De restaurar su alcancía a los cuatro años a devolverle la luz original a Mar del Plata: la mujer que rescata la belleza del olvido

Federico, el hermano de Costanza Adhiecci, dice que es restauradora gracias a él y al pelotazo que le dio a su alcancía. Nacida en Mar del Plata y formada en Florencia, Italia, elige su ciudad para trabajar en la reparación de piezas escultóricas o bienes de interés patrimonial. Las farolas de la rambla Bristol, la última obra de la directora de restauración de monumentos históricos

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Costanza Adhiecci en acción: con su equipo de trabajo arregla las farolas de doble luminaria de la plazoleta Armada Argentina, entre los edificios del Hotel Provincial y el Casino Central (Fotos Christian Heit)
Costanza Adhiecci en acción: con su equipo de trabajo arregla las farolas de doble luminaria de la plazoleta Armada Argentina, entre los edificios del Hotel Provincial y el Casino Central (Fotos Christian Heit)

Los clichés son situaciones usuales, prácticas comunes que no sorprenden. La escena es un cliché del imaginario popular argentino: un niño inquieto improvisa unos penales en un espacio minado de objetos frágiles, un desvío desafortunado y previsible provoca que algo caiga, el ruido es acusatorio, hay algo roto, hay un castigo, un arrepentimiento y un lamento. El tiempo hizo su magia: convirtió el drama en comedia y contribuyó a que el cliché sea la raíz de una vocación. Hoy Federico le dice a su hermana dos años menor, Costanza, que es lo que es gracias a él y a su torpe acto de travesura.

Lo que había caído y se había roto era una alcancía que le habían traído de Disney, algo que desde su Mar del Plata natal y a sus cuatro años de edad presumía como un destino extraterrestre. El valor de la pieza de cerámica se medía en su carga emotiva. No retiene en su memoria qué personaje infantil estaba ilustrado en el objeto. Lo que recuerda es que “la tiró y la rompió sintiendo muchísimas culpa porque sabía lo que representaba para mí”.

Hizo, entonces, lo que aún hoy hace: juntar las partes rotas, guardarlas, clasificarlas, analizarlas y estudiar cómo devolver las cosas a su estado original. Lo relata, cuatro décadas después, sentada en un escalón de la rambla Bristol, a la sombra del Hotel Provincial, con el inmenso e idéntico Casino Central de frente, contemplando de reojo su trabajo realizado. “Guardé las partecitas en una caja de zapatos -rememora-, las puse después sobre la mesa porque eran muchas y las numeré para saber de qué modo tenían que ser ubicadas para que puedan encastrar. Estuve mucho tiempo con eso y lo logré”.

En total debió restaurar veinte farolas de la rambla Bristol: doce a la altura de los lobos marinos y ocho dobles en la explanada
En total debió restaurar veinte farolas de la rambla Bristol: doce a la altura de los lobos marinos y ocho dobles en la explanada

Lo que hizo con la alcancía hace con Mar del Plata. Por sus manos pasaron el primer monumento conmemorativo de la ciudad, el monumento a Cristóbal Colón emplazado en el 1900, el monumento a José de San Martín, el paseo de las farolas de Plaza Mitre de la antigua Rambla Francesa, la fuente de plaza Rocha en hierro fundido francés traído en 1909, el monumento al Quijote en plaza España, los Perros Perdiceros de plaza San Martín, el Copón Medici en mármol de Carrara importado de Florencia en 1903, la Venus de Milo en Plaza Colón, la Mujer Bañándose y Diana la Cazadora, réplicas de obras que se exponen en el Museo del Louvre y que custodian las plazas marplatenses desde hace más de un siglo.

Constanza Adhiecci es su patrona, su guardiana, su protectora. Sonríe de timidez pero le gusta que le digan así. No sabe el cálculo exacto pero dicen que recuperó más de cien esculturas de Mar del Plata en los últimos siete años. Cuando no atiende los hechos de vandalismo, se dedica a recuperar el estado original de las piezas escultóricas que integran el patrimonio municipal. Asume un laborioso plan por rescatar la belleza del olvido: una centinela del acervo cultural y escultórico de la ciudad que viste de mameluco azul, que tiene el pelo recogido, pinceles y pinzas en los bolsillos, la piel manchada de pintura y un fervor por enseñar que las palabras rebalsan su boca.

Lo que mira ahora es su última obra restaurada. La responsable del cuidado y preservación del patrimonio escultórico y los bienes de interés patrimonial del municipio está sentada en un espacio que es jurisdicción del gobierno provincial, que fue declarado patrimonio histórico nacional por el decreto 349 de 1999 y que además -dice- es Mar del Plata. No debe haber estadísticas: pero la postal más fotografiada de la ciudad es la obra de Alejandro Bustillo de 1939, la rambla Bristol, la explanada que une los edificios hermanos del casino y el hotel, la plazoleta Armada Argentina, las escalinatas a la playa, los lobos marinos de José Fioravanti.

Costanza Addiechi es directora de Restauración de Monumentos Históricos de la Municipalidad de General Pueyrredón hace siete años
Costanza Addiechi es directora de Restauración de Monumentos Históricos de la Municipalidad de General Pueyrredón hace siete años

Lo que hizo Costanza es modificar de manera integral el paisaje, el espacio identitario por excelencia de la ciudad. Restauró las farolas. Le demandó dos etapas. La primera, estrenada en el verano pasado, consistió en la restauración de las ocho farolas de doble luminaria de más de cinco metros de altura y más de 500 kilos, proyectadas por el arquitecto Alejandro Bustillo dentro de la formación de la bahía Bristol. “Inicialmente estas farolas estaban dispuestas de tal manera que crearan un círculo de luz para alumbrar un obelisco de catorce metros de altura que iba a ser el monumento conmemorativo a la finalización de las obras. Ese obelisco nunca se llegó a construir y en 1972 se emplazó el monumento al Almirante Brown”, aporta.

Había solo dos farolas en pie y no funcionaban. Las otras habían sido extraídas a la primera advertencia. “Los procesos de corrosión de los anclajes fueron cediendo a lo largo de los años, se fueron debilitando, se fueron cayendo y representaban un riesgo. Empezaron a ser retiradas. Todo lo que llega es preservado. Los monumentos, las piezas escultóricas o de interés patrimonial o cualquier pieza con valor histórico es un documento único de la historia de Mar del Plata. Es un tema que abordamos con absoluta responsabilidad y compromiso para que pueda seguir contando la historia de nuestra ciudad”.

Reparó las farolas de doble luminaria y las dispuso en su ubicación original: un halo de luz que iluminara al monumento central. Esa mitad del plan de obra fue presentado en enero de 2022. El plano de Bustillo disgrega otras en los brazos de la rambla, más cerca del mar. Había que completar el trabajo de intervención. La autorización del gobierno provincial y la comisión nacional de monumentos no demoró. Había otras doce farolas por recuperar. “Seis hace más de tres décadas que no estaban: hemos ido juntando las partes a lo largo del tiempo. Y las otras seis se encontraban en muy mal estado de conservación, con proceso de corrosión muy avanzado, acrecentado con la cercanía con el mar, y no funcionaban. Nuestro trabajo fue retirar estas seis que estaban emplazadas, llevarlas al taller de herrería y comenzar la restauración de las 228 piezas que integran estas doce farolas”, relata.

La restauradora en su taller y las luces encendidas de las farolas proyectadas por el arquitecto Alejandro Bustillo
La restauradora en su taller y las luces encendidas de las farolas proyectadas por el arquitecto Alejandro Bustillo

A falta de las farolas, a la rambla la iluminaban reflectores modernos que el arquitecto no había concebido en su proyecto original. Los últimos resabios de las farolas en funcionamiento datan de hace más de treinta años. Desde entonces, el sitio más convocante de la ciudad devuelve un aura tosco. El encendido simbólico del lunes 9 de enero de 2023 a las ocho de la noche es, dice Costanza, “un pequeño aporte que hacemos para la construcción de la identidad cultural de la ciudad”. La luz es cálida, de época, y emerge de unos faroles blancos, de época. Pasaron 85 años desde que el arquitecto pensó en ocho farolas dobles en círculo y en doce farolas en línea para iluminar a la nueva rambla de la bahía Bristol y es como si no hubiese transcurrido el tiempo.

Cada farola tiene 19 piezas y un profundo grado de degradación. Cada pieza tiene su propia fase de herrumbre, las capas de pintura que vestían el óxido. Hubo que quitar con pulso quirúrgico cada rasgo de intervención para trabajar con el material al desnudo. En el taller de herrería del departamento de alumbrado público del Ente Municipal de Vialidad, diagnosticó las heridas de cada pieza con un microscopio digital. Estudió sus patologías para identificar qué procedimiento de intervención le correspondía a cada farola: la restauración o la reconstrucción. El trabajo se completa con el ensamblado, el traslado y la instalación.

“Más allá de la intervención técnica de la farola como piezas históricas, me parece muy simbólico devolverle la luz a un espacio tan emblemático de Mar del Plata, la postal de la ciudad en el país. Poder visibilizarla, darle su luz original es una gran satisfacción para el equipo y la municipalidad”, expresa. “Tenemos la responsabilidad de rescatar estas piezas del olvido, de no naturalizar el abandono de estos documentos que son testimonios únicos de la historia de Mar del Plata, parte de nuestra identidad cultural”. Aunque admite, en su condición de marplatense nativa, no haberse sacado nunca una foto con los lobos de Fioravanti, los distingue como suyos: “Tenemos que aprender a cuidar lo nuestro, porque está probado que uno cuida lo que conoce”.

El lunes 9 de enero de 2023 será recordado como el día en que el punto más icónico de Mar del Plata volvió a brillar con su luz original (Fotos Christian Heit)
El lunes 9 de enero de 2023 será recordado como el día en que el punto más icónico de Mar del Plata volvió a brillar con su luz original (Fotos Christian Heit)

Por eso lo que hace lo difunde, lo que restaura lo cuenta. Entendió que si ella no educaba, las esculturas históricas de la Mar del Plata de mediados del siglo pasado estaban condenadas a la invisibilización. En paralelo a la intervención técnica, dedica su tarea a la promoción de la conservación: “Escribí un programa educativo patrimonial que alcanzó a colegios e instituciones educativas y llegamos a miles de chicos al año difundiendo la historia y el patrimonio de Mar del Plata”.

El encendido de las farolas de Bustillo es solo un estímulo para seguir embelleciendo la ciudad. Sus próximos proyectos son la creación de un nuevo espacio público en la plazoleta donde el 10 de febrero de 1961 se incendió y derrumbó el mítico Club Mar del Plata y la reconstrucción de las balaustradas de la escalera imperial, último testimonio del Paseo General Paz que Carlos Thays diseñó en 1903. Lo que empezó con una alcancía que pegó con plasticola a los cuatro años ahora es una pasión que la desborda. “Se me empezaron a despertar las ganas de reconstruir todo aquello que se rompiera. Es un poco una actitud frente a la vida. No escapa a mi profesión: es consecuencia de quién soy. Siempre pienso que puede haber algo mejor, que algo se puede reconstruir, que se puede exaltar el valor original de cada situación”.

A los catorce años estudiaba densos libros de química de la restauración que ahora lee y no puede entender cómo le interesaba. Jugaba, hacía pruebas, rompía cosas para reconstruirlas. Estudió arte en la Universidad de Mar del Plata. Se especializó en restauración. Se formó en Florencia, Italia. Consiguió becas. Cursó una maestría en patrimonio en la Facultad de Arquitectura, donde acaba de terminar una maestría en intervención de patrimonio. Trabajó en otras ciudades del mundo pero siempre está en Mar del Plata, restaurando lo que cae en el agujero del olvido.

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