¿Suba de tasas de interés o sinceramiento cambiario para bajar la inflación?

El costo en términos de actividad y de recaudación tributaria que generaría aumentar el costo del dinero para contener la inflación no parece lo más apropiado

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Foto de archivo - Fachada del banco central de Argentina, en Buenos Aires. Mar 16, 2020. REUTERS/Matias Baglietto
Foto de archivo - Fachada del banco central de Argentina, en Buenos Aires. Mar 16, 2020. REUTERS/Matias Baglietto

Algunas consultoras consideran que hay que subir las tasas de interés para poder bajar la brecha cambiaria y, presumiblemente, la inflación. Se propone alentar la demanda de activos financieros en pesos, mediante el incremento de la remuneración “real” del ahorro doméstico, porque la ven como la “bala de bronce” de la que dispone el gobierno, a fin de evitar la devaluación del tipo de cambio oficial.

Llama poderosamente la atención la falta de cuidado por los aspectos teóricos de la política propuesta. Cualquier manual de macroeconomía considera subir las tasas de interés como contractivo para la actividad económica y, consecuentemente, para la recaudación fiscal.

Además, aumentar el valor nominal de la tasa de remuneración de los pasivos monetarios “esterilizados”, implica un mayor costo cuasi-fiscal, en cabeza del BCRA, que se suma al déficit del Tesoro a los efectos de estimar la emisión monetaria futura y el impuesto inflacionario implícito.

Cualquier manual de macroeconomía considera subir las tasas de interés como contractivo para la actividad económica

El economista que mejor parece comprender las complejas implicancias de la política monetaria que ha seguido la Argentina en los últimos años y que, como se ha dicho anteriormente, algunos recomiendan retomar ahora, es Carlos Rodríguez, el ex vice-ministro de economía durante el gobierno de Carlos Menem. Dice permanentemente, y lo ha repetido en un reportaje reciente, que las Leliq son dinero.

Carlos Rodríguez es el economista que mejor parece comprender las complejas implicancias de la política monetaria que ha seguido la Argentina en los últimos años y que las Leliq son dinero (Adrián Escandar)
Carlos Rodríguez es el economista que mejor parece comprender las complejas implicancias de la política monetaria que ha seguido la Argentina en los últimos años y que las Leliq son dinero (Adrián Escandar)

La trampa de la “esterilización”, en la que muchos caen, implica desconocer el carácter de inmediata liquidez de este peligroso instrumento. Si bien hay un banco comercial que oficia como colocador nominal de este activo ante el BCRA, la real naturaleza de la transacción es una imposición a plazo fijo del sector privado, actuando el ente emisor como tomador de estos fondos.

La intermediación del sistema financiero no elimina el riesgo de corrida de depósitos con destino a una descontrolada demanda de activos de refugio, tales como el dólar americano o algunos otros bienes que puedan servir como sustitutos del mismo.

En términos sencillos, si miles de depositantes asustados, decidieran retirar su dinero de los bancos, para comprar dólares, estos deberían entregarlos a sus propietarios y financiar la salida de fondos con una disminución, de igual monto, de las colocaciones de Leliq más Pases en el BCRA.

Durante el mandato de Federico Sturzenegger, la idea principal fue la misma. La diferencia, no menor, es que éste corría detrás del dólar con dosis crecientes de ascenso en las tasas nominales de interés. A pesar del concierto de desaciertos del gobierno actual, hasta ahora, no se ha dejado cautivar por el canto de las sirenas, que le piden “tranquilizar” la economía (léase, el mercado cambiario o su brecha con el oficial), con una fuerte suba de tasas que torne positivo el retorno de las mismas, con respecto a la inflación esperada.

La dosis que recomiendan los “expertos” es un mínimo de 50% anual, a fin de derrotar la suba de la divisa y bajar la inflación. Incrementar las tasas con las que se remuneran las Leliqs y los pases, del 38% anual actual al nivel sugerido implicaría un incremento de $360.000 millones en la factura anual de intereses.

Este “falso monetarismo”, tan esotérico como fantasioso, asecha en las sombras, a la espera de una oportunidad de entrar en acción, apenas la desesperación de las autoridades les haga caer en la trampa de la suba de tasas, como herramienta “antiinflacionaria”.

Perseguir desde atrás al dólar y la inflación, que como en el turf, corren en yunta, aplicando dosis crecientes de dureza monetaria, es una receta perfecta para estrellar definitivamente la economía. Se pretendería apaciguar el efecto de la emisión monetaria excesiva con nueva y creciente emisión monetaria.

La teoría detrás de la recomendación de subir el costo del dinero

Pese a la falsa creencia popular, esta política no tiene su origen en el monetarismo sino en el más puro keynesianismo. Nicholas Gregory Mankiw, economista y actual profesor en la Universidad de Harvard, que se define a sí mismo, aunque a regañadientes, como neo keynesiano, en su libro Principios de Economía, describe la existencia de “la tasa de sacrificio”. Este indicador, mide el costo, en términos de pérdida de actividad económica de reducir la inflación subiendo las tasas de interés. Y agrega: “una estimación típica arroja un valor de cinco a uno”. En términos más sencillos, cada 1% de reducción de la inflación, debe “pagarse” con 5% de caída del PBI.

La tasa de sacrificio mide el costo en términos de pérdida de actividad económica de reducir la inflación subiendo las tasas de interés

No es necesario mencionar las desastrosas consecuencias que tan irresponsablemente se soslaya cuando se proponen políticas a las que no se ha estudiado debidamente.

En el citado libro se describe a la inflación, en el largo plazo, como un fenómeno estrictamente monetario y hasta se cita a Milton Friedman, reconociendo su paternidad sobre esta universalmente aceptada teoría. Pero en el corto plazo, continúa, el retraso en el traslado a precios de la creación de nueva masa monetaria, permite a los policy makers afectar positivamente el funcionamiento de la economía, manipulando diferentes instrumentos, a fin de elegir un sendero propicio, evitando, de esta manera, el devenir natural que, a falta de intervención, tendrían las variables.

Friedrich Hayek, llama a esta pretensión “la fatal arrogancia”. Describe claramente como al querer controlar todas las variables, sólo es posible determinar algunas, pero a costas de distorsionar gravemente el nivel de las restantes.

El resultado de aumentar las tasas, en el contexto teórico descripto por este autor, sólo implicaría “reprimir” artificialmente el aumento de los precios, desorganizando gravemente, por añadidura, el sistema de precios relativos. Las relaciones de precios, naturales o espontáneas que, de acuerdo a los niveles de abundancia o escasez relativas, deberían existir en una economía con libertad de mercados, se desnaturalizan completamente, arrojando señales erróneas y/o imprecisas a los agentes económicos.

El resultado de aumentar las tasas sólo implicaría “reprimir” artificialmente el aumento de los precios, desorganizando gravemente, por añadidura, el sistema de precios relativos
El resultado de aumentar las tasas sólo implicaría “reprimir” artificialmente el aumento de los precios, desorganizando gravemente, por añadidura, el sistema de precios relativos

No parecen existir alternativas que permitan evitar graves costos económicos y sociales, si se pretende salir de la asfixia que ocasionan los desequilibrios acumulados.

Control de cambios

La continuación de la “política económica” actual podría encallar rápidamente. Existen dos tipos de cambio. Uno reaccionó instantáneamente a las señales de mayor oferta monetaria y el otro está férreamente controlado y solo se “permite” que suba al ritmo que el gobierno determina.

Por el camino actual, llamémosle “gradualista”, la enorme masa monetaria creada en los últimos años y que todavía no se trasladó, sino muy parcialmente, a los precios, lo irá haciendo, paulatinamente, con el transcurso del tiempo. Actualmente, los retardos habituales se prolongan artificialmente con medidas represivas pero, así como el agua de un río que se quiere desviar, siempre retorna a su cauce natural, más tarde o más temprano, el camino alcista debería encontrar el sendero adecuado y, no sin convulsiones, ir en busca del necesario e inevitable equilibrio. Siempre es bueno recordar que aún los más keynesianos aceptan la relación de largo plazo entre dinero y precios.

La “fatal arrogancia” no les permite ver que el “largo plazo” no es “mil años”. Es posible que un día, el país advierta, repentinamente, que “el largo plazo” ha llegado. Será tarde.

Ante una pregunta de un periodista, hace muchos años, Milton Friedman contestó que la totalidad de los efectos de “corto plazo” de cualquier medida de política económica, podría agotarse en un plazo aproximado de cinco años. Se deduce de su respuesta que, el “largo plazo” comienza, según su opinión, más o menos, luego de un lustro.

Cada día que pasa el “largo plazo” se acerca, y la inacción oficial desangra lentamente la economía. La alternativa, no menos costosa es la “terapia de shock”. Devaluar y permitir un sinceramiento que, de todos modos, no es posible evitar sino solamente retardar.

Una última cita de Milton Friedman: “Finalmente, no hay almuerzo gratis. Siempre alguien deberá pagar la cuenta”.

Bonus track

Hay otro camino. Si la política monetaria y/o cambiaria son impotentes para atacar los problemas actuales, hay que buscar la solución en otros libros. Son los que, tozudamente, nuestros gobernantes se niegan a leer.

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