Invierno de 1988. Eric Cantona, en la pìel de Eric Cantona, el talentoso, carismático y polémico delantero que dejó su huella indeleble en el fútbol durante la década del 90, va junto a sus compañeros del Auxerre hacia un cartel de publicidad, a instancias de su entrenador y quien lo hizo debutar en la élite, Guy Roux. La misión: utilizarlo como “escoba” para correr la nieve sobre el césped del campo de entrenamiento, en el umbral de un amistoso ante el Bayern Múnich.
Bruno Martini, arquero del plantel, se niega a participar de la actividad, con la excusa de que no forma parte de sus obligaciones. Acto seguido, recibió el reto de uno de los integrantes del cuerpo técnico. Cantona no fue tan diplomático: enardecido, se dirigió hacia su compañero y lo castigó con un cabezazo en el tabique, que lo mandó al hospital.
2019. Eric Cantona, en la piel de Alain Delambre, un diligente ex gerente de recursos humanos que hace seis años no consigue un trabajo sólido por su edad (orilla los 60 años), es contratado por horas en un comercio. Se agacha para controlar una etiqueta cuando su jefe directo, ofuscado por la lentitud en el avance de la tarea encomendada, le aplica una patada que lo tira al suelo. Alain respira hondo, intenta controlar el fuego interior, pero las llamas lo desbordan. Se pone frente a frente con su empleador... Y le aplica un cabezazo que le rompe la nariz.
Eric es Alain y Alain es Eric, pese a que a lo largo de los 6 capítulos (alerta mini spoiler) no toque una pelota (y no porque no tenga oportunidad, sobre todo en el patio del penal) o no se levante el cuello de la camisa como lo hacía con las casacas de los clubes a los que defendió para componer su marca registrada. Genera la misma atracción magnética, incluso repite sus explosiones en el carácter.
Cantona, sí, el mismo Cantona que regaba los arcos de Inglaterra y cuya figura salvaje le dio un empujón impagable a la Premier League, es el protagonista de “Recursos inhumanos”, la serie basada en la novela de Pierre Lemaitre, una de las ficciones del momento en la plataforma de streaming Netflix.
Basta con probar poner Eric Cantona en Google para que aparezcan dos referencias: su sorprendente actuación en la serie y la brutal patada a la cabeza que le dio a un aficionado que le dedicó palabras racistas en 1995. Pero The King fue mucho más que eso. Es conductor, influencer, compositor, activista, entrenador de fútbol playa, manager... Y un genio del marketing. Porque, más allá de sus condiciones innatas para definir, de su astucia para usufructuar los espacios, para asistir; de su potencia y capacidad de liderazgo, el ex delantero supo construir un producto de su persona; los escándalos sólo le adosaron condimento. Y eso que se retiró de la práctica deportiva a los 30 años...
Eric Daniel Pierre Cantona nació el 24 de mayo de 1966 en Marsella."Mi abuelo materno era de Barcelona y luchó contra Franco hasta el amargo final. Al final de la guerra, era buscado y tenía apenas unos minutos para escapar antes de que los franquistas capturasen la ciudad. Antes, pasó a buscar a su novia y le pregunto si la seguiría. Ella aceptó. Era mi abuela. Llegaron a un campo de refugiados en Argelès-sur-Mer. Después fueron a Marsella, donde yo nací", supo narrar. Su abuelo paterno debió luchar en la segunda guerra Mundial. Tanta turbulencia, claro, tuvo incidencia en su personalidad.
Su padre, Albert Cantona, era enfermero y pintor; su madre, Éléonore Raurich, trabajaba como costurera. A los 6 años, Eric se abrazó al fútbol en el Sports Olympiques Caillollais. La curiosidad: comenzó siendo arquero (tal vez un prejuicio por su altura, alcanzó los 188 centímetros), pero su habilidad lo depositó en la faz ofensiva.
Se empezó a destacar desde joven, al punto que Niza y Auxerre batallaron por quedarse con su ficha. Decidió por este último equipo, donde se encontró con Guy Roux, al que adoptó como un segundo padre, al punto que llegó a declarar que “Francia no lo merece. Lo merece más Inglaterra”.
A los 17 años hizo su presentación en la Ligue 1, pero por distintas circunstancias le costó tiempo asentarse. Jugó en Tercera División, luego tuvo una incursión a préstamos en el Martigues (Segunda), hasta que se ganó el lugar y su destreza y particular personalidad comenzaron a llamar la atención de los grandes equipos. En 1987, de hecho, ya hizo su primera aparición en la selección absoluta de Francia, bajo la tutela de Henry Michel.
Su trayectoria continuó con su carrera ascendente: el Olympique de Marsella adquirió su pase en 1988 a cambio de 3.4 millones de euros, una cifra récord en el fútbol de su país en ese entonces. Pero su perfil díscolo empezó a aflorar, las explosiones volcánicas o sus declaraciones tumultuosas comenzaron a pesar en su currículum. Y no alcanzó una meseta de paz hasta su mudanza a Inglaterra.
Repasemos: en 1988 fue suspendido por tres meses tras una descomunal entrada con las dos piernas a Michel Der Zakarian, del Nantes. Meses después, luego de que el director técnico de Francia, no lo citara a un amistoso frente a Checoslovaquia, The King no pudo contener su verborragia. Y dijo lo que pensaba: “Michel es un costal de mierda. Mientras él sea el entrenador, no volveré a jugar para mi país”.
En enero de 1989, se enojó al ser reemplazado en un amistoso con el Olympique, se quitó la camiseta y se la arrojó a su coach. Otro punto de no retorno: terminó siendo cedido al Girondins de Burdeos.
Su raid iracundo no finalizó. Estuvo una temporada en el Montpellier, donde tuvo un cruce con su compañero Jean Claude Lemoult. Para demostrarle su disgusto, le arrojó sus botines a la cara, lo que provocó una grieta en la plantilla, entre los que lo apoyaban (con Laurent Blanc y el colombiano Carlos Valderrama a la cabeza) y quienes lo denostaban.
Luego apostó por él el Nimes, que también padeció sus cortocircuitos. En un encuentro ante el Saint Etienne, en desacuerdo con una sanción arbitral, le lanzó el balón a la cara al juez, hecho por el que fue expulsado y sancionado con un parate de cuatro partidos, que juzgó injusto. En consecuencia, osó llamar “idiotas” a los integrantes del Tribunal de Disciplina que decidió la sentencia. Grueso error: la pena se agigantó a dos meses de suspensión. Eric se aburrió de, según su óptica, verse con la lupa encima de cada uno de sus actos. Y anunció su retiro con apenas 25 años.
LA PREMER LEAGUE, SU ESCENARIO PREFERIDO
Muchos entendieron que la decisión de abandonar la actividad se trataba de una sobreactuación. Y acertaron. Michel Platini le recomendó probar suerte en la Premier League, más apta para sus condiciones, lejos de las controversias que lo persiguieron en Francia y, además, una buena plataforma para no perder ritmo ni espacio en su seleccionado. El Leeds United mostró interés y le adquirió la ficha al Nimes, sin saber que, con la transferencia, comenzaba a cincelar el apellido de Cantona en la corona de The King.
En apenas un año, ganó dos títulos (Liga inglesa y la Charity Shield), anotó 14 goles en 35 partidos y volvió a convocar la atención del mundo del fútbol sólo por su juego. Especialmente, la de una leyenda del Manchester United que, viendo su nivel y actitud a lo largo de 1992, decidió hacer su apuesta.
Alex Ferguson pidió la incorporación de Cantona, cuyo pase les costó 1.2 millones de libras (poco más de un millón y medio de dólares) a los Diablos Rojos. El ojo clínico de Sir Alex terminó reclutando a un verdadero jugador franquicia, que se erigió como capitán, rostro de la Premier y de las principales marcas y como un atacante multipropósito; capaz de aportar la cuota de gol necesaria (82 en 185 duelos), pero también de transformar en figuras a sus compañeros. En cuanto al juego no era egoísta; al fin y al cabo, sabía que las cámaras se quedarían con el cuello levantado de su camiseta y la pose altiva, de prócer.
En el United cosechó 9 títulos, batalló por el Balón de Oro 1993 (quedó detrás de Roberto Baggio y de Dennis Bergkamp en la puja), terminó ganándose una plaza en el Salón de la Fama del fútbol inglés y en varios de los listados de los especialistas que eligieron a los 100 mejores futbolistas del siglo XX.
Pero más allá de que Ferguson supo sosegar su carácter indómito, bastó una chispa oportuna para que marcara otro mojón en su nómina de escándalos. En este caso, la obra cumbre de su foja problemática.
LA PATADA DEL SIGLO
Selhurst Park, estadio del Crystal Palace. 1995. Aburrido del castigo recibido en el partido, Cantona va a disputar una pelota larga con el defensor Richard Shaw y le termina pegando, acto por el cual, tras el aviso del juez asistente y la montonera con jugadores de los dos equipos, termina recibiendo la tarjeta roja. Decide marcharse del campo, fastidioso. Hasta ahí, nada hacía presagiar el terremoto.
De repente, cuando la efervescencia por la sanción todavía no había aflojado entre los dos equipos y el árbitro, The King regresa al césped; no uno, sino dos agentes de seguridad intentan frenarlo sin éxito. El delantero salta, elástico, por encima de la baranda de la platea, cual experto maestro de artes marciales y los tapones de su botín se hunden en el pecho de un espectador.
La imagen da la vuelta al mundo, se gana un triste sitial en la historia del fútbol. La patada de Cantona pasa a ser efeméride. Cada 31 de enero, Eric vuelve a volar en cada portal, cada canal de TV, cada publicación.
La víctima de la agresión, que incluyó un golpe de puño una vez que Cantona aterrizó tras la patada, fue Matthew Simmons, un fanático del Crystal Palace. ¿Por qué él? ¿Qué generó tamaña reacción del futbolista, más allá de su reconocida mecha corta?
“Chau Eric. ¡Andate! Te bañas temprano hoy”, argumentó el aficionado que fueron las palabras que impulsaron la erupción. Ahora bien, ¿por qué no estaba en su ubicación y se hallaba junto a la baranda? “La situación justo me agarró yendo al baño. Estuve en el lugar equivocado en el momento equivocado”, aseguró en una entrevista con el diario británico The Sun, que pagó por su testimonio. Una versión a todas luces naif, más allá de la injustificable reacción de Cantona.
Bastó con que los medios europeos escarbaran un poco para llegar a la verdad: Simmons era miembro de un partido fascista, de tendencias racistas y xenófobas. Los testigos advirtieron que sus palabras habían sido otras: "Volvete a Francia, francés roñoso”. Los abogados del Manchester United insistieron que además agregó un grave insulto para la madre, también francesa, de Cantona.
El artillero fue suspendido por 9 meses, se le aplicó el máximo de la multa posible y recibió una pena de 14 días de prisión que luego mutó en 150 horas de trabajo comunitario. El aficionado no salió indemne: se dieron por probados sus insultos racistas como disparador de la reacción y sufrió una suspensión de un año para ingresar a los estadios y una multa de 500 libras. Simmons continuó negándolo: “Fue tan trivial lo que le dije que ni siquiera puedo recordarlo. No fue nada ofensivo o grosero, eso es seguro”.
Cantona nunca se arrepintió. Ya retirado, subrayó que "la patada de kung fu es algo que nadie había hecho nunca. Además, siempre es placentero pegarle a un fascista”. En otra entrevista, agregó que se arrepentía de “no haberle pegado más fuerte”.
En su primera declaración pública tras comparecer ante el comité disciplinario, Cantona se vengó de los medios, tras haber considerado que lo habían lapidado públicamente. En lugar de leer el testimonio sugerido por sus abogados, dejó una frase improvisada que se transformó en célebre: “Cuando las gaviotas siguen al barco es porque piensan que van a tirar las sardinas al mar. Muchas gracias”.
OTRO GIRO INESPERADO
En el guión espontáneo que fue escribiendo para su vida, Cantona volvió a sorprender. Harto de tener que contenerlo, tras la patada frente a Crystal Palace, Ferguson había decidido prescindir de sus servicios. Pero leal a sus principios, al ver la carnicería mediática alrededor de su figura (y en esa época no había redes sociales...) lo sostuvo.
Eric se apropió de la cinta de capitán, asumió otro rol (más asistidor) y se bordó cuatro estrellas más. El 18 de mayo de 1997, con apenas 30 años, y en buena forma, optó por guardar los botines en su caja. Ni siquiera Sir Alex logró disuadirlo de la determinación. Su foja ostenta 440 partidos oficiales, 165 goles y 14 títulos.
“He sido futbolista profesional durante 13 años, es demasiado tiempo. Me gustaría hacer otras cosas en mi vida. Siempre he meditado retirarme cuando estuviera en lo más alto, y con el Manchester United he llegado a la cima de mi carrera”, se excusó.
Fue ahí que nacieron los otros Cantona. En realidad, un poco antes. En 1995 ya había debutado como actor en la película “La alegría está en el campo”; una comedia en la que comenzó con un papel menor. En 1998 interpretó a un embajador francés en el film de época “Elizabeth”, basado en los primeros años del reinado de Isabel I de Inglaterra, que tuvo siete nominaciones al Oscar (incluyendo el rubro mejor película) y ganó uno (mejor maquillaje).
A partir de allí edificó una respetable carrera en la escena, con un pico en 2009 cuando, bajo la tutela del afamado director Ken Loach, coprotagonizó la multilaureada película “Buscando a Eric”, en la que actuó de sí mismo, aunque en la función de la “voz de la consciencia” de un fanático del United en crisis. Su nombre llegó a Cannes. Había dejado de ser un ex futbolista simpático que jugaba a ser actor. Era actor; hoy ya cuenta con intervenciones en más de una veintena de películas o programas de TV.
También participó en videoclips, por ejemplo, con Liam Gallagher, quien lo elogió tras haber contado con él: "Estoy absolutamente emocionado por tener a Eric Cantona, el último futbolista del rock and roll, como estrella de mi nuevo video”.
¿Cómo llegó al papel que le devolvió altos niveles de popularidad en “Recursos Inhumanos” y que le valió la crítica celebratoria de los expertos? Lo contó el director de la serie, Ziad Doureiri, en diálogo con La Tercera de Chile.
“Aunque no lo crean, yo no lo conocía. No veo fútbol. Estábamos buscando a alguien para interpretar el personaje principal y un día vi la foto de Eric Cantona en una revista. Le pregunté al jefe de casting quién era y me respondió que había sido un futbolista muy famoso y que también actuaba desde hace unos años. Me pareció que su rostro encajaba perfecto con lo que yo quería y le pregunté al jefe de casting que opinaba la gente de él: me contó que provocaba reacciones encontradas, algunos lo amaban y otros lo odiaban”, prologó la primera impresión.
“Arreglamos una reunión: tomé el tren, fui hasta el sur de Francia, Cantona me fue a buscar a la estación y luego condujo su auto. Conversamos bastante. Fue un gran encuentro. No me pareció que encajaba totalmente con lo que me habían descrito. Fue humilde, a veces incluso se mostró inseguro y todo eso me gustó mucho. Eso sí, en principio se mostró reticente a que le pidiera una prueba de casting. Me dijo que no quería que la cadena televisiva decidiera. Lo que hice a la larga fue confiar en mis sentimientos y no tanto en mi cerebro ni en lo que los otros me dijeran. Comencé a ensayar con él todos los fines de semana y para eso tenía que desplazarme a Portugal, pues él vive allá. Fue fantástico. Es un tipo muy disciplinado y jamás tuve que darle una instrucción sobre cómo actuar. Se deja guiar por sus instintos y todo le sale muy, muy natural. Es capaz de mostrar muy bien su costado frágil cuando actúa. Es algo que no todos esperan en alguien así”, completó el realizador.
LAS MIL VIDAS DE CANTONA
Pero hay más detrás de la mirada hosca que devuelve el afiche de la serie, el goleador con estilo o el coleccionista de escándalos. El personaje ofrece otras capas. Está el Cantona compositor. Sí, The King escribe canciones para su segunda esposa, la artista francesa de origen argelino Rachida Brakni, a quien conoció en el set de filmación. “Eric ha creado canciones que hablan de mí”, se emocionó.
Está el Cantoná entrenador de fútbol playa (supo hacerse cargo del seleccionado nacional junto a su hermano e incluso también jugó tras su retiro de la cancha de 11) y el manager (se hizo cargo del Cosmos de Nueva York entre 2011 y 2014).
También está el Cantona conductor y entrevistador. Y el influencer, zumbón e irónico en las redes sociales. Capaz de disfrazarse para burlarse del peinado de una estrella (“Neymar style... spaghetti al dente!”, escribió, munido de una peluca) o de denunciar que Messi no pertenece a este planeta: "Tal vez revelará accidentalmente su forma alienígena cuando dos tentáculos caigan de su pantalón”.
Y está el Cantona de siempre, el provocador que se anima a salir desnudo en la revista Elle de España, el que asegura que no tiene (ni necesita) teléfono móvil, o el activista social que en 2010 generó un sismo en Francia con una propuesta que hizo pública y encontró adeptos. “La revolución es muy fácil de hacer. hoy. ¿Qué es el sistema? El sistema está basado en el poder de los bancos, gira alrededor de los bancos. Se debe destruir comenzando por los bancos. Si hay un montón de gente retirando el dinero, el sistema colapsará. Sin armas, sin sangre ni nada de eso”, planteó.
En plena crisis por los refugiados en Europa, Eric realizó una proposición de profunda sensibilidad: “¿Vamos a hacer guerras por razones económicas y luego, cuando la gente huye de su país porque es un desastre, no somos capaces de recibirles? Estaría bien que todos estuviéramos dispuestos, los 65 millones de franceses”.
Quirúrgico, cada aparición pública suya resulta un acontecimiento. O, al menos, no pasa inadvertida. Sucedió en 2019, cuando recibió el premio Presidente de la UEFA en la gala del sorteo de la Champions, en Mónaco. Allí pronunció un discurso extraño, que rápidamente se transformó en viral.
“Nosotros somos para los dioses lo mismo que las moscas para los niños. Nos matan por deporte. Pronto, la ciencia no solo será capaz de frenar el envejecimiento de las células, sino que también las reparará y así seremos eternos. Solo los accidentes, los crímenes, las guerras nos matarán, pero desafortunadamente los crímenes y las guerras se multiplicarán. Amo el fútbol. Gracias”, firmó, ante la mirada incrédula de Messi y Cristiano Ronaldo.
“Mi vida es así. Mi vida está hecha de cosas que son apreciadas, y de cosas que no; cosas buenas, malas pero… ¿Qué está bien y qué está mal? Sólo necesitamos asumirlo y seguir adelante. Mi vida es así. Dónde estoy hoy es el resultado del camino que he tomado. Si no hubiera vivido todo eso en mi vida, no estaría donde estoy hoy” dio una probada de su filosofía en una entrevista. Un Eric Cantona auténtico, en la piel de todos los Eric Cantona que habitan el mismo cuerpo.
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