Histórico: en 1973, Perón envió dos emisarios para advertir a Allende sobre la conspiración de Pinochet

El que luego sería dictador de Chile de 1973 a 1990 había sido nombrado al frente del Ejército poco antes por su imagen de militar leal a la institucionalidad. Las advertencias del líder justicialista fueron desoídas

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Salvador Allende y Juan Domingo Perón
Salvador Allende y Juan Domingo Perón

El 11 de septiembre de 1973, el pueblo chileno vivió una experiencia que estremeció al mundo entero. Un golpe militar, encabezado por el general Augusto Pinochet, derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende, el primer presidente marxista en llegar al poder mediante el voto popular y el primero en tratar de establecer un camino no violento hacia un Estado socialista.

A 50 años de ese acontecimiento, Juan Manuel Abal Medina, el hombre que coordinó el operativo retorno del líder justicialista a la Argentina en 1972-73, revela: “Perón le envió dos emisarios al presidente chileno, con ocho días de diferencia, avisando de que la conspiración estaba absolutamente en marcha y que la encabezaba Pinochet”.

El general Augusto Pinochet juntos a Salvador Allende. el presidente chileno lo creía un militar leal a la democracia
El general Augusto Pinochet juntos a Salvador Allende. el presidente chileno lo creía un militar leal a la democracia

Las políticas del gobierno socialista

Repasemos los ejes de su programa. La gestión Allende se caracterizó por defender proyectos tales como:

1) La nacionalización de la minería del cobre y la banca, un producto esencial de la economía chilena.

2) La reforma agraria. La mayor parte del terreno cultivable de Chile estaba formado por latifundios en manos de un puñado de familias.

3) Las reformas sanitarias, sociales y educativas como la universidad pública.

4) Una política de integración latinoamericana.

Salvador Allende, primer presidente socialista de Chile. Aquí junto a Fidel Castro en 1971
Salvador Allende, primer presidente socialista de Chile. Aquí junto a Fidel Castro en 1971

Vale recordar que en las elecciones, el frente Unidad Popular que encabezaba Salvador Allende había obtenido un 36,6 % de los votos; es decir que, aunque el Parlamento lo consagró presidente, no contaba con una mayoría categórica en la opinión pública, como para emprender trasnformaciones tan drásticas en el país.

Sus medidas sociales chocaron tanto con las clases dominantes chilenas como también con los sectores moderados de la sociedad. En estos últimos predominaba la Democracia Cristiana, que tenía como referentes al expresidente Eduardo Frei Montalva y a Patricio Aylwin, quien luego sería el primer mandatario de la restauración democráctica en 1990. Ambos condujeron a su partido al momento más abyecto de su historia cuando avalaron, ante Chile y el mundo, el golpe de estado de 1973.

Salvador Allende asiste a la asunción de Héctor Cámpora, en marzo de 1973
Salvador Allende asiste a la asunción de Héctor Cámpora, en marzo de 1973

Con el triunfo de Allende, la clase dominante creó Patria y Libertad, una agrupación paramilitar de extrema derecha que pretendía, entre otras cosas, que el Congreso no eligiera a Allende como presidente de la República después de su victoria en 1970. Este objetivo no se alcanzó, a pesar de haber asesinado al comandante del Ejército, el general René Schneider, un militar constitucionalista, entre otros hechos violentos destinados a crear un clima de inestabilidad y evitar la nominación del presidente socialista.

El flamante gobierno se vio dificultado por el accionar de estos sectores políticos pero también por las posiciones extremistas de algunos de sus propios aliados de la Unidad Popular, como fue el caso del secretario general del Partido Socialista chileno, Carlos Altamirano, quien pidió una profundización del proceso. Asimismo, durante los tres años del gobierno, exigió la expropiación de fábricas y la creación de milicias populares. Muchos militantes de la UP lo señalan como uno de los responsables del golpe, por sus posiciones provocativas hacia los sectores reaccionarios, sin contar con la fuerza necesaria para resistir un futuro golpe militar.

Salvador Allende, su esposa, Hortensia Bussi, y el líder socialista Carlos Altamirano
Salvador Allende, su esposa, Hortensia Bussi, y el líder socialista Carlos Altamirano

Mientras Allende intentaba la pacificación nacional a través de un plebiscito sobre su continuidad, el referente del Partido Socialista aseguraba que Chile se convertiría en el próximo Vietnam de Latinoamérica.

La política exterior de Allende

Allende consideró a las relaciones de amistad con los países socialistas de Europa Oriental, Asia y América Latina como un pilar fundamental de su política exterior. Por el contrario, Estados Unidos no vio con buenos ojos este nuevo gobierno. El presidente chileno destacó su oposición al imperialismo norteamericano, sin llegar a romper la relación con el país del norte.

En cuanto a nuestro país, cuando asumió Allende, la Argentina estaba gobernada por una dictadura militar liderada por Marcelo Levingston, luego reemplazado por Alejandro Lanusse. Pese a las enormes diferencias ideológicas, Allende no rompió relaciones con la Argentina e incluso mantuvo una reunión bilateral con Lanusse el 21 julio de 1971, en la ciudad de Salta. En mayo de 1973, con el triunfo del peronismo en las elecciones, las relaciones entre la Argentina y Chile mejoraron notablemente.

Salvador Allende junto al presidente argentino de facto Alejandro Agustín Lanusse en la provincia de Salta, en 1971
Salvador Allende junto al presidente argentino de facto Alejandro Agustín Lanusse en la provincia de Salta, en 1971

La conspiración en marcha

El 4 de marzo de 1973, se llevaron a cabo en Chile elecciones parlamentarias en las que se eligieron senadores y diputados. La Confederación de la Democracia, formada principalmente por el Partido Nacional y los progresistas Demócratas Cristianos, obtuvo un triunfo, pero no alcanzó los dos tercios necesarios en el Senado para destituir al Presidente. Por su parte, el oficialismo obtuvo 43,3%, superior al 36,3% que había alcanzado Allende en las presidenciales de 1970.

Tras el fracaso en las urnas, los opositores a Allende incitaron a las Fuerzas Armadas para que le realizara un golpe al gobierno. La agrupación de derecha, Patria y Libertad, ejecutó cientos de atentados con bombas en todo Chile y asesinó al edecán naval del Presidente, almirante Arturo Araya, que era visto como obstáculo para el futuro golpe por parte de los marinos conspiradores, entre los que se destacaba el almirante José Toribio Merino.

En este clima de tensión, se produjo una sublevación militar el 29 de junio de 1973 contra el gobierno de la Unidad Popular, conocido como “El Tanquetazo”. Fue sofocado por las propias Fuerzas Armadas alrededor de las 11 horas, luego de que el Comandante en Jefe del Ejército, general Carlos Prats, verificara la rendición de los soldados. No obstante, en los meses siguientes se eliminó o se neutralizó a los militares leales. El 23 de agosto, los golpistas lograron la renuncia del general Prats como jefe del Ejército chileno, que le sugirió a Allende que nombrase a Pinochet como su sucesor, ya que había de su parte numerosas pruebas de lealtad al gobierno democrático.

El general Carlos Prats y Salvador Allende
El general Carlos Prats y Salvador Allende

Los emisarios que envió Perón a Allende

Juan Manuel Abal Medina aportó el dato histórico de la gestión discreta del inminnente presidente argentino para advertir a su par chileno: “Perón le envió dos emisarios a Allende, con ocho días de diferencia, diciendo que la conspiración estaba absolutamente en marcha y que la encabezaba Augusto Pinochet”. El último secretario general del Movimiento Peronista no hizo nombres, pero contó que el presidente chileno tomó nota del mensaje, pero desestimó su gravedad. “Allende era muy complicado en el trato y además no tenía simpatía con el peronismo”, dice Abal Medina. En aquel momento, el primer mandatario chileno pensaba que Pinochet no lo traicionaría y que era incuestionable en su lealtad al gobierno. Por el contrario, creía que se trataba de una cuestión de la Argentina, que buscaba transmitir información falsa.

El golpe final

Allende designó a Pinochet como comandante en jefe del Ejército e ignoró que era un ferviente anticomunista, un hombre astuto y ambicioso, que supo aprovechar la oportunidad. Si bien en un principio se había mostrado reticente al levantamiento y no había participado en la organización, a último momento se sumó al golpe, como bien le había advertido Perón. Comandado por el jefe de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, el almirante Merino y el propio Pinochet, el 11 de septiembre por la mañana, las fuerzas navales tomaron el control de Valparaíso y, cuando Allende fue notificado, se dirigió al Palacio de La Moneda, la residencia del Presidente, para dar instrucciones y defender su gobierno. La cúpula militar exigió la renuncia del primer mandatario, asegurando que, de lo contrario, el palacio de gobierno sería bombardeado. “Yo no voy a renunciar. La historia es nuestra, y la hacen los pueblos”, anunció Allende por radio, a las 9 de la mañana. “Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, concluyó, de forma premonitoria.

Una de las últimas imágenes de Allende, con casco y fusil, entrando al Palacio de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973
Una de las últimas imágenes de Allende, con casco y fusil, entrando al Palacio de la Moneda, el 11 de septiembre de 1973

Las últimas 50 personas leales a Allende se reunieron en el palacio para hacer frente al ataque. A las 11 de la mañana comenzó el bombardeo sobre el palacio presidencial. El Presidente esperaba que una fracción del Ejército se mantuviera leal y acudiera en su ayuda. El líder del MIR, Miguel Enriquez, se ofreció a rescatarlo del asedio, pero Allende se negó. En vano, también esperó que desde los cordones industriales de Santiago de Chile acudieran para ayudarlo, pero nada de eso ocurrió. Cuando se vio acorralado, a las 13:40, el Presidente exclamó: “Allende no se rinde, mierda!”, antes de dispararse con un fusil AK-47 en la barbilla, una metralleta que le había regalado Fidel Castro.

La condena de Perón al golpe

Consumado el golpe, Perón aseguró, desde su residencia en Gaspar Campos, que se trataba de una calamidad para el continente. “El gobierno elegido por el pueblo ha sido derrocado y nosotros apoyamos y defendemos los procesos democráticos, los gobiernos representativos. No podemos sino estar entristecidos por lo que ha pasado en Chile”, declaró. “Allende no ha fracasado por él, lo han hecho fracasar los apresurados”, sentenció el General. Los mismos que luego intentarian jaquear su propio gobierno.

Con el inicio de la dictadura, miles de personas fueron detenidas , ejecutadas, y hubo cientos de desaparecidos. A diferencia de Argentina, los “apresurados” chilenos han asumido públicamente su responsabilidad en la agudización de las tensiones y los enfrentamientos internos que facilitaron la tarea de los golpistas.

El bombardeo al Palacio de la Moneda
El bombardeo al Palacio de la Moneda