De pedófilos y femicidas: dos documentales retratan lo más aberrante de la conducta humana

Crecen las producciones audiovisuales sobre asesinatos brutales. Ahora, en Netflix, se pueden ver dos buenos ejemplos: “Conversations With a Killer: The Ted Bundy Tapes”, una serie sobre los crímenes del más célebre de los femicidas en EE.UU., y “Abducted in Plain Sight”, película que retrata al perverso Robert “B” Berchtold

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Ted Bundy
Ted Bundy

El ser humano es un misterio insondable. Si no les parece, echen un vistazo a algunas de las muchas series o películas documentales disponibles en Netflix que reflejan hechos policiales. La variedad de conductas es infinita. No hay aberración inexplicable que el hombre no haya cometido y que algún documentalista no haya convertido en relato. Hoy nos concentraremos en dos de ellos: Conversations With a Killer: The Ted Bundy Tapes y Abducted in Plain Sight.

Cuando digo "hombre", digo "hombre" y no "ser humano", porque la mayoría de las conductas criminales bizarras fueron de origen masculino (aunque para cumplir el cupo femenino, no se pierdan el documental Evil Genius, con la mujer malvada más estremecedora de la historia). A menudo, casi siempre, las aberraciones son de origen sexual o son actos sexuales realizados con una violencia desmedida. Como les gustaría a los puritanos, en el centro del mal parece estar el sexo; lástima para sus teorías que cuanto más reprimido, más perverso y sádico, aflora. Esconder y perseguir el deseo no funciona.

El más célebre de los asesinos de mujeres —ahora "femicida"— fue Ted Bundy, un hombre seductor, carismático e inteligente, quien mató con una brutalidad desmedida a decenas de jóvenes de entre 18 y 26 años en varios estados distintos de los EEUU, desde el Noroeste de Washington hasta el Sudoeste de Florida, entre 1974 y 1978. 

Su historia está contada en Conversations With a Killer: The Ted Bundy Tapes, un documental en cuatro capítulos de alrededor de una hora cada uno que hace uso extensivo de las conversaciones que el famoso criminal tuvo con un periodista, tiempo antes de ser ejecutado en la silla eléctrica. Trabado por la reticencia de Bundy para hablar con franqueza de sus crímenes, el periodista encontró un truco que resultó fértil: hacerlo hablar en tercera persona, como si los asesinatos hubieran sido cometidos por otro y él sólo tuviera que relatarlos. El truco fue tan exitoso que años después lo utilizó O. J. Simpson para contar en su libro If I Did It ("Si lo hubiera hecho"), la reconstrucción "hipotética" del asesinato de su esposa.

El documental de Netflix sobre Bundy tiene mucho más que esas cínicas conversaciones. Es la reconstrucción de una mente inclasificable realizada con un material de archivo extenso y completo, con testimonios actuales de protagonistas y sobrevivientes. Hay, lateralmente, un retrato de época notable. Cuesta creer hoy la falta de comunicación que se tenía hasta hace pocas décadas, antes de la increíble revolución digital: la desconexión total entre las autoridades policiales de distintos estados, que permitía que un hombre matara a una serie de mujeres en uno, se alejara unos miles de kilómetros en el mismo país y repitiera la conducta en otro, sin que las autoridades se percataran de unir ambos casos.

La mente de Ted Bundy es asombrosa y la sucesión de eventos más allá de los crímenes provoca desconcierto y lleva al documental al borde de la comedia negra: fugas insólitas, intervenciones en los juicios como su propio abogado (sin serlo) que podrían provocar risa si no se tratara de uno de los más grandes asesinos del país, intentos grotescos de congraciarse con periodistas y abogados. Bundy suele mirar a cámara y guiñar el ojo, como un comediante autoconsciente que quiere derribar la cuarta pared de la ficción. Solo que es parte de la realidad y es un asesino. Tan ficcional es la sensación que provoca, que el mismo director del documental ha realizado una película contando la misma historia pero esta vez con actores (Zac Efron como Ted Bundy), pronta a ser exhibida en la misma plataforma.

Hay un personaje mucho más desconocido (Bundy es algo así como una celebridad de la infamia) pero cuya conducta también desconcierta y asombra. Se trata de Robert "B" Berchtold, el personaje retratado en otro documental disponible en Netflix: Abducted in Plain Sight. "B" no es un asesino: es paidófilo. Su método para acorralar a una de sus víctimas, la pequeña Jan Broberg, de 12 años de edad, no carece de ingenio y laboriosidad: ganarse la confianza de la familia seduciendo a su madre… ¡y también al padre! Si les resulta insólita esta premisa, les recomiendo que vean el documental porque las sorpresas de la conducta humana no hacen más que superarse una a una a lo largo de la hora y media que dura. Desarrollar el argumento es "espoilearlo". Simplemente, háganme caso: prueben Abducted in Plain Sight y estén preparados para la película más perturbadora e insólita que habrán visto en mucho tiempo.

Robert “B” Berchtold
Robert “B” Berchtold

La casualidad hizo que viera la larga miniserie sobre Ted Bundy y la película sobre Berchtold una seguida de la otra y me percatara de un detalle curioso. Los dos protagonistas desarrollan su actividad delictiva a partir de 1974, en una zona cercana, el noroeste de los EEUU, en los vecinos estados de Washington (Bundy) e Idaho (Bechtold). Más sorprendentemente aún, ambos criminales eran miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, más conocidos como mormones. ¿Qué significan estas coincidencias? Nada. Todo es posible en la viña del Señor, incluso que por simple casualidad una misma época y un mismo lugar engendren dos conductas aberrantes y que un consumidor compulsivo de documentales los una en su experiencia personal cuarenta años después.

 

* Conversations With a Killer: The Ted Bundy Tapes
EEUU, 2019, dirigida por Joe Berlinger, 240'
* Abducted in Plain Sight
EEUU, 2017, dirigida por Skye Borgman, 91'

 

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