La “Operación Castigo”, la masacre de los nazis en la que ejecutaban a cien personas por cada soldado alemán muerto

En Kragujevac, la cuarta ciudad más grande de Serbia, fueron asesinados 2.778 civiles en 1941, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. La batalla de resistencia en la que diez soldados alemanes murieron y veintiséis fueron heridos que desató una feroz represalia del régimen nazi y la venganza, encubierta, al triunfo yugoslavo en la Primera Guerra Mundial

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La matanza de Kragujevac es una de las más feroces, brutales y olvidadas de la Segunda Guerra Mundial. Está ligada al deseo de Adolfo Hitler de arrasar con la entonces Yugoslavia, con la enorme resistencia serbia contra los nazis
La matanza de Kragujevac es una de las más feroces, brutales y olvidadas de la Segunda Guerra Mundial. Está ligada al deseo de Adolfo Hitler de arrasar con la entonces Yugoslavia, con la enorme resistencia serbia contra los nazis

La carta, que no es una carta sino un garabato de urgencia en un pedazo basto de papel, es breve y dramática: “Mira, dale un beso a los niños. Niños, escuchen a Mamá. Cuídate, Laza. Adiós para siempre”. Es la despedida de un hombre que sabe que va a morir. Tiene palabras sólo para sus amores y para una cita improbable con la eternidad, “adiós para siempre”. De los 2.778 hombres y adolescentes asesinados por los nazis en la ciudad serbia de Kragujevac, entre el 19 y el 21 de octubre de 1941, perviven apenas cuarenta y dos garabatos casi idénticos, adioses desesperados de quienes no tienen más futuro que un pelotón de fusilamiento.

La matanza de Kragujevac es una de las más feroces, brutales y olvidadas de la Segunda Guerra Mundial. Está ligada al deseo de Adolfo Hitler de arrasar con la entonces Yugoslavia, con la enorme resistencia serbia contra los nazis y con el movimiento guerrillero que enfrentó la invasión alemana y que la golpeó tan duro que hizo tambalear los planes del Tercer Reich de avanzar en la recién invadida Unión Soviética. Para domar a los serbios, Hitler impuso un régimen de terror. Decretó que por cada soldado alemán muerto, serían fusilados cien civiles serbios. Y que por cada soldado alemán herido, serían fusilados cincuenta civiles serbios, sin que importara sexo, condición social, edad ni religión.

El 15 de octubre de 1941, las fuerzas rebeldes del general nacionalista Draza Mihailovich capturaron en la ciudad de Kragujevac a un pelotón alemán del 920 Regimiento del Tercer Reich. Su comandante envió al día siguiente al Tercer Batallón del regimiento a rescatar a los cautivos: fueron emboscados por Mihailovich que actuó, pese a que no coincidían para nada en política, con el líder comunista Josip Broz Tito, que luego de la guerra sería el hombre fuerte de Yugoslavia bajo la advocación de José Stalin primero y de la URSS luego de la muerte de Stalin. Como resultado de la pequeña batalla, diez soldados alemanes murieron y veintiséis fueron heridos.

El general nacionalista Draza Mihailovich en 1930. Sus victorias contra los nazis desataron la terrible Operación Castigo contra los civiles serbios (Photo by Keystone/Hulton Archive/Getty Images)
El general nacionalista Draza Mihailovich en 1930. Sus victorias contra los nazis desataron la terrible Operación Castigo contra los civiles serbios (Photo by Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

Según la fórmula nazi, mil civiles serbios debían ser fusilados por los diez alemanes muertos y otros mil trescientos debían serlo por los veintiséis heridos. Eso es lo que hicieron. Entre el 19 y el 21 de octubre, los nazis asesinaron a más de dos mil trescientas personas. Los cálculos indican que fueron 2.778, una cifra que luego ascendió a 2.794 y que las investigaciones de posguerra elevaron a siete mil porque incluyeron otras matanzas nazis simultáneas. Todos los muertos lo fueron en la zona de influencia de Kragujevac, casi todos hombres, muy pocas mujeres, y una bandada de chicos de secundaria que fueron arrancados de sus aulas junto a sus profesores.

Entre tantas otras cosas, Hitler odiaba a Yugoslavia y en especial a Serbia que, de alguna manera, había vencido a la Alemania imperial en la Primera Guerra Mundial. El politólogo austríaco Walter Manoschek sostiene en un documental, Two Faces of War (Dos caras de la guerra), que los crímenes que cometió el Imperio Alemán en Serbia durante la Primera Guerra fueron tremendos. “Había un serbio colgado de cada poste de luz y de cada árbol. Y sin embargo, Alemania perdió la guerra”. Hitler quería vengar aquello. Y sus generales también. Pero Yugoslavia no quería una guerra, otra más, con Alemania.

En la primavera de 1941 Yugoslavia hizo lo que pudo para evitar un conflicto armado con Hitler. El primer ministro Dragisa Cvetkovic y el canciller Alexander Cincar-Markovic firmaron un pacto con Berlín el 25 de marzo. Pero dos días después, el 27, un golpe militar borró del poder al monarca serbio, Pablo, el príncipe regente, y puso en el trono al rey Pedro II, que era menor de edad. El golpe fue saludado con euforia por los serbios, que se lanzaron en Belgrado con violentas manifestaciones anti alemanas y rechazaron el pacto, o el supuesto pacto, con los nazis.

Hitler quería vengarse de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Por eso deseaba destruir a Serbia. Por eso ordenó la "Operación Castigo"
Hitler quería vengarse de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Por eso deseaba destruir a Serbia. Por eso ordenó la "Operación Castigo"

Aquello era un polvorín. Hitler supo enseguida que el golpe era una rebelión, un desafío a su imperio que iba a durar mil años. Ese mismo 27 de abril firmó la Directiva 25 que ordenaba la invasión a Yugoslavia y, a ser posible, su destrucción total, invasión a la que bautizó con un nombre alegórico: “Operación Castigo”. Decía parte de aquella directiva: “Tan pronto como haya suficientes fuerzas listas y la situación meteorológica lo permita, la organización terrestre de la Fuerza Aérea Yugoslava y Belgrado serán destruidas por los continuos ataques diurnos y nocturnos de la Luftwaffe”.

Días después, el 6 de abril, Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Reich, dijo desde Berlín: “Desde primera hora de esta mañana el pueblo alemán está en guerra con el Gobierno de intriga de Belgrado. Sólo depondremos las armas cuando esta banda de rufianes haya sido eliminada definitiva y enfáticamente y el último británico haya abandonado esta parte del continente europeo”. Entre el 6 y el 12 de abril, Belgrado sucumbió bajo las bombas nazis. Cuando el ataque terminó, diecisiete mil civiles yacían bajo los escombros. El 17, el ejército real se rindió casi sin resistencia, el país fue desmembrado por las fuerzas alemanas de ocupación para dar nacimiento a estados independientes, Croacia, Montenegro, afines a las fuerzas del Eje.

La ocupación alemana hizo nacer a dos movimientos guerrilleros: Ravna Gora Chetnik, nacionalista, dirigido por el general Mihailovich, fiel al gobierno yugoslavo en el exilio en el Reino Unido y, de alguna forma, enemigo de los ataques contra las tropas alemanas cuando podían ser evitados porque, sostenía, no valía la pena sacrificar a cincuenta serbios por un alemán herido. También recordaba las violentas represalias alemanas de la Primera Guerra Mundial. Del otro lado estaban los partisanos comunistas bajo el mando de Tito, que se habían organizado tras la invasión alemana a la URSS y a pedido de Stalin, que había llamado a la resistencia de los países comunistas ocupados por Alemania. Pese a sus dos concepciones, e intenciones, opuestas, los dos grupos guerrilleros contaron con el apoyo de la población serbia que quería a los alemanes fuera de su territorio. Los “chetniks” de Mihailovich y los partisanos de Tito atacaron a los nazis y sabotearon líneas de comunicación y transporte y hasta llegaron a cierto pacto de no agresión mutua, al menos hasta que el invasor hubiese sido derrotado.

El General Wilhelm List estuvo al mando del 14º ejército alemán en Polonia, del 12º ejército en Francia y dirigió el ala sur de la invasión de Grecia y Yugoslavia. Fue destituido en septiembre de 1942 por no obedecer las órdenes de Hitler, declarado culpable de crímenes de guerra en Nuremberg en 1945 y cumplido cinco años de cadena perpetua (Keystone/Getty Images)
El General Wilhelm List estuvo al mando del 14º ejército alemán en Polonia, del 12º ejército en Francia y dirigió el ala sur de la invasión de Grecia y Yugoslavia. Fue destituido en septiembre de 1942 por no obedecer las órdenes de Hitler, declarado culpable de crímenes de guerra en Nuremberg en 1945 y cumplido cinco años de cadena perpetua (Keystone/Getty Images)

Hitler puso al frente de sus tropas en el Sureste, a cargo de Serbia y de Grecia, al mariscal de campo Sigmund Wilhelm List que el 5 de septiembre emitió una orden para reprimir los golpes de la guerrilla y un clima inquietante de insurrección popular; la orden impulsaba reprimir con “medidas despiadadas e inmediatas contra los insurgentes, contra sus cómplices y sus familias: ahorcamiento, incendio de las aldeas implicadas, tomas de más rehenes, deportación de familiares a campos de concentración”. Días después, el 16, Hitler firmó su directiva 31 que ordenaba a List “la tarea de aplastar el movimiento insurreccional en la zona sureste (…) y luego restablecer el orden por los métodos más rigurosos”.

Fue el comandante supremo de las fuerzas armadas alemanas, mariscal Wilhelm Keitel, que terminaría ejecutado en Núremberg, envió instrucciones precisas para reprimir la insurgencia serbia: “Las medidas tomadas hasta ahora para contrarrestar este movimiento insurgente comunista general han demostrado ser inadecuadas. El Führer ha ordenado ahora que se utilicen los medios más severos para acabar con este movimiento en el menor tiempo posible. (…) Aquí se aplicarán las siguientes directivas: a) Cada incidente de insurrección contra la Wehrmacht alemana, independientemente de las circunstancias individuales, debe asumirse como de origen comunista; b) Para detener estas intrigas desde su inicio, se deben aplicar medidas más severas inmediatamente después de su primera aparición, a fin de demostrar la autoridad de la potencia ocupante y evitar nuevos progresos. Hay que tener en cuenta que una vida humana a menudo no cuenta nada en los países afectados y que sólo se puede lograr un efecto disuasorio con una severidad inusual. En tal caso, la pena de muerte para entre 50 y 100 comunistas debe considerarse en general apropiada como represalia por la vida de un soldado alemán”.

Como jefe de todos los asuntos militares en Serbia, List designó al general Franz Boehme, un oficial austríaco que había luchado en la Primera Guerra y comandaba ahora el XVIII Cuerpo de Ejército en Grecia. Boehme se hizo cargo el 19 de septiembre, un mes antes de la masacre de Kragujevac. Lo primero que dijo a sus soldados fue: “Ustedes están vengando a sus camaradas muertos, cuya sangre corrió aquí, en 1914, por culpa de los mezquinos serbios”. Entre sus directivas, Boehme había dispuesto: “En todos los comandos de Serbia, todos los comunistas, los residentes masculinos sospechosos, todos los judíos y un cierto número de residentes nacionalistas y con inclinaciones democráticas deben ser arrestados como rehenes, mediante acciones repentinas”.

Wilhelm List, a la izquierda, y el general Walter Kuntze hablan con su abogado durante el caso Sudeste de los juicios de Nuremberg, Alemania, el 19 de febrero de 1948. Debían responder por el asesinato de cientos de rehenes en Albania, Grecia y Yugoslavia, así como matanzas masivas como represalia (Keystone/Hulton Archive/Getty Images)
Wilhelm List, a la izquierda, y el general Walter Kuntze hablan con su abogado durante el caso Sudeste de los juicios de Nuremberg, Alemania, el 19 de febrero de 1948. Debían responder por el asesinato de cientos de rehenes en Albania, Grecia y Yugoslavia, así como matanzas masivas como represalia (Keystone/Hulton Archive/Getty Images)

De manera que cuando se produjo la pequeña batalla entre guerrilleros serbios y las tropas del III Batallón del 920 regimiento nazi y murieron diez soldados alemanes y resultaron veintiséis heridos, Boehme se puso de inmediato en campaña para desatar la masacre de represalia.

Empezó el domingo 19 de octubre en los pueblos vecinos a Kragujevac, la cuarta ciudad más grande de Serbia después de Belgrado, a orillas del río Lepenica, con una fuerte producción industrial en especial de maquinarias y armas: había sido la primera capital de la Serbia moderna entre 1818 y 1839 y en ella se había proclamado la primera constitución de los Balcanes. La ciudad era el centro político, cultural educativo e industrial de Serbia y en 1941 tenía 27.249 habitantes. Boehme decía que los alrededores de la ciudad eran “un nido de bandidos”, como llamaban los nazis a los guerrilleros. Cuatrocientas quince personas fueron asesinadas a balazos aquel domingo, sin que rigiese todavía la norma nazi que indicaba cien civiles muertos por cada soldado alemán caído y cincuenta por cada herido.

A los condenados los habían capturado después de bloquear las carreteras que llevaban a Kragujevac desde tres pueblos vecinos. El lunes 20 una gigantesca redada en las casas y calles de la ciudad puso en manos de los nazis a cinco mil personas de entre las que serían seleccionadas quienes serían asesinados. Se las llevaron de las casas, de los campos, de los sitios de trabajo, de fábricas, comercios y oficinas públicas; se alzaron con trescientos estudiantes de secundaria, chicos de entre doce y dieciocho años, que fueron apresados junto a sus maestros y a dieciocho de sus profesores, entre ellos Laza Pantelic, el director de la primera escuela secundaria para varones de la ciudad.

Junto a tantos rehenes, algunos investigadores extienden la cifra inicial de apresados a siete mil, había también chicos rumanos, la mayoría de ellos lustrabotas, que no habían querido limpiar el calzado de los invasores nazis. La Wehrmacht dijo a todos, o a casi todos, que se trataba de una revisión de documentación y que por eso los llevaban al cuartel nazi. Pero el argumento no convenció a los condenados. Fue entonces cuando algunos de ellos empezaron a escribir en trozos de papel arrancados de cuadernos escolares, sus desesperados mensajes de adiós para siempre y los dejaron librados a que el azar los llevara a manos de los suyos. Ese día fueron matados ciento veintitrés serbios judíos, entre ellos algunas mujeres.

"La organización terrestre de la Fuerza Aérea Yugoslava y Belgrado serán destruidas por los continuos ataques diurnos y nocturnos de la Luftwaffe", decía la directiva que ordenaba la invasión (Alexander Ustinov/Slava Katamidze Collection/Getty Images)
"La organización terrestre de la Fuerza Aérea Yugoslava y Belgrado serán destruidas por los continuos ataques diurnos y nocturnos de la Luftwaffe", decía la directiva que ordenaba la invasión (Alexander Ustinov/Slava Katamidze Collection/Getty Images)

El 21 de octubre, cuando ya la matanza estaba en marcha, el ejército nazi distribuyó y pegó en las paredes de Kragujevac unos panfletos que anunciaban: “Los cobardes y traicioneros ataques sorpresa contra los soldados alemanes durante la semana anterior, ocasión en la que diez soldados alemanes murieron y veintiséis resultaron heridos, tuvieron que ser castigados. Por esa razón cien personas fueron fusiladas por cada soldado alemán muerto y cincuenta lo fueron por cada herido; en su mayoría eran comunistas, bandidos y sus cómplices. En total, fueron 2.300. Cada caso similar, aunque no fuese más que un sabotaje, se tratará con la misma severidad”.

Los nazis documentaron la represalia. Las fotos que sobrevivieron a la matanza son estremecedoras. Muchos de los ciento cuarenta y cuatro estudiantes que serían finalmente fusilados junto a sus maestros, lo fueron en los campos vecinos a la ciudad, las espaldas contra altos pastizales o bolsones de hierba; se los ve desvalidos, los ojos vendados, algunos tomados de las manos; la leyenda dice que varios de ellos gritaron: “Somos muchachos serbios. ¡Disparen!”, antes de caer. Otros fusilados lo fueron en recodos del camino, en paredones que separaban las aguas del río de la avenida costanera; se ve a los oficiales alemanes dispararles a los caídos el tiro de gracia. Muchos de los condenados, en un regreso a la barbarie de la Primera Guerra Mundial, fueron colgados de árboles o farolas de la plaza principal de Kragujevac; una de las fotos muestra a dos víctimas muy jóvenes, una muchacha que ya ha sido colgada y un muchacho, gorra y rostro demudado, al que están por colocarle la soga en el cuello.

A los muertos en los campos y en las calles, muchos asesinados con disparos de ametralladoras pesadas, se los enterró en fosas comunes, una tarea que obligaron a hacer a los rehenes que habían esquivado a la muerte y que luego declararían en los juicios de Núremberg. Diez días después de la masacre, el 20 de octubre, el embajador de Alemania en Serbia, Feliz Benzler, envió un informe a Berlín. Decía, escueto y preciso: “La semana pasada hubo ejecuciones de serbios en un gran número no sólo en Kraljevo, sino también en Kragujevac, como represalia por el asesinato de miembros de la Wehrmacht, en la proporción de cien serbios por cada alemán. En Kraljevo fueron ejecutados 1.700 varones serbios, en Kragujevac, 2.300″.

El monumento del Parque Memorial de Kragujevac que recuerda a los chicos estudiantes fusilados y es uno de los principales símbolos de la ciudad
El monumento del Parque Memorial de Kragujevac que recuerda a los chicos estudiantes fusilados y es uno de los principales símbolos de la ciudad

El estremecedor informe diplomático evidencia que Kragujevac no estuvo sola en su drama y que las matanzas nazis, simultáneas con la de esa ciudad, hicieron que la cifra inicial de muertos por la represalia nazi se elevara a siete mil o a diez mil personas. Además de los fusilamientos en Kraljevo, a sólo cincuenta kilómetros de Kragujevac y donde, según los informes, los nazis mataron al menos a un miembro de cada familia del pueblo, la ciudad de Rudnik fue arrasada por la Wehrmacht; y el poblado de Gorni Milanovac fue destruido por las bombas incendiarias nazis: de cuatrocientas sesenta y cuatro casas, sólo quedaron en pie setenta y dos. Además de a los serbios, los alemanes asesinaron a rumanos, macedonios eslovenos, judíos, musulmanes y cristianos.

Las más recientes investigaciones fijaron las muertes en Kragujevac en 2.778 personas. Así lo dice el Parque Memorial de la ciudad y su Museo 21 de Octubre, donde se exponen parte de los mensajes de despedida de los ejecutados y sus objetos personales junto a testimonios, fotos y documentos que evocan la tragedia, símbolo de la brutalidad nazi. Un monumento recuerda a los chicos estudiantes fusilados y es uno de los principales símbolos de la ciudad. En 2012, la Asamblea Nacional de Serbia aprobó una ley que declara el 21 de octubre día festivo, el día de la memoria de las víctimas serbias de la Segunda Guerra Mundial.

El general nazi Franz Boehme fue capturado al final de la guerra en Noruega. Fue procesado por la matanza de Kragujevac en los llamados Juicios Secundarios de Núremberg y acusado por ese y otros muchos crímenes de guerra cometidos en Serbia por las tropas a su mando. El 29 de mayo de 1947 saltó al vacío desde el cuarto piso de la prisión. Está enterrado en Graz, al sur de Austria.

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