Gracias Diego

Diego era un argento completo, brillante, habilidoso, pícaro, caudillo, guapo y patriota

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El homenaje de la Conmebol a Diego Maradona
El homenaje de la Conmebol a Diego Maradona

En una sala de terapia intensiva en coma inducido todavía vive la Argentina. Débil, anémica y soñando con sus mejores días vividos, no sabe que sus recuerdos son pérdidas. Este 25 de noviembre soñó con Maradona. El pibe de Fiorito, el Pelusa, el Diego. Lo vio de pibe soñando con jugar en primera, lo vio hacerle los goles prometidos a Gatti en la Bombonera, dejar tirado a Fillol, calentar la camiseta del Barcelona para que un día llegara Messi y su arribo a Napoli para construir el altar más alto del fútbol mundial desde la humilde barriada del sur de Italia que lo llevaría a México a tocar el cielo con la mano de Dios.

Argentina sonríe como la mona lisa sutil y socarrona, disfruta de las andanzas de su hijo pródigo.

Diego era un argento completo, brillante, habilidoso, pícaro, caudillo, guapo y patriota.

La vida tenía un guión de 60 años de acción y milagros. Diego sabe del cielo y del infierno.

La Argentina dormida vive un rato de plenitud en cada recuerdo y la pena se suspende, con su presente hipotecado disfruta su eterno y glorioso pasado.

Los gritos de pasión futbolera acallan los ruidos de panzas vacías. El hambre se hace coraje y los carceleros no pueden frenar la libertad del alma. Gloriosa, altiva y victoriosa, Argentina siente a Fangio, a Monzón, a Bonavena, a Vilas, Clerc y Sabattini, a Ginobilli, Kempes, Luque, Menotti y Bilardo. Y se ríe con Olmedo y Porcel, lee a Borges y Sabato, recita el preámbulo con Alfonsín y ve flamear la bandera en Malvinas. Argentina tiene el éxtasis previo a las despedidas, le ganan los recuerdos y las emociones, mira fotos que recuerda haber sacado y no se da cuenta que el tiempo pasó. No se ve a sí misma como está sino como fue.

Maradona murió pero la Argentina levanta su nombre como símbolo de guerra, como estandarte para no rendirse, es un haka para que los Pumas les ganen a los All Black, para que la ensaladera llamada Copa Davis viniera finalmente a casa. Argentina no sabe que no está en el plano consciente y que mira hacia adentro lo único que la puede salvar, su fe en su pueblo, en sí misma. Los que la quieren muerta y la mantienen secuestrada no logran matar su orgullo, y mientras exista vida hay esperanza decía mi abuela.

Se fue Diego Armando Maradona, murió finalmente su sufrido cuerpo, pero hace años había muerto su inocencia. Hoy descansa en paz junto a Gardel, Perón, Eva, Gatica, Minguito, el Che y su querido Fidel, que de tanto tatuárselo se fue el mismo día, 4 años después.

Amigo de Chávez y enemigo de la FIFA y del poder. Se peleó con la Mafia por defender en el 90 la celeste y blanca contra las apuestas que pretendían verlo perder contra el dueño de casa. Después en soledad quiso y no pudo ganar la pelea que todos soñamos. Que el mundo sea justo digno y solidario lo pagó con su vida, su cuerpo y su enfermedad. Y hoy Argentina lo acuna, lo mima y lo abraza como seguramente lo hará su mamá cuando lo vea llegar.

Pero esto solo durará el tiempo en que se agoten las generaciones que lo vimos jugar antes que la rutina mate el impulso y nos vayamos acostumbrando a su ausencia igual que la vida sigue sin los héroes muertos en Malvinas y los 44 del Ara San Juan.

Hoy está fresco y potente el ADN de la pérdida y Argentina no sabe que su sueño es la muerte que se llevó otro pedazo de su vida. La próxima autopsia puede ser la de la Patria.

Gracias Diego, hasta siempre.

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