Las ciudades: el lugar desde donde mejorar América Latina

Gonzalo Quilodrán

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América Latina tiene algunas características que la diferencian de otras regiones del planeta, es la región más urbanizada y también la más desigual, no la más pobre, sino donde las diferencias entre los que más y los que menos tienen se acrecientan.

Más del 80% de la población de América Latina vive en ciudades, esta tendencia de urbanización parece no detenerse y es una constante en todos los países de la región. La mitad de esa población urbana vive en ciudades con menos de 500 mil habitantes (más de 200 millones de personas), y el 14% vive en megalópolis (aproximadamente 65 millones de habitantes).

Como sostiene Marcelo Corti en su libro La ciudad posible: "La urbanización no es necesariamente un indicador de desarrollo, sino más bien de las contradicciones propias de la región. Gran parte de lo que llamamos 'ciudad' es en realidad un aglomerado sin calidad, carente de los servicios y atributos que definen lo urbano".

Este proceso de rápida urbanización generó un impacto directo no solo en la dinámica de las ciudades, sobrecargando una estructura urbana que no acompañó el ritmo de crecimiento, sino que sus consecuencias se ven en sistemas de ciudades y aglomeraciones urbanas con fuertes impactos en las condiciones de vida de sus ciudadanos, generando costos no mensurables desde el punto de vista social, medioambiental y económico.

Sumado a la descrita situación, los gobiernos locales generalmente se enfrentan a escasez de ingresos propios y una fuerte dependencia de recursos nacionales que en la gran mayoría de las veces se distribuyen discrecionalmente.

Vemos que en las ciudades se repiten problemáticas globales, sin embargo, a diferencia de los Estados nacionales, regionales o provinciales, las administraciones locales pueden ser cada vez más dinámicas y capaces de desarrollar políticas públicas con resultados palpables, tangibles e inmediatos, especialmente cuando las pueden implementar en red compartiendo entre ellas las posibles soluciones y buenas prácticas.

Una gran oportunidad para la región surgió a través de la definición de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con la especial inclusión del objetivo 11, de "lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles".

El ODS 11 representa un gran paso hacia adelante en el reconocimiento del poder transformador de la urbanización para el desarrollo, y en el papel de los líderes de las ciudades a la hora de impulsar el cambio global desde la base, desde los Estados con mayor cercanía. Sin duda que los gobiernos locales son responsables políticos, catalizadores del cambio y el nivel de gobierno mejor situado para vincular los objetivos globales con las comunidades locales.

La desigualdad en nuestras sociedades trae consecuencias sociales no deseadas que los niveles de gobierno más "alejados del territorio" no pudieron enfrentar con éxito. El crimen y la violencia están entre las principales preocupaciones de los ciudadanos latinoamericanos; la tasa de homicidios de la región, con 25 muertes por cada 100 mil habitantes es la más alta del mundo y triplica el promedio global; la falta de ofertas de empleabilidad, la delincuencia común y la violencia doméstica resquebrajan el sistema de cohesión social.

Las estrategias a seguir para enfrentar estas problemáticas deben ser pensadas en términos metropolitanos e involucrar a otros territorios, ya que la fuerte expansión urbana sobrepasa las fronteras político-administrativas. El crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, capaz de ofrecer empleo pleno y productivo y trabajo decente para todos, es un elemento clave del desarrollo territorial y urbano sostenible.

La lucha contra las asimetrías requiere de tiempo, planificación y coordinación de políticas orientadas a pequeños gobiernos locales rurales, ciudades intermedias y grandes ciudades.

El siglo XXI es "el siglo de las ciudades", ya que existen enormes expectativas hacia las ciudades y los gobiernos locales para afrontar los desafíos de la nueva agenda urbana, y en ello principalmente la desigualdad, porque si logramos que el nivel más cercano al ciudadano se ocupe de velar por tener sociedades más justas en su territorio, tenga las herramientas para lograrlo y trabaje en conjunto con sus pares, podremos conseguir en conjunto lo que los Estados nacionales no consiguieron en décadas.

El autor es licenciado en Ciencia Política, especialista en Gobierno y Desarrollo Local y en Promoción Económica, Desarrollo Territorial y ODS.