Unas 200 personas, desde científicos a cineastas, han estado en el punto del Atlántico norte donde yacen, desde su naufragio en 1912, los restos del Titanic. Pero —si el coronavirus lo permite— desde mayo de 2021 las tinieblas quietas del fondo marino recibirán visitantes de manera regular: la empresa OceanGate Expeditions comenzará a ofrecer inmersiones en un pequeño submarino como parte de un viaje de ocho días a un precio de USD 125.000. Ya recibió casi 40 reservas para las seis primeras expediciones, que se realizarán hasta julio, y partirán de St. John, en Terranova, Canadá, hasta el lugar de la tragedia.
Entre las personas que visitarán el Titanic, casi la mitad también se ha apuntado en la lista de futuros turistas espaciales de Virgin Galactic, un boleto de USD 250.000. Dos de ellos escalaron el Everest y varios otros estuvieron en la Antártida. Sus edades oscilan entre los 24 y los 70 años y sus países de origen son pocos: los Estados Unidos (la mayoría), Australia, el Reino Unido y China.

Las expediciones aprovecharán las temperaturas cálidas en el hemisferio norte y se ofrecerán de mayo a septiembre en la cápsula submarina Titan de la empresa con sede en Everett, estado de Washington, Estados Unidos. Cuando comiencen, llevarán seres humanos al pecio histórico por primera vez en 15 años. Caben cinco personas por inmersión, de las cuales dos serán tripulación: las otras tres disfrutarán de unas seis u ocho horas de aventura bajo el agua antes de volver a la nave central que las devolverá al puerto.

Stockton Rush, presidente de OceanGate, dijo a Bloomberg que no quiere convertir el Titanic, cuyos restos cuentan con la protección de la Unesco, en una atracción turística. De ahí que los pasajeros sean considerados “especialistas de la misión” o “ciudadanos científicos”, y se espera que colaboren con una investigación técnica del naufragio.

Rush utilizó recursos heredados, inversores ángeles y capital de riesgo en otras dos puestas en marcha del proyecto, que fracasaron —un rayo destruyó el sistema eléctrico de la cápsula; luego el vendedor de la nave principal faltó a su compromiso de entrega—, pero confía en que la tercera será la vencida. Si bien OceanGate ha realizado exitosas misiones submarinas y ha llevado a unas 300 personas a las profundidades del mar alrededor de Bahamas, Seattle y el Hudson Canyon (el cañón oceánico más grande conocido, que se ubica frente a la costa de Nueva York), el RMS Titanic es su ambición máxima.
“Existen restos mejores", dijo Rush a Bloomberg; “quizá hasta más importantes, pero la gente no los conoce y es difícil venderle algo a alguien que lo ignora”. Para que fuera rentable, explicó, necesitaba cobrar al menos USD 100.000 por boleto. “Si fuera a ser otra actividad deficitaria de alguien rico, no veo cómo podría crecer”, explicó el ingeniero aeroespacial graduado en Princeton, también master en negocios de UC Berkeley. “No llevamos pasajeros, no hacemos viajes, no ofrecemos paseos. Hacemos una expedición”.

Si bien soñaba con explorar el espacio, tuvo la epifanía de que el fondo del océano lo esperaban misterios equivalentes y cosas por descubrir, y la escala de la operación sería más accesible a su vocación emprendedora. “Rush trabajó con Boeing en un diseño temprano y luego con la Administración Espacial Aeronáutica (NASA) para crear este submarino ligero y aerodinámico de fibra de carbono, Titan, que puede llegar a profundidades de 4.000 metros (el Titanic yace a 3.800 metros)”, contó la publicación.
El primer viaje de Titan sucedió en 2018: en una única ventana de visualización, un ojo de más de 50 centímetros de ancho que se ganó el apodo de Cíclope, se pudieron ubicar dos personas para hacer observaciones. Se desplaza a una velocidad de tres nudos y desciende a razón de 55 metros por minuto, gracias a la propulsión de cuatro motores eléctricos. Entre el resto de su equipo el artículo describió luces exteriores, cámaras HD y 4K y un escáner laser.

“A bordo, el Titan está bien iluminado y la presión interna se mantiene constante; el aire interior se recicla de manera similar al de las naves espaciales. Se permiten los bocadillos y el agua, y habrá un pequeño baño disponible”, describió Bloomberg. También hay un equipo de sonido: Rush quiere pasar música en los 90 minutos de descenso.
Cada misión hará tres inmersiones, en las cuales los pasajeros (los “especialistas de la misión”) contarán con la guía de un investigador científico, mientras el piloto trabaja en la operación de Titan. Se turnarán para observar por la única ventana de visualización y cuando no les toque podrán disfrutar de vistas tomadas por las cámaras y colaborar con el manejo del sonar o el escáner laser. Por último, si lo desean podrán manejar el submarino por un rato: opera con un dispositivo adaptado de los controles de la PlayStation.

Los “ciudadanos científicos” podrán también conversar con científicos como Bridgette Buxton, arqueóloga de la Universidad de Rhode Island, o el biólogo marino Steve Ross, de la Universidad de Carolina del Norte, y el buzo especialista en el Titanic Rory Golden, entre las 50 a 60 personas que serán parte de la tripulación. Además de pagar USD 125.000, deberán someterse a una entrevista, ya que la dinámica de grupo en una expedición es crucial: no hay lugar para una prima donna cuando todo lo planeado puede cambiar debido al clima, el equipo y otros factores, explicó Rush.
Él mismo será el piloto en una de cada tres inmersiones, agregó. Espera una experiencia triste pero no macabra: “No quedan cuerpos. Hay botas y zapatos y ropa que nos muestran dónde estuvo la gente hace 100 años, y eso es muy sombrío”, dijo a Bloomberg. Más de 1.500 hombres, mujeres y niños murieron en el desastre de 1912.

Entre las cosas interesantes que se dispone a explorar se cuentan la descomposición del pecio, y documentarla. Uno de los objetivos de las expediciones es la creación de un modelo tridimensional del naufragio y del campo en el que se esparcieron los escombros, mediante tecnología de sonar multihaz, escaneo láser y fotometría. El equipo científico también espera examinar 300 especies únicas de criaturas marinas —en su mayoría, microbios— que se han identificado en el Titanic.
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