Tres perlitas de “Huracán 1973″, el libro que evoca la historia del mítico campeón: el golpe de liderazgo de Menotti, las cábalas y cómo Houseman disipó las dudas

El Globo se quedó con aquel torneo Metropolitano desplegando un fútbol de alto vuelo, por el que se ganó un lugar de privilegio en la memoria colectiva

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Menotti, venerado por los fanáticos en una campaña inolvidable
Menotti, venerado por los fanáticos en una campaña inolvidable

El Huracán campeón del torneo Metropolitano de 1973, la creación más estética de César Luis Menotti, y con un merecido lugar de privilegio en la memoria colectiva de los futboleros argentinos, tiene su libro, escrito por el periodista Alejandro Lomuto, y editado por Al Arco. La obra, de 240 páginas y un apéndice de fotos (muchas aportadas por los propios protagonistas), hace un repaso minucioso de la historia de aquel Globo de Parque Patricios que dejó una huella por el título logrado, pero sobre todo por el cómo, por las formas, por el juego ambicioso y atildado. De hecho, fue el trampolín del Flaco hacia la selección argentina, con la que encaró el proyecto de organización que le dio una base a la Albiceleste para salir del caos y ser competitiva en los certámenes ecuménicos. Y en 1978 consiguió conducir al combinado nacional a la conquista del Mundial.

Dividido en 18 capítulos, el libro cuenta con prólogo del ex presidente del club Néstor Vicente (hoy uno de los responsables del departamento de Cultura de la Asociación del Fútbol Argentino) y contratapa del periodista Horacio Pagani, testigo cercano de la era Menotti. Brindisi, Babington, Larrosa, Houseman, Carrascosa y Basile son algunas de las luminarias que alcanzaron su lugar en la historia con aquel plantel. Aquí, tres perlas que ofrece la obra de lectura impostergable.

EL GOLPE SOBRE LA MESA DE MENOTTI QUE PROBÓ SU LIDERAZGO

Un hecho inesperado, a poco de que comenzara a entrenar el plantel de Huracán, le dio a Menotti la oportunidad de efectuar un gesto de autoridad que consolidó su liderazgo. Edgardo Cantú estaba disgustado porque había perdido el puesto tras la llegada de Alfio Basile, y un grupo de amigos suyos, que paraba en la calle Beazley, asistió a una práctica de fútbol en el estadio y se dedicó a aplaudir al primero, que jugaba para los suplentes, y a silbar al segundo, que integraba el equipo de los titulares, cada vez que tocaban la pelota. El incidente –narrado de manera detallada por dos de los futbolistas y reconocido en general por otros tres durante las entrevistas realizadas en 2022 y 2023 para este libro– causó revuelo en el plantel. Varios jugadores querían trompear a Cantú, pero Menotti llamó a una reunión en el vestuario. Según la síntesis de esos relatos, la conversación “duró un minuto”, el entrenador “le paró el carro delante de todos” a Pachanga y le dijo que no sabía si él había organizado el asunto, pero le advirtió que a partir de ese momento sus amigos tendrían vedado el acceso a los entrenamientos. Bastaron sus palabras para que todo quedara claro y en orden. Y aunque permanecería en el plantel hasta fines de 1973, Cantú no volvería a ser titular en la primera del Globo. “Nos dio un ejemplo a todos”, dijo al autor uno de los jugadores de aquel plantel.

Consultado para este libro, César minimizó el entredicho con el futbolista: “Yo nunca cuento las cosas que tengo con los jugadores, pero jamás tuve un conflicto con Cantú. Habrá sido una diferencia.” En cambio, reconoció que hubo un momento bravo con los inusuales visitantes: “Fue bastante violento, en una cochera, ahí donde se estacionan los autos en la cancha, y lo arreglamos mal. Mal para ellos, porque yo estaba dispuesto a cualquier cosa”.

La tapa del libro que recorre la génesis y el desarrollo de aquel conjunto mítico
La tapa del libro que recorre la génesis y el desarrollo de aquel conjunto mítico

LA LLEGADA DE HOUSEMAN Y LA PRIMERA IMPRESIÓN DE MENOTTI ANTES DE CONFIRMAR QUE ERA UN CRACK

Resulta imposible imaginar al Huracán de 1973 sin René, pero lo cierto es que él no fue ni la primera ni la segunda opción consideradas por Menotti para ser el puntero derecho de aquel equipo. La primera alternativa fue que permaneciera Marcos, el titular en 1972. Era un futbolista muy hábil –”un crack”, según Babington–, con buen remate tanto con el pie derecho como con la cabeza, aunque bastante renuente al roce, según lo recordaron varios de sus compañeros en 2022. Pero el brasileño prefirió volver a su país después de tres años en la Argentina, tentado por la posibilidad de jugar en Santos junto a Pelé. Descartado Marcos y con la billetera del club siempre flaca, la búsqueda se orientó al ascenso. El primer apuntado fue Daniel Bertoni, quien estaba a punto de cumplir 18 años y ya se había ganado un lugar en Quilmes, en Primera B, entonces la segunda categoría. Sin embargo, las autoridades de Huracán consideraron caro lo que Quilmes pidió por el pase del jugador, que también era demandado por otros clubes, a tal punto que terminó yendo a jugar a Independiente.

Frustrados los planes A y B, Pipa De Santis –que además de ser el vicepresidente primero estaba a cargo de la Subcomisión de Fútbol de Huracán– le recomendó a Menotti que pensara en Houseman, que tenía 19 años y acababa de consagrarse campeón de Primera C con Defensores de Belgrano. En la vigesimosexta fecha de ese certamen, el equipo de Núñez venció 2-1 a Defensores Unidos, en Zárate, con dos goles de René. “Al partido lo vieron integrantes de la Comisión Directiva de Huracán, que quisieron comprobar en vivo si las maravillas que se hablaban del santiagueño estaban fundamentadas”, afirman Federico Topet y Pablo Wildau en Corazón villero, una biografía del Loco publicada en 2008.

La historia de Houseman es bastante conocida: había aparecido en Defensores en 1971 –entonces en Primera B–, como volante por la derecha, y solo pasó a jugar de puntero derecho con el torneo de 1972 en marcha, debido a una lesión que sufrió el titular en esa posición, el paraguayo Vicente Vidal Ayala. El director técnico de aquel Defensores, Rodolfo Chitti, recordaría ante Topet y Wildau: “Yo no lo veía físicamente apto para jugar en el mediocampo. Él era muy flaquito y en ese lugar teníamos a tipos grandes. Igual entró como suplente algunas veces, hasta que con la lesión de Ayala, lo puse de entrada. Nos tocaba jugar con Sarmiento, pero en la semana previa jugamos un amistoso con River en el Monumental. Houseman la rompió y tuve que sacarlo; si no, capaz que lo lastimaban. Didí, el brasileño que dirigía a River, enseguida me preguntó por él. Pero después de algunos malos resultados lo echaron; si no, creo que hubiera ido a River antes que a Huracán”.

Es difícil comparar cuánto pagó Huracán por el pase de Houseman a valores de la tercera década del siglo XXI. Hay fórmulas para actualizar el valor del dinero, pero los precios relativos –incluido el tipo de cambio– no eran los mismos que los de ahora, y mucho más que eso varió la cotización de los pases de los futbolistas. Sin embargo, se puede concluir que René le resultó muy barato si se confronta lo que debió abonar por él con lo que se pagó por otros jugadores en el mismo mercado de pases. Según publicó entonces El Gráfico, el Globo incorporó a Houseman a préstamo por un año por 50.000 pesos y una opción por el pase definitivo de 100.000. En total, 150.000 pesos, parte de los cuales se desvalorizaría por la inflación de 1973, ya que la opción sería ejercida a fin de ese año. Mientras tanto, en el mismo verano del 73, Huracán cedió a Rosario Central a Cabral por 300.000 pesos y pagó a ese club 200.000 por los pases de Carrascosa y Fanesi. Asimismo, abonó 30.000 por los préstamos del zaguero Víctor Longo y el delantero Nelson Forgués –con opciones de 100.000 para el pase definitivo de cada uno de ellos–, que llegaban desde Central Córdoba, de Rosario, en Primera C, y el último no había debutado en el equipo superior. Paralelamente, Independiente pagó por Bertoni 190.000 pesos más los pases a préstamo de cuatro jugadores.

Quién sabe si cuando dio el visto bueno para que Huracán contratara a Houseman, Menotti pensó que de ese modo solucionaba la vacante en la punta derecha del ataque. “Es muy menudito y con esa pinta, puede resultar un jugadorazo o ser un desastre”, dicen que dijo el técnico al verlo. Pero, como es conocido, el propio jugador se encargó de despejar cualquier duda desde el primer entrenamiento, un partido informal con Kimberley, de Mar del Plata (1-1, según publicó entonces el diario La Nación). Es probable que esa tarde su marcador haya sido Elvio Capdevila, a quien la tradición prefirió ubicar como la víctima de René en su debut en la Copa de Oro. “A veces hay cosas que son milagrosas, que vos ni te las imaginás; cuando vino Houseman a Huracán, nadie sabía quién era, ni Menotti sabía quién era”, reflexionó en 2022 Babington, que sigue considerando a René “el único jugador que no tenía defectos” entre todos los que vio.

Brindisi, Houseman, Basile, Babington, Larrosa... Nombres brillantes que compusieron un equipo inigualable
Brindisi, Houseman, Basile, Babington, Larrosa... Nombres brillantes que compusieron un equipo inigualable

LAS CÁBALAS

A lo largo de 14 décadas de fútbol organizado en la Argentina cambiaron muchas cosas, pero hay algo que se mantiene inalterable y es la inclinación de muchos de los protagonistas al culto de cábalas, como se llama en el ambiente a la repetición sistemática de ciertas prácticas, en la suposición de que ellas representan una ayuda sobrenatural para la obtención de resultados. Por supuesto, hay quienes creen en ello y quienes no, pero, en general, es costumbre que los incrédulos respeten la devoción de los creyentes, por lo que el asunto suele ser bastante relevante dentro de la convivencia de los planteles.

Desde luego, aquel Huracán tuvo sus cábalas, aunque la mayoría de sus integrantes minimizara el tema en las entrevistas realizadas medio siglo después y por más que Menotti “era un tipo totalmente anticabulero”, según Leone. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, parece razonable esta afirmación que Basile –justamente mencionado por todos sus compañeros como el líder en la materia– hizo en 2022 a la TV Pública: “No es que uno gane por las cábalas. Pero cumpliendo con todas las cábalas, entrás a la cancha con un envión especial. Todos tienen cábalas: cómo se atan los botines, cómo dan vuelta las medias, de qué forma, cómo se ponen la camiseta... Y se sienten ayudados. Pero no son boludos y saben que no van a ganar solamente por eso.” Por las dudas, agregó al autor en 2023: “La única verdad son los buenos jugadores”. A comienzos de mayo de 1973, cuando solo se habían jugado 10 fechas del Metropolitano y Huracán deslumbraba con su juego y su efectividad, El Gráfico publicó una nota sobre la intimidad del plantel, bajo el título Jugar bien, ser amigos, creer en las cábalas. De aquel informe y de las conversaciones para este libro surgió la siguiente lista, muy probablemente incompleta:

• Los sábados, en la concentración, jugaban un partido de truco Avallay, Basile, Houseman, Leone, Pizzarotti y Quiroga. Los equipos se sorteaban apenas llegaban.

• “El día anterior al partido, Barritos cantaba un tango de [Roberto] Goyeneche por la mitad. Nunca lo terminaba, y luego decía: ‘Ganen mañana, la puta que los parió’.” (Russo).

• “En el banco nos sentábamos siempre en los mismos lugares. Y le hicimos una promesa a la Difunta Correa, a la que después le llevamos una camiseta firmada por todos.” (Leyes).

• “El más cabulero era el Coco (Basile). Veníamos de ganar y daba la orden: ‘Mañana, todo el mundo vestido igual, nadie cambia la pilcha’.” (Buglione).

• Avallay llevaba a la concentración una remera blanca que tenía estampada la imagen de Tip y Tap, las mascotas gráficas del Mundial de 1974, y dejaba en la habitación de Babington un paquete de chocolates para repartir entre todos. Además, era el último en salir a la cancha y “tenía una pulsera con una cruz en la muñeca, y me la vendaba para poder jugar”.

• Basile se dejó la barba durante la Copa de Oro del verano. “No me puedo afeitar solo porque me destrozo la cara; no tengo a mi peluquero y dejé de afeitarme, y como los resultados vinieron bien, los muchachos me pidieron que siguiera con barba, por cábala”.

• Brindisi siempre entraba al campo de juego con el pie derecho y antes de hacerlo le daba una medallita a cada uno de sus compañeros. “Y cuando iba al sorteo nos gustaba patear primero hacia la tribuna visitante y el segundo tiempo hacia la local. Nos sentíamos más fuertes. Recuerdo algunas caritas cuando perdíamos el sorteo y el referee nos ordenaba que cambiáramos de lado...”

• Buglione se ponía unas hojas de ruda macho dentro de las medias. Provenían de un brote que Ringo Bonavena le había pedido a su madre, la célebre Doña Dominga, y que había plantado en el estadio, detrás del arco que da a la tribuna local. “Y le pedía a Dios que me ayudara”.

• Larrosa volvía a ponerse el mismo calzoncillo si habían ganado el partido anterior. “Con Coco, en la concentración, todas las mañanas tomábamos mate. Yo cebaba y nos tomábamos toda la pava mientras conversábamos. El día que fuimos a jugar con Central, en Rosario, me olvidé la bombilla. Era una bombilla curva. Le pidió a Lopiano que buscara una bombilla y si no encontraba una curva, la doblara. Ganamos 5-0 y Coco puso de titular a esa bombilla nueva, no quiso saber más nada con otra”.

• Leone, cuando estaba en el banco de suplentes, usaba una gorra con visera y escuchaba la transmisión de los demás partidos en una pequeña radio portátil que pertenecía a Buglione. “Te vas aferrando, pero no ganás por eso”.

• Roganti apoyaba junto a la base de su poste derecho una medallita que le daba Brindisi antes de cada partido. Además, fue el capitán en el encuentro de la segunda rueda con River. “Pero como perdimos, nunca más”.

• Ríos se cambiaba en el mismo lugar del vestuario, viajaba en el mismo sitio en el micro y, si habían ganado, usaba el mismo calzoncillo.

• Roma se ponía una media al derecho y la otra al revés. “Y por ahí me persignaba”.

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