Caty Arévalo
Estocolmo, 9 dic (EFE).- Hacerle una entrevista al Nobel de Física John Martinis es una lucha constante por evitar que él se convierta en el entrevistador. Habla "por los codos”, gesticula mucho y trata de captar la máxima atención de quien le escucha. Y lo hace sin filtro: “Dejé Google porque no era feliz allí”.
“Traes dos grabadoras por si te falla una, qué previsora. Me recuerdas a cuando yo era joven y practicaba escalada, siempre llevaba un doble respaldo”, empieza comentando en una entrevista con EFE celebrada el día antes de recibir el Premio Nobel por describir dos propiedades de la mecánica cuántica en 1985.
A sus 67 años, ya no practica la escalada sino los bailes de salón con su mujer, que sabiéndolo tan ‘hiperactivo’ durante el día, decidió no despertarle cuando a eso de las tres de la madrugada (hora de California) recibió una avalancha de mensajes en su móvil felicitándola porque su marido lo había logrado. “Me conoce bien, y prefirió decírmelo unas horas después, cuando hubiera descansado”, dice riendo.
Junto a los otros dos físicos con los que comparte el premio (su colega Michel Devoret y el mentor de ambos, John Clarke) Martinis demostró que dos propiedades de la mecánica cuántica (la física que rige el ámbito subatómico), podían observarse en un sistema lo suficientemente grande como para ser visto por el ojo humano.
La mayor parte de las tecnologías de nuestra era (móviles, cables de fibra óptica…) beben de la base de ese descubrimiento.
Los 40 años transcurridos desde aquello han sido “una búsqueda constante por reproducir el espíritu de trabajo que logré con mis compañeros cuando hicimos aquel hallazgo", confiesa Martinis. Quien, inmediatamente, añade entre risas: “En el fondo fue una maldición porque aquello fue una experiencia increíble, y hoy sé que cuesta mucho que ese tipo de ambiente se vuelva a dar”.
¿Qué tenía de especial aquello? “El libre intercambio de ideas. Teníamos aproximaciones diferentes, las exponíamos y al final tratábamos de llegar a un acuerdo. Entre medias había también momentos en los que llegábamos a discutir y hasta a levantar la voz. La gente pasaba por los pasillos y nos miraba diciendo qué estará pasando. Había mucha pasión porque queríamos hacer muy bien el experimento. Y lo conseguimos”.
En aquellos años había unos diez grupos de trabajo en el mundo experimentando con esas propiedades de la mecánica cuántica. Pero fueron ellos quienes demostraron, por primera vez, que el efecto túnel cuántico es observable en un sistema lo suficientemente grande como para poder tocarlo con los dedos.
Su experimento, a base de estudiar un chip con un circuito superconductor (que era capaz de conducir la corriente sin resistencia eléctrica), contribuyó a sentar las bases para los actuales intentos de construir un ordenador cuántico, un dispositivo capaz de calcular y procesar información a velocidades increíblemente mayores que los ordenadores clásicos.
La computación cuántica es la revolución científica por llegar. Promete hacer cálculos o diseñar materiales y procesos cientos de miles de veces más rápido que un ordenador normal “para dar respuesta a los desafíos de la sociedad moderna, desde descubrir nuevos tratamientos médicos a fabricar materiales más ecológicos".
En 2014, la multinacional Google fichó a Martinis para su equipo de inteligencia artificial cuántica. Renunció a su puesto en 2020: “era sumamente infeliz trabajando allí. En esos entornos corporativos la mayoría de la gente ve la física de forma muy distinta a como lo hacemos quienes trabajamos en ciencia básica”.
“En una empresa como Google siempre tienes que seguir una hoja de ruta para lograr unos objetivos. Pero en física te surgen miles de ideas, el valor está en la creatividad de esas ideas y no puedes estar tan atado a una hoja de ruta, así que decidí romper con ellos y montar una empresa (Qolab) donde tenga libertad plena para inventar cosas”, cuenta.
“Mi sueño es que Qolab construya o colabore de forma determinante a desarrollar un ordenador cuántico útil”, asevera Martinis, profesor emérito de física en la Universidad de California, Santa Bárbara.
¿Cuándo vaticina que el ordenador cuántico será una realidad? "Yo diría que es muy posible que entre cinco y diez años habrá un ordenador cuántico de uso general. Esto implica que hemos de prepararnos seriamente para la revolución que van a suponer, porque va a cambiar la seguridad en internet y muchas otras cosas. Habrá un antes y un después".