
Carlos III sostiene una de las tradiciones más características de la monarquía británica: la celebración de dos cumpleaños cada año, una costumbre que combina lo privado con lo público y une pasado y presente.
Si bien la fecha real de nacimiento del monarca es en noviembre, la ceremonia oficial que marca su cumpleaños se realiza en junio, integrando así una celebración familiar íntima en Sandringham y el multitudinario desfile Trooping the Colour en Londres. Esta particularidad, apuntada por Vanity Fair, simboliza el equilibrio entre la vida personal del rey y sus deberes institucionales.
El origen de la doble celebración real
La práctica se instauró en el siglo XVIII durante el reinado de Jorge II. Como su cumpleaños coincidía con época climáticamente desfavorable para actos al aire libre, optó por trasladar la festividad oficial a junio, favoreciendo el lucimiento y la masiva presencia ciudadana. El motivo central fue, por tanto, meteorológico y logístico, pero la decisión adquirió un carácter simbólico.

Desde entonces, la costumbre fue adoptada por los sucesivos soberanos, consolidándose como una tradición inseparable de la monarquía. Más adelante, la reina Isabel II, nacida en abril, también acogió esta fórmula y promovió un cambio relevante: establecer la celebración oficial el segundo sábado de junio para permitir a más ciudadanos asistir, lo que demuestra la capacidad de adaptación de la realeza al contexto social.
Evolución y peso de los festejos reales
Hoy, Carlos III mantiene ambas celebraciones, acentuando tanto el componente ceremonial como el familiar. En noviembre, el rey suele conmemorar su aniversario en Sandringham junto a sus allegados, sin grandes fastos mediáticos.
En junio, el Trooping the Colour convierte a Londres en epicentro de un despliegue militar y festivo que reúne a miles de personas y es retransmitido a nivel internacional. Es un evento que refleja la estabilidad institucional de la monarquía y su capacidad de aglutinar el sentimiento nacional.

Las dos celebraciones no solo realzan el papel del monarca, sino que, en tiempos de crisis familiar y desafíos institucionales, funcionaron como espacios de unión y comunión con el público. Recientemente, la familia real vivió la muerte de la duquesa de Kent y la retirada de títulos a Andrew Mountbatten-Windsor.
La doble celebración permitió transmitir mensajes de agradecimiento y cercanía, evidenciados en la cuenta oficial de Instagram del rey y reconocidos por Vanity Fair. Gestos de este tipo refuerzan la imagen de una monarquía arraigada en la tradición y abierta al sentimiento colectivo.
Tradición, cercanía y continuidad
La monarquía británica, a través de esta costumbre, envía un mensaje claro: preservar lo propio y compartir el simbolismo con la sociedad resulta fundamental para su vigencia. La doble celebración del cumpleaños de Carlos III sintetiza la capacidad de la corona para sostener identidades históricas al mismo tiempo que se mantiene próxima a sus ciudadanos, demostrando resiliencia e innovación en la preservación de las formas y el espíritu monárquico británico.

A lo largo de las décadas, el Trooping the Colour evolucionó en su formato, incorporando nuevos elementos visuales y tecnológicos que hacen posible que millones de personas sigan el evento a nivel mundial.
Los medios de comunicación transmiten imágenes de los tradicionales uniformes de gala, la presencia de la Guardia Real y los saludos desde el balcón del palacio de Buckingham, convirtiendo la fecha en un símbolo de la continuidad institucional.
Más allá del protocolo y la pompa, las dos celebraciones se transforman en un espacio de afirmación simbólica, en el que el monarca se muestra cercano al pueblo y renueva su compromiso con la nación. Así, el doble cumpleaños de Carlos III no es solo una curiosidad histórica, sino un reflejo de la adaptación y la vigencia de la monarquía en el siglo XXI.
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