Las mejores películas que transcurren en una sola locación

En esta ocasión, nos sumergimos en el fascinante mundo cinematográfico que demuestra que la grandeza de una historia no siempre está vinculada a grandilocuentes escenarios. A veces, la simplicidad de un cajón o un departamento es suficiente para convertirse en el epicentro de narrativas poderosas y emotivas. Descubramos cómo estas películas, al elegir la restricción espacial, despliegan tramas ricas en profundidad y significado, recordándonos que la magia del cine puede residir en los detalles más íntimos y cotidianos.

• 12 hombres en pugna
• Enterrado
• La culpa
• La soga
• ¿Sabes quién viene?

Iniciamos nuestro viaje cinematográfico con 12 hombres en pugna, una obra dirigida por Sidney Lumet (Llamada para un muerto). La trama nos sumerge directamente en el desenlace de un juicio, donde doce hombres, en calidad de jurado, deben decidir el destino de un joven acusado de matar a su propio padre.

Aunque la premisa inicial se trata aparentemente como una formalidad rutinaria, esta se ve trastocada cuando Henry Fonda (Érase una vez en el Oeste), en el papel del jurado número 8, emerge como la voz disidente, desentrañando argumentos no considerados previamente y sembrando la semilla de la duda en la culpabilidad del joven.

Lo fascinante de esta narrativa radica en la limitada exposición del acusado, quien apenas se presenta ante el espectador. El director opta por mantener al público ajeno a la voz del implicado, permitiéndonos construir nuestra percepción a través de las pruebas y los argumentos presentados por los jurados. La locación, un aislado salón de juzgado, se convierte en el elemento clave, donde el sofocante ambiente contribuye a intensificar el debate.

A medida que la trama se desenvuelve, la película revela una paleta de comportamientos y personalidades entre los miembros del jurado, destacando cómo sus vidas personales influyen en la deliberación sobre la culpabilidad del acusado. Si bien comúnmente se podría pensar que una película centrada en una única habitación y en una discusión prolongada resultaría monótona, la genialidad de la cinematografía de Lumet desafía esta percepción.

La cinematografía del largometraje desempeña un papel esencial en la evolución de la historia, utilizando la posición de las cámaras para reflejar la dinámica cambiante entre los jurados. Desde tomas elevadas al principio que sugieren distancia entre los personajes y sus opiniones, hasta ángulos bajos y primeros planos claustrofóbicos al final, Lumet visualmente traduce la intensificación del conflicto y la creciente presión sobre los personajes.

Explorando uno de los miedos más comunes, la película dirigida por Rodrigo Cortés lleva el temor al encierro a extremos impactantes. A lo largo de poco más de 90 minutos, la cámara se confina dentro de un ataúd, sumergiendo a los espectadores en una experiencia única y asfixiante. La premisa, aparentemente simple, se despliega en la oscuridad inicial y el silencio, revelando gradualmente la angustiosa situación de Paul Conroy, un camionero civil que, trabajando en Irak, se encuentra enterrado vivo con escasos recuerdos de cómo llegó allí.

Mientras Conroy se libera de las ataduras en sus manos, descubre que sus gritos de auxilios no reciben respuesta alguna. A raíz de esto, recurre a un método alternativo, pero lo que parecía una solución simple, llamar desde su teléfono celular, se convierte en un desesperante experimento de paciencia, ya que las únicas personas con las que puede comunicarse están a miles de kilómetros en los Estados Unidos.

La cámara, inmutable, permanece dentro de la caja, sumiendo a los espectadores en una claustrofobia que les impide casi respirar. La iluminación, proveniente únicamente del teléfono y la tenue llama del encendedor, contribuye a intensificar la tensión.

En este absorbente escenario, el protagonismo recae en Ryan Reynolds, asumiendo un papel inusual en su carrera. A diferencia de sus roles más habituales en comedias como Free Guy: Tomando el control (Free Guy -2021) o la saga de Deadpool, en esta película, Reynolds se aventura en un terreno menos explorado de la mano del drama y el suspenso.

Dejamos atrás la opresión de la caja para sumergirnos en el entorno monótono de una oficina policial con La culpa (The Guilty), la obra traída por Gustav Möller. Este largometraje danés nos encierra no solo en los confines de la estación policial, sino que también nos restringe a una única llamada telefónica.

La historia sigue a Asger Holm (Jakob Cedergren), un oficial de policía obligado a desempeñarse como operador de emergencias del 911 debido a problemas previos en un caso, aunque los detalles iniciales permanecen envueltos en misterio. Al principio, Holm se nos presenta como un hombre malhumorado y serio, descontento con su nuevo rol, hasta que se ve involucrado en una llamada de una mujer aterrorizada llamada Emily (Riley Keough). Emily, aparentando hablar con su hija, revela que ha sido secuestrada y está dentro de un vehículo en movimiento.

Lo notable de esta película radica en la capacidad del cineasta para jugar con lo que está fuera del encuadre, explorando lo no visto y dejando que nosotros, junto al protagonista, descubramos lo que sucede. Este enfoque genera una sensación de desesperación, ya que solo podemos escuchar la voz al otro lado de la línea.

Vale la pena mencionar que La culpa tuvo una adaptación estadounidense en 2021, manteniendo el mismo título y premisa. Netflix se asoció con el director Antoine Fuqua (El justiciero) para esta versión, protagonizada por Jake Gyllenhaal (Secreto en la montaña).

Explorando nuestro recorrido, no podemos pasar por alto La Soga, una obra sumamente experimental del director Alfred Hitchcock (Vértigo). En esta historia, seguimos a dos estudiantes, Brandon y Phillip, quienes llevan a cabo un asesinato minutos antes de una reunión en su departamento. El cuerpo de la víctima se oculta cerca de los invitados, resguardado en un cofre que sirve como mesa de buffet para la fiesta.

A lo largo de la noche, las emociones se intensifican mientras los jóvenes circulan alrededor del tema del asesinato con sus invitados, convencidos de haber perpetrado el crimen perfecto. Aunque los espectadores conocen la verdad desde el principio, la película mantiene una constante atmósfera de suspenso, especialmente cuando los invitados se acercan al cuerpo oculto.

No obstante, la verdadera fuerza de la película reside en la forma en que Hitchcock decide contar la historia. Inicialmente, el director aspiraba a filmarla en un único plano secuencia, sin cortes, pero se vio limitado por las restricciones de 10 minutos continuos que permitía un rollo fílmico. Ante esta limitación, Hitchcock incorpora pocos cortes que pasan casi desapercibidos, creando así una película que transcurre en tiempo real.

Culminamos nuestro recorrido con ¿Sabes quién viene? que gira en torno a dos matrimonios adinerados que deciden reunirse en un departamento en la ciudad de Nueva York. En un principio, el encuentro tiene la apariencia de ser civilizado y amigable, destinado a discutir la reciente pelea de sus hijos en un recreo escolar.

No obstante, este espacio pronto se transforma en una zona de guerra, y lo que comenzó como una charla para abordar cuestiones de crianza se desmorona rápidamente. Los egos emergen, eclipsando las supuestas preocupaciones por sus hijos.

La conversación se convierte en una lucha de poder, donde cada bando busca obtener un trofeo inexistente que los consagre como los mejores padres y, en última instancia, las mejores personas. Tanto la dirección como el guión, una adaptación de Le Dieu du carnage de la dramaturga francesa Yasmina Reza, estuvieron a cargo del director Roman Polanski (El bebé de Rosemary).

Mientras el departamento sirve como escenario teatral, con las parejas transitándolo constantemente, la película se convierte en una exploración profunda sobre la culpa y la responsabilidad, destacándose por un elenco de actores y actrices de renombre como Kate Winslet (Titanic), Christoph Waltz (Bastardos sin gloria), Jodie Foster (Taxi Driver), y John C. Reilly (Magnolia).