Rencores: el antiperonismo permanente

Ellos confrontan el recuerdo del mejor momento de un pueblo con el resentimiento de una minoría que arrastra golpes y sangre detrás de palabras solemnes como libertad y democracia

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Juan Domingo Perón
Juan Domingo Perón

El peronismo fue un momento de la historia de un pueblo, un breve tiempo donde participaron todos, en el que se cometieron errores y excesos como sucede en toda rebeldía que arrastra las cicatrices de la injusticia. Fue sólo una etapa y terminó con la vida de su jefe, luego vendría su uso convertido en un recuerdo rentable. La derecha necesitó usurparla para sentirse mayoría y también la izquierda. Sin embargo, algo siempre queda de su impronta que las traiciones no modifican. Del otro lado está el odio de los que sueñan un país para pocos, una patria sólo para ellos, es el antiperonismo, una limitación mental de quienes no soportan la justicia social. Inventaron las fábulas de las barras de oro que Perón habría repartido. Una metáfora de la impotencia que explica la injusticia.

Los gorilas fueron duros y sangrientos, mataron en el primer golpe desde aviones, en los basurales o en las penitenciarías como para dejar en claro que derrocaban un pueblo que no tenía un muerto sobre sus espaldas, derrocarían también a Frondizi y a Illia y finalmente asesinaron a miles.

La democracia argentina fue radical primero, peronista después, tuvo socialistas y conservadores, pero demasiados gorilas, gente que no cree en la democracia porque no está dispuesta a aceptar ninguna variante de justicia social.

El antiperonismo es la expresión de una minoría no dispuesta a compartir ya nada, una minoría que desde el último golpe nos llevó del 4 por ciento al cincuenta por ciento de pobreza. La Argentina tiene tres problemas graves, la concentración económica, la desnacionalización de su economía y la atroz injusticia de su distribución, ninguno de ellos existía antes de la dictadura.

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Podemos debatir si es una decadencia casual o pensada, pero no dudamos acerca de la atrocidad de la caída. Se puede decir que el peronismo fue un recuerdo vulnerado y degradado pero debo aceptar que en cualquier confrontación sigue siendo portador de una voluntad justiciera en simetría con los opresores que arrastran la memoria de los golpes y dicen reunirse para impedir que la historia no genere ningún cambio.

El peronismo es una etapa, sin embargo el antiperonismo es permanente. Ellos confrontan el recuerdo del mejor momento de un pueblo con el resentimiento de una minoría que arrastra golpes y sangre detrás de palabras solemnes como libertad y democracia, dos conceptos que no soportan la desmesura de la codicia.

Hubo tiempos -no hace tanto- que de Italia nos llegaba Umberto Eco, Giorgio Agamben entre tantos otros y de España Fernando Savater, ahora un neofascista nos quiere internacionalizar los odios y una franquista nos explica el mundo, ambos dan catedra de moral ignorando la pobreza. El libre comercio en un exceso abrió la importación de gorilas, como si no sobrara con la producción autóctona. El peronismo fue una etapa de nuestra historia que echó raíces en la conciencia popular y no la pudieron destruir los que asesinaron en nombre de la libertad y la democracia y ahora salen a comprar jugadores extranjeros para persistir en el intento. El peronismo tal vez sea un recuerdo deformado por sus herederos pero su oponente detractor es tan solo un odio que como todos en su raza no dan fruto ya que nacieron impotentes. Se trata de un período de la historia argentina frente a una limitación mental de aquellos que no soportan siquiera la mención de la justicia social.

Hasta existe un cuento que inventaron, fue que había lingotes de oro en el banco y que Perón lo vendió para alimentar a la gente. Tal vez los inspiró un viejo rencor, es que en esos años no se pudieron llevarse su parte, la de siempre. Hay dos cosas que la Argentina no necesita importar, una es inflación y la otra, gorilas. En inflación somos el récord mundial y la producción autóctona de gorilas está más que saturada, entonces uno se pregunta para qué contratan un neofascista italiano. Cuando uno lo lee -por la mediocridad, lo rastrero y la densidad de la antipatía que hay en el texto- queda claro que, con la historia que arrastran, necesitan buscar a alguien que esté limpio de pasado, tiene que ser extranjero y ya lo encontraron. Loris Zanatta plantea directamente el tema desde un punto, el peronismo contra la Corte. Tan estudioso es que no sabe que la Corte está compuesta por tres peronistas con lo cual su tesis está débil de papeles. Siempre sabia, Graciela Guadalupe en su editorial “La epopeya te la debo”, nos recuerda que el talento propio es superior a la ignorancia importada.

Si se tratara únicamente de peronistas contra radicales uno podría dudar el lugar de su voto pero hay más opciones. La experiencia demuestra que si del otro lado está el PRO, se sabe que viviremos la miseria de siempre, lo digo por experiencia. Alguna vez creí que el antiperonismo habrá dejado de ser una enfermedad. Solo el post peronismo podría devolvernos la paz y por ahora no hay quién lo exprese.

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