
En una España que cada año recibe a millones de turistas en busca de sol, playa y buena gastronomía, también hay quienes no solo vienen a desconectar, sino que deciden quedarse. Es el caso del actor Michael Douglas, que ha forjado una relación duradera con Mallorca, concretamente con la zona de la Sierra de Tramuntana. “Mallorca es mi segundo hogar”, afirmaba el propio actor en una entrevista con IB3, medio autonómico balear.
Douglas no es un recién llegado. Su vínculo con la isla se remonta a 1990, cuando conoció la finca de S’Estaca, una espectacular propiedad entre Valldemossa y Deià, que en su día perteneció al archiduque Luis Salvador de Habsburgo. “Cuando vi S’Estaca por primera vez en 1990, también caí rendido a sus pies y compré la propiedad”, contaba el actor en un vídeo publicado en sus redes en 2019.

La finca, rodeada de viñedos y olivos, cuenta con más de 100 hectáreas y vistas privilegiadas al Mediterráneo. Allí, Douglas y su esposa, la actriz Catherine Zeta-Jones, pasan largas temporadas. Aunque disfrutan de su privacidad, no viven aislados. De hecho, participan en algunas actividades del pueblo. Recientemente, el actor asistió a una merienda organizada por el ayuntamiento para los mayores de 80 años. “Era muy simpático, saludaba a todo el mundo, y aunque él hablaba en inglés y francés, estaba interesado en participar en la fiesta”, relataba una vecina tras el encuentro.
Pese a su edad, Douglas no se considera completamente retirado del cine. “Ahora planeo quedarme aquí seis o siete meses al año, aunque eso no significa que me haya jubilado”, aclaró en la misma entrevista. Sin embargo, también reconoció que, si no aparece “un papel muy especial”, prefiere centrarse en su vida personal. Y lo hace, en buena parte, en Valldemossa, el pueblo mallorquín que ha aprendido a llamar hogar.
La calma de Valldemossa
Su conexión con este enclave no es solo paisajística, sino emocional. A poca distancia del bullicio turístico de Palma, Valldemossa ofrece una calma poco habitual: calles empedradas, fachadas cubiertas de geranios, panaderías tradicionales y el olor de los limoneros en flor. Para Douglas, todo eso tiene un valor incalculable.
“Este lugar me encanta cada vez más”, confesaba, aunque también admitía que no se maneja del todo con el idioma: “Hablo un español terrible”. Aun así, eso no ha impedido que se integre en la vida local y se sienta acogido por los vecinos. De hecho, quienes lo ven por las calles lo describen como una persona cercana y sin pretensiones, algo poco habitual para una figura de su talla en Hollywood.

Además de Mallorca, la pareja también ha mostrado interés por otros rincones del país. Recientemente pasaron una temporada en Neguri, una zona residencial en la costa de Vizcaya, donde alquilaron una mansión. Aun así, es en Mallorca donde Douglas ha construido una rutina más estable.
España no solo cautiva a quienes buscan una escapada puntual, sino que seduce también a quienes deciden invertir parte de su vida en el país. En el caso de Michael Douglas, ya no se trata de una simple residencia vacacional, sino de un compromiso emocional con una tierra que le ha ofrecido tranquilidad, belleza y comunidad.
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