Los camaleones, conocidos por sus cambios de color y su lento desplazamiento, esconden una habilidad letal que los convierte en depredadores extraordinarios: la proyección de su lengua. Este órgano, que puede llegar a duplicar la longitud del reptil, les permite capturar a sus presas a una velocidad y distancia impresionantes, haciendo de la alimentación balística una especialidad evolutiva. Con una capacidad que abarca desde insectos hasta pequeños vertebrados, los camaleones despliegan una precisión que casi nunca falla y que fue objeto de estudio por diversos expertos en biología y física animal.
A diferencia de otros cazadores, estos reptiles emplean su lengua como si fuera una especie de proyectil. Un estudio publicado en Nature Physics muestra cómo el camaleón espera en completa inmovilidad, camuflado y alerta, hasta detectar una presa dentro de su campo de visión. Con sus ojos característicos que se mueven de forma independiente, el reptil analiza el entorno en busca de cualquier movimiento en insectos, langostas, grillos o incluso pequeños lagartos. Cuando la oportunidad aparece, los ojos del camaleón se alinean en una sola dirección para fijarse en el objetivo. Este paso es fundamental para calcular la distancia exacta, ya que permite que el animal ajuste la fuerza y ángulo de lanzamiento de su lengua, que asegura así una captura precisa.
Según ese estudio, el proceso de proyección se ejecuta en tan solo una fracción de segundo: la lengua del camaleón sale disparada a una velocidad que puede alcanzar los 100 km/h, un movimiento que resulta extremadamente difícil de percibir a simple vista. Para ilustrar la magnitud de esta velocidad, estudios han señalado que la lengua puede recorrer el equivalente a 26 veces la longitud del cuerpo del camaleón en un solo segundo. La potencia generada para este lanzamiento depende del tamaño de la especie; camaleones de menor tamaño presentan una lengua proporcionalmente más larga y rápida, lo que responde a su necesidad de capturar más alimento debido a su metabolismo acelerado.
Esta destreza depende de una estructura ósea y muscular única. Dentro del cráneo del camaleón, un hueso en forma de “Y” sostiene el músculo de la lengua, que funciona de manera similar a un resorte. Este sistema permite que el músculo acumule energía elástica, que luego se libera en el momento de la proyección.

La lengua del camaleón cuenta además con un fluido viscoso que asegura el agarre de la presa. La mucosidad que recubre el extremo de la lengua es alrededor de 400 veces más pegajosa que la saliva humana. Este líquido se segrega en cantidades mínimas, pero su efecto adhesivo es suficiente para garantizar que la presa quede atrapada y no pueda liberarse durante el proceso de retracción. La combinación de la viscosidad de este fluido con la velocidad de la proyección asegura que la presa quede inmovilizada desde el primer contacto. El camaleón puede así atraerla rápidamente hacia su boca, completando el proceso de caza sin dar oportunidad de reacción a su objetivo.
Una de las particularidades evolutivas más interesantes del camaleón es que esta capacidad de alimentación balística no es única en el reino animal. En el registro fósil se han encontrado vestigios de criaturas que compartían esta misma estrategia de caza hace millones de años. Un estudio realizado por el paleontólogo Juan D. Daza y su equipo, publicado en Science, muestra que los albanerpetóntidos, una familia de anfibios extintos, también utilizaban una lengua proyectada para atrapar presas, similar a la de los camaleones actuales. Estos fósiles, preservados en ámbar desde hace unos 99 millones de años, presentan un hueso hioides alargado que permite suponer un mecanismo de alimentación balística e ideal para la ocasión.
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