda es la ley que regula las neurotecnologías directas, es decir las máquinas, chips, dispositivos que puedan intervenir directamente el cerebro “leyendo” lo que la persona está pensando o si está “escribiendo” ideas o historias en su mente. Dicha ley fue aprobada por la Sala del Senado esta semana y ahora debe ser vista por la Cámara de Diputados.

Y hay una tercera ley que regula las tecnologías indirectas o plataformas digitales. Al entrar en Google, Instagram o Facebook por ejemplo, estas reciben constantemente datos sobre los hábitos, gustos y preferencias de las personas. Se busca tener cierto control sobre toda esa información. La ley fue aprobada por la Comisión Desafíos del Futuro y pasó a la Sala, donde ésta decidió que volviera a la comisión de origen, para reparos menores.

Cómo entender las neurotecnologías

“La capacidad de recolectar datos de la actividad eléctrica en el cerebro no es una tecnología nueva. Pero ahora cambia la cosa por la capacidad que tenemos para interpretar esos datos. Eso es lo que requiere una regulación, en cuanto a “leer los pensamientos’', afirma a Infobae Pedro Bek, investigador del CONICET (principal organismo dedicado a la promoción de la Ciencia y la Tecnología en la Argentina) y director de investigación de Fundación Ineco (organización sin fines de lucro dedicada a investigar el cerebro humano).

Así como existen estos relojes que miden frecuencia cardíaca y muchos otros parámetros fisiológicos, también existen unas vinchas que hacen electroencefalografía, que se supone están diseñadas para medir patrones de sueño, para extraer información de ahí. Lo que sucede es que esa información también la tiene la empresa que vende el producto, porque tiene la app que viene con esas bandas. Entonces, esos datos se podrían usar para muchos aspectos.

Asimismo, Bek explica que con los neuroderechos se plantea otra problemática: la inequidad. “Las personas que tengan acceso a esas tecnologías van a poder utilizarlas, mientras que las que no tengan acceso, no. Y eso también es un problema cuando se habla de facultades cerebrales en el ámbito educativo”, culmina. los hace caseros, y se supone que aumentan o pueden potenciar determinadas actividades. Hay bastante debate. Podrían perfeccionarse para aumentar determinadas habilidades cognitivas. Si cada persona puede comprar una de esas y usarla como quiera, se plantea primero un riesgo de usar algo que, no necesariamente, está probado o tiene certificación”, asegura el experto.

Asimismo, Bek explica que con los neuroderechos se plantea otra problemática: la inequida. “Las personas que tengan acceso a esas tecnologías van a poder utilizarlas y las otras no. Eso también es un problema cuando se habla de facultades cerebrales en el ámbito educativo”.

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