
El 26 de octubre de 2022, la Policía Nacional se presentó en el domicilio de Jesús Pradales, en el municipio madrileño de Fuente el Saz, para detenerlo acusado del crimen de su expareja Juana Canal, que estaba a punto de prescribir. Sabía que en ese momento se acababa la segunda vida basada en una mentira que no desveló hasta que no tuvo otra opción. De hecho, este taxista llegó a confesar el asesinato de Juana, pero ahora defiende que su muerte en 2003 fue producto de un “accidente”.
Pradales se sienta este martes en el banquillo de la Audiencia Provincial de Madrid. Tanto la Fiscalía como la acusación ejercida por la familia de la víctima piden que sea condenado a 15 años de cárcel por homicidio, ya que el resto de delitos que se le podrían atribuir (asesinato o profanación de cadáver) ya estarían prescritos para la justicia cuando se reabrió la investigación. Sin embargo, el Ministerio Público y la acusación particular discrepan en la posible naturaleza machista del crimen. El fiscal no considera que la hubiera; el abogado de la familia sí y pide que se tenga en cuenta la agravante de género.
En cuanto a la defensa, su estrategia no será nada conservadora: tratará de convencer al jurado popular de que la muerte de Juana fue accidental. Con este propósito, su abogado ha avanzado que responderá a las preguntas de todas las partes, incluidas las del letrado que representa a la familia de la víctima y a la asociación SOS Desaparecidos, Juan Manuel Medina. Con esta línea de defensa quiere hacer ver al jurado que no tiene nada que esconder, según fuentes jurídicas consultadas por este medio. Pero el Jesús Pradales del pasado puede ser el peor enemigo para el Jesús Pradales que se sienta ahora en el banquillo.
Y es que la Policía Nacional procedió a su detención después de las escuchas telefónicas en su teléfono que autorizó el juez instructor. Las noticias sobre el hallazgo del cadáver de Juana Canal casi 20 años después de su desaparición en la finca familiar del principal sospechoso cayeron como un jarro de agua fría en el entorno de Pradales, que pese a todo no daba su brazo a torcer. “Me extraña que la hayan encontrado en la finca, ahora lo miraré yo a ver el mapa. Yo no he hecho nada”, dijo a su mujer en una de las conversaciones.
Una vez detenido, su primera declaración fue espontánea y confesó el crimen. Después, pidió comparecer por segunda vez y se desdijo por indicación de su abogado. Desde entonces, ha solicitado en reiteradas ocasiones -sin éxito- su puesta en libertad provisional. Durante el juicio, defenderá que Juana Canal murió de forma accidental en el transcurso de una discusión y tendrá que dar explicaciones al jurado del motivo por el que descuartizó el cadáver en el baño del piso conyugal, en el distrito madrileño de Ciudad Lineal, y ocultó lo ocurrido durante dos décadas.
Un cráneo y un fémur
La mentira de Pradales, a tenor de los acontecimientos, iba camino de no tener final. Y estuvo a punto, exactamente a cuatro meses, de quedar impune para la justicia. La casualidad que reabrió el caso fue el hallazgo de unos huesos aparentemente humanos por parte de un excursionista cuando caminaba en 2019 por una pista forestal de Ávila. Los resultados de ADN probaron que pertenecían a Juana Canal, una noticia que no se comunicó a la familia hasta tiempo después. Una vez detenido Jesús Pradales, la Policía rastreó de nuevo la finca y encontró nuevos restos óseos de la víctima. Su familia, que siempre señaló al acusado como principal sospechoso, pide ahora justicia.
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