Sergio "Ruso" Karakachoff: el legado de un militante que se convirtió en héroe

Emilio Cornaglia

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Hace 40 años, un grupo de tareas integrado por casi cuarenta hombres —fuertemente armados y a bordo de diez autos sin identificación— irrumpió en el domicilio del abogado Domingo Teruggi para secuestrarlo. Apenas enterado del hecho, su socio, Sergio Karakachoff, desoyendo el consejo de sus amigos, fue hasta el lugar para intentar ayudarlo, pero terminó siendo presa de los captores junto con Mingo. Al día siguiente, sus cuerpos —ya sin vida— fueron encontrados a la vera de la Ruta 36, en el partido bonaerense de Magdalena, con señales de tortura y mutilación.

Ambos estaban, desde hacía un tiempo, en la mira de la dictadura. Su accionar profesional desde el estudio jurídico configuraba una amenaza para el objetivo del autodenominado proceso de reorganización nacional: su participación como defensores de trabajadores en diversos juicios laborales se sumaba a la interposición de recursos de habeas corpus que develaban el siniestro accionar de las Fuerzas Armadas. Cada uno de ellos llevaba una vida comprometida con los derechos humanos y la lucha por una sociedad mejor: Teruggi había sido presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA) por el socialismo, en 1971; luego, se vinculó con el peronismo revolucionario. El Ruso comenzó a militar en las filas del radicalismo en su temprana juventud, pasó por el Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata y siguió militando en la Unión Cívica Radical (UCR) con una fuerte impronta popular.

Su actividad como abogado, en defensa de dirigentes gremiales que eran perseguidos políticamente, lo llevó a compartir preocupaciones y trabajo junto a grandes abogados del rubro como Mario Abel Amaya y Ricardo Cornaglia, además de vincularse con reconocidas figuras del sindicalismo argentino, como dirigentes de la Confederación General del Trabajo de los Argentinos (CGTA) o el mismísimo Agustín Tosco.

También se interesó por el periodismo, como una tribuna desde la que denunció el accionar represivo de las dictaduras. Participó de redacciones de importantes diarios como El Sureño, de Bahía Blanca o La Calle, de La Plata —luego censurado. Fundó su propio periódico, llamado En Lucha.

Su trayectoria militante en el radicalismo estuvo basada en el trato directo y cotidiano con el pueblo, sin el aislamiento olímpico que practicaban algunos viejos dirigentes, en un ejercicio humilde y desinteresado de la política como herramienta de transformación social. Una escena común, que sin embargo pasó a la historia, ilustra su forma de pensar y actuar. En una acalorada discusión, soltó la frase: "No hay nada que conversar, ya conversamos bastante, ahora hay que dejarse de joder y salir a trabajar con la gente".

Esa vocación militante estaba signada por su entendimiento de que la política no necesitaba héroes ni mesías, la política estaba hecha por personas cuyos ideales daban sentido a sus luchas cotidianas. En otro párrafo que se volvió paradigmático dijo: "Un militante no es un héroe. Simplemente quiere vivir. Simplemente no se conforma con aceptar que otros han decidido ya su vida, su futuro, sus módicas ambiciones y su muerte". Su militancia y su compromiso con la democracia y los derechos humanos fueron, en ese contexto, un acto de profundo heroísmo que hasta el día de hoy marcan la senda de los jóvenes radicales. Vivió y murió como un militante, lo recordamos como un héroe.

 

El autor es estudiante de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba. Militante de la Franja Morada. Ex presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la UNC, ex consejero y consiliario estudiantil de la UNC. De junio de 2012 a junio de 2014 fue presidente de la Federación Universitaria Argentina, y luego se desempeñó como secretario general de la Mesa Nacional de la Franja Morada, hasta junio de 2016.

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