“A mí me gusta mucho administrar y gestionar, tuve un gran maestro para esto que me enseñó que no hay manera de poder sobrevivir ni como político ni como empresario si uno no administra y gestiona”, dijo Cristina Kirchner, y nadie se perdió la alusión a su esposo. En particular Daniel Scioli, quien fue vice de Néstor Kirchner, sentado en la primera fila y blanco, por elevación, de una crítica de tono similar a las que la actual vice le deparó al ex ministro Martín Guzmán.
El acto en General Rodríguez inauguraba la construcción de una fábrica de maquinaria agrícola de AGCO, una empresa estadounidense de importancia que había enviado en su representación nada menos que a su presidente y CEO, Martin Richenhagen. Pero la atención de los presentes se centraba en la presidenta y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que estaban en Modo Pimpinela, y ni los USD140 millones de inversión ni los 3.500 tractores que se producirían por año cambiaron el foco.
Kirchner pidió que “todos los argentinos y todas las argentinas, y los gobernantes, intendentes, gobernadores” reflexionaran sobre un punto, que con el tiempo volvería en forma de lapicera: “Que lo importante es trabajar, gestionar y no creer que la realidad se hace a partir de operaciones o de novelas, de cosas que no existen en realidad”.
Scioli había ido preparado para el cachetazo: era la primera vez que se encontraba con la presidenta desde el comienzo de la crisis bonaerense, por la cual debió fraccionar el aguinaldo en cuotas, lo cual hacía que aquel miércoles y el jueves siguiente hubiera paro de trabajadores estatales. Kirchner ya lo había acusado: “Deben cesar las operaciones. Esta presidenta no se deja operar”, dijo en cadena nacional. “Deben aprender todos a gestionar los recursos con la misma responsabilidad que lo hace la presidenta”.
Ahora, nuevamente en cadena nacional, pero directo a la cara, le dijo: “La Nación le ha transferido a la provincia de Buenos Aires $400.000 millones” desde 2003. “Una cifra inédita”. Abundó en precisiones y comparó el cheque de Scioli con los que recibían los gobernadores de las provincias del norte argentino. El actual ministro de Desarrollo Productivo de Alberto Fernández se mantuvo imperturbable y en silencio.
Cuando la presidenta terminó de hablar bajó, contenta y luminosa, y se sacó fotos con 20 niños que le entregaron una rosa blanca cada uno. Luego se acercó a la primera fila y saludó, en general con abrazos, pero a Scioli no le tocó uno.
El gobernador se retiró discretamente y volvió a La Plata en helicóptero: tenía que ocuparse del problema de los aguinaldos y seguir el paro por 48 horas que acababa de empezar. No funcionaban las escuelas, los hospitales, las oficinas públicas ni los juzgados; aquí y allá brotaban cortes de ruta sorpresivos.
Los empleados de la Legislatura y los judiciales cobrarían el aguinaldo entero, por lo cual retomarían sus actividades. Pero los demás —crucialmente, los docentes, que educaban a 4,5 millones de estudiantes— seguían afectados por las cuotas. Roberto Baradel, de Suteba y la CTA Buenos Aires, precisó que los beneficiados eran “sólo el 10% de los estatales: falta solucionar la situación de unos 530.000 trabajadores”.
El Colegio Nacional de Buenos Aires se sumó a la toma estudiantil que el día anterior había comenzado en la Escuela de Comercio Carlos Pellegrini. Los dos centros de estudiantes de los secundarios de la UBA protestaban así por la situación de los buffets: en el Pellegrini se había suspendido en diciembre, en el Buenos Aires estaba en manos privadas. Tenían también otros reclamos, como la gestión de una fotocopiadora y el despido de un anciano portero sin acceso a la jubilación.
El Mediterráneo confirmaba su primacía como ruta más letal para los refugiados: 54 personas de Eritrea y Somalia, que intentaban llegar a las costas de Italia desde Libia, murieron en el mar, a la deriva y desesperados de sed; sólo sobrevivió un joven de 25 años. Otras 51 personas fueron rescatadas a la noche, en el sur de Sicilia, cuando la guardia costera que buscaba sobrevivientes de la primera barcaza —no los habría— encontró otra.
Claudia Lapacó, Daniel Fanego, Lorena Vega y Emilio García Wehbi recibieron los principales premios María Guerrero en el Teatro Nacional Cervantes. En los Estados Unidos, LeBron James, Lionel Messi, Floyd Mayweather, Novak Djokovic y Maria Sharapova se destacaron entre los que merecieron los ESPY, premios a la excelencia deportiva.
Las noticias deportivas argentinas eran más bien judiciales: el Tribunal Oral 6 absolvió a Rafael Di Zeo y otros 14 barrabravas de Boca en una causa por asociación ilícita. El caso derivaba del enfrentamiento entre las facciones de Di Zeo y la de Mauro Martín, que habían recibido la prohibición judicial de ir a la cancha por seis meses. En la puerta de los tribunales, los hinchas de Di Zeo prometían volver, inconfundibles: “A todos los traidores los vamos a matar”.
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