
La primera cumbre entre Reino Unido y la Unión Europea desde que se produjese el histórico acuerdo del Brexit en 2020 será el inicio de un largo capítulo de negociaciones que acercarán a los Veintisiete con su antiguo socio, tras un lustro de negociaciones broncas, bloqueos y desacuerdos.
Los motivos son obvios: la guerra en Ucrania, el rearme ruso, el divorcio de Estados Unidos con Europa y la necesidad de no quedar olvidados en el Viejo continente. La reunión en Londres ha dejado sobre la mesa compromisos de varios acuerdos. Por el lado europeo, los barcos de la UE podrán seguir faenando en aguas británicas al menos hasta 2038, un acuerdo que, sin conocerse los detalles del texto, ha sido valorado positivamente por la patronal europea, que criticaba que el anterior acuerdo supuso la pérdida del 25% del volumen de pesca en las aguas del Norte. No fue recibido con el mismo agrado en la Federación Escocesa de Pescadores, que llamaron al compromiso “espectáculo de terror”.
A cambio, la UE y el Reino Unido han acordado pequeñas medidas para aliviar las fricciones comerciales, entre las que se incluyen la abolición de las normas y controles sanitarios y fitosanitarios, en beneficio de exportadores y consumidores británicos.
Pero el motor de las negociaciones es sin duda el acuerdo en Defensa y Seguridad, ya que Reino Unido se ha asegurado el acceso de su industria militar al programa SAFE, un fondo dotado de 150.000 millones de euros para financiar el rearme de los Veintisiete. Tanto Bruselas como Londres son conscientes de que la nueva arquitectura de la defensa europea no puede lograrse sin una de sus mayores potencias.
Pero a Bruselas todavía se le resiste uno de sus objetivos más preciados, la situación de los estudiantes, uno de los pilares dentro del proceso de “reinicio” de las relaciones Bruselas-Londres. Y es que para Reino Unido la libre movilidad de los jóvenes europeos es todavía una línea roja. Parte del acuerdo del Brexit contemplaba la salida de los británicos de uno de los programas insignia de la Unión, las becas Erasmus, lo que provocó la ira de estudiantes y académicos.
La reunión del lunes se saldó con el compromiso británico para renegociar el regreso de Reino Unido al programa de intercambio universitario Erasmus+, que facilitará a estudiantes británicos y comunitarios estudiar más allá de sus fronteras, un tanto que puede celebrar la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Todavía se desconoce si otra de las demandas de Bruselas, la rebaja de las tasas para estudiantes comunitarios, se incluirá finalmente en el acuerdo.
El primer ministro Keir Starmer, en una entrevista para el medio The Times, ha preferido bautizar este futuro acuerdo como “programa de experiencia juvenil”, matizando que el acuerdo no permitirá la libre circulación de estos jóvenes ni un tiempo de estancia ilimitado. Según explicó, este acuerdo es similar a muchos otros que establecen límites en las cuotas de estudiantes. “Esto no tiene nada que ver con la libre movilidad”, reafirmó el embajador de Reino Unido, sir Alex Ellis, en una intervención en Madrid este miércoles.
Miedo a reabrir viejas heridas políticas
Hay una mayoría de británicos que a día de hoy reconocen el daño del Brexit a la economía británica (solo tres de cada diez británicos dicen que fue correcto que el Reino Unido saliese de la UE) y el propio premier británico mantiene su compromiso de “resetear” las relaciones con Bruselas, pero en la política londinense todavía perduran viejos traumas.
Uno de ellos es la palabra “libre movilidad” que tanto recuerda a su pasado comunitario y que ha servido de combustible a los populistas de Reform UK, liderados por Nigel Farage, quien ha tachado el acuerdo de “traición al Brexit”. Sobre los estudiantes, afirman que sería en la práctica “una puerta trasera a la libre circulación de personas, a la que se opondrán firmemente los votantes del Brexit”. Asimismo, los conservadores han prometido revertir todos estos cambios una vez de vuelta en el poder.
Aunque en la política se prefiera andar con pies de plomo, la medida contaría con el apoyo del público. La última encuesta que trató este asunto, de estudios More in Common para Político, reflejó que el 51% de los votantes británicos cree que volver al programa sería una buena idea, frente a tan solo el 15% en contra.
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