
La extinción de los mastodontes en Sudamérica, ocurrida hace más de 10.000 años, no solo representó la desaparición de una de las especies más imponentes del continente, sino también la pérdida de una función ecológica clave: la dispersión de semillas de plantas con frutos grandes.
Un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution, liderado por la Universidad de O’Higgins en colaboración con instituciones españolas, ha proporcionado la primera evidencia fósil directa del papel de Notiomastodon platensis como dispersor de semillas.
Según un informe de la Universitat Autònoma de Barcelona, este hallazgo aclara un antiguo enigma científico y revela que la extinción de estos gigantes continúa afectando la supervivencia de muchas especies vegetales.
El trabajo señala que hasta el 40% de las plantas dependientes de megafauna en Chile están actualmente amenazadas, una tasa cuatro veces mayor que la observada en regiones tropicales donde aún existen dispersores alternativos como tapires o monos. La desaparición de los mastodontes dejó una marca ecológica persistente, comprometiendo la biodiversidad y la resiliencia de los bosques nativos.
Un estudio pionero: metodología y análisis multiproxy
El equipo liderado por Erwin González-Guarda, investigador de la Universidad de O’Higgins y afiliado al IPHES-CERCA, examinó 96 dientes fósiles de Notiomastodon platensis recolectados en un amplio rango geográfico desde Los Vilos hasta la Isla de Chiloé, incluyendo restos significativos del sitio de Lago Tagua Tagua.
Para reconstruir la dieta y el entorno de estos animales, se utilizó una estrategia multiproxy, que combinó análisis isotópicos, observaciones microscópicas del desgaste dental y el estudio de cálculos fósiles adheridos a los dientes. Iván Ramírez-Pedraza, coautor del estudio, explicó que los isótopos estables permitieron reconstruir con precisión tanto el entorno como la dieta de los mastodontes.

Por su parte, Carlos Tornero, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona, señaló que la química dental ofreció una ventana directa al pasado, lo que permitió confirmar de manera concluyente la frugivoría del Notiomastodon platensis y su rol como dispersor de semillas.
Validación de una hipótesis ecológica largamente debatida
En 1982, el biólogo Daniel Janzen y el paleontólogo Paul Martin propusieron la teoría de las anacronías neotropicales, según la cual muchas plantas desarrollaron frutos grandes y atractivos para atraer a grandes animales que dispersaban sus semillas. Hasta ahora, esta hipótesis carecía de pruebas paleontológicas directas.
El estudio dirigido por González-Guarda representa la primera evidencia fósil que válida esta teoría. Según los expertos, se identificaron residuos de almidón y tejidos vegetales propios de frutos carnosos en los dientes fósiles de Notiomastodon platensis. Florent Rivals, investigador del IPHES-CERCA y especialista en paleodieta, indicó: “Esto confirma directamente que estos animales consumían frutas y participaban en la regeneración de los bosques”.
Evidencia directa de frugivoría y especies identificadas
El análisis microscópico permitió detectar residuos vegetales vinculados a frutos grandes. Entre las especies reconocidas figura la palma chilena (Jubaea chilensis), planta emblemática de los bosques del Cono Sur. La información publicada por los expertos sostiene que la dieta de Notiomastodon platensis incluía frutos carnosos, lo que refuerza su papel ecológico fundamental.
Los investigadores determinaron que estos animales recorrían grandes distancias en ecosistemas boscosos ricos en frutas, lo que facilitaba la dispersión de semillas. Esta función ecológica no ha sido reemplazada por ninguna otra especie desde su extinción.

Impacto ecológico de la extinción de los mastodontes
La desaparición de Notiomastodon platensis provocó la ruptura de relaciones coevolutivas que se mantuvieron durante milenios. Los autores utilizaron modelos de aprendizaje automático para evaluar el estado de conservación de plantas dependientes de megafauna en distintas regiones. En el centro de Chile, los resultados muestran que el 40% de estas especies está amenazado, una proporción muy superior a la de otras zonas con dispersores vivos.
Andrea P. Loayza, coautora del estudio, afirmó: “Donde esa relación ecológica se ha roto por completo, las consecuencias siguen siendo visibles miles de años después”. La pérdida de los mastodontes también disminuyó la diversidad genética y la resiliencia de las plantas afectadas.
Especies vegetales afectadas: gomortega, palma chilena y araucaria
Entre las especies más impactadas, se encuentran la gomortega (Gomortega keule), la palma chilena y la araucaria o pehuén (Araucaria araucana). Estas plantas, que dependían de los mastodontes para dispersar sus semillas, hoy persisten en poblaciones pequeñas y fragmentadas, con baja diversidad genética. Según el estudio, estos vegetales son vestigios vivos de una relación ecológica desaparecida, lo que incrementa su vulnerabilidad.
Reflexión de los investigadores: la paleontología como herramienta para la conservación
Más allá del análisis fósil, los investigadores subrayan que la paleontología ofrece claves para abordar las crisis ecológicas actuales. Comprender las funciones perdidas permite diseñar estrategias de conservación más eficaces. “La paleontología no es solo contar historias antiguas. Nos ayuda a reconocer lo que hemos perdido y lo que aún podemos salvar”, concluyó Florent Rivals.
Este estudio no solo aporta una pieza clave en el conocimiento evolutivo de los bosques sudamericanos, sino que también representa una advertencia sobre el costo ecológico de perder a los grandes dispersores de semillas y la urgencia de proteger la biodiversidad existente.
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