
El rey Juan Carlos narra en sus memorias multitud de anécdotas. El monarca asegura que su agenda estaba hasta arriba y que sus días “eran maratones”. Sin embargo, el padre de Felipe VI siempre ha sabido encontrar el tiempo para disfrutar. Es el caso del día en el que pidió churros por primera vez.
“Para aguantar ese ritmo, de vez en cuando me tomaba los fines de semana libres, fuera de palacio, con amigos, para ir de caza”, narra sobre esos días de descanso para alejarse de la “presión constante” a la que estaba sometido. “Estas escapadas privadas me permitían explorar el país, salir de los caminos trillados y escuchar opiniones diferentes”, añade.
Don Juan Carlos escribe que sus deseos son similares al del resto de españoles: “Un sábado por la mañana, circulando en coche cerca de Toledo, me entraron ganas de comer churros, como a tantos españoles el fin de semana”. El rey emérito no pudo resistirse a su antojo: “Pedí a unos motoristas que había en la carretera que me indicaran la churrería más cercana”.
Eso sí, al llegar a la cola le surgió una duda: “Pregunté a mi conductor cómo se pedían churros, si sueltos o en raciones, ya que era la primera vez que los compraba”. Además, no hizo alarde de su título en busca de privilegios: “Me coloqué en la cola para esperar mi turno”.
Juan Carlos I, pillado en la churrería
Irremediablemente, el hombre que tomaba los pedidos le reconoció, pero el rey quiso pasar desapercibido: “Al verme, me dijo: ‘¡Es increíble cómo se parece usted al rey!’. ‘Soy su primo’, le contesté, para no armar jaleo". Pero su mentira piadosa no le funcionó: “Al pedir los cafés con leche y los churros para mí, el conductor, los agentes de seguridad y el asistente que me acompañaban, me reconoció por la voz”.
Su plan de pasar desapercibido no tuvo mucho éxito: “Nos sentamos a una mesa tranquilamente y empezamos a mojar nuestros churros en el café con leche, pero muy pronto empezó a congregarse una multitud”. “Nos costó salir de la cafetería y pensé que nunca volvería al coche”, asegura en sus memorias.

Su visita a un restaurante republicano
Por otro lado, otra de sus anécdotas le surgió en un restaurante: “El dueño era republicano, pero aun así nos atendió muy bien”. El trabajador dejó a un lado su ideología para charlar con el rey: “Cuando ya me iba, el propietario me estrechó la mano calurosamente y me dijo: ‘¡Soy republicano, pero también soy juancarlista!’“.
“Mi ayudante, Agustín, le gastó una broma a mi conductor y le pidió un plato que no le gustaba. Todos nos reímos mucho”, escribe sobre sus recuerdos en el restaurante. El monarca estaba muy unido a las personas de confianza que siempre iban a su lado: “En el equipo que me acompañaba siempre había un ambiente cómplice y muy agradable, a pesar del cansancio y el estrés”.

El rey Juan Carlos solo tiene buenas palabras para esos compañeros cuya “lealtad y amistad eran inestimables”: “Eran personas en las que podía confiar, que estaban conmigo todos los días, con las que pasaba más tiempo que con mi familia.
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