Fue el futbolista más joven en debutar en la Primera de Boca y se retiró temprano para ser maestro: “En La Candela hemos pasado hambre”

Denny Ramírez tuvo su bautismo a los 15 años con el Xeneize, récord que todavía conserva. Le tocó vivir en la pensión del club en su momento más duro

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Marcelo Trobbiani, Denny Ramírez y el Chino Benítez previo a un partido en la Bombonera
Marcelo Trobbiani, Denny Ramírez y el Chino Benítez previo a un partido en la Bombonera

Quizás pocos lo conozcan, pero Denny Ernesto Ramírez está entre los futbolistas argentinos que más jóvenes debutaron en Primera como profesionales. Y de hecho es uno de los tres jugadores que lo hicieron con apenas 15 años, junto a Sergio Agüero y Diego Armando Maradona -este jueves los superó Mateo Apolonio, de Deportivo Riestra-. Claro que su carrera no se comparará con las del Kun y Pelusa, pero este formoseño que colgó los botines tempranamente para darle rienda suelta a su vocación de maestro también tuvo un paso por la selección argentina además de mantenerse como el más precoz en ponerse la camiseta de Boca.

Ramírez, de familia de futbolistas, nació en Formosa, a apenas 80 kilómetros de Asunción. Fue después de hacer tres goles para la Primera del Club Atlético Laguna Blanca en una semifinal de campeonato local que le llegó una carta para hacer una prueba en Boca Juniors. Aunque su padre no estaba del todo convencido, su abuela, una enfermera que trabajaba en una zona impenetrable, pidió un préstamo y lo mandó en bus a Buenos Aires para alojarse en lo de su tío, que vivía en Parque Patricios. Fue a fines de 1981, justo después de que Maradona se fuera al Barcelona, cuando en La Ribera lo rechazaron porque había un error en el telegrama respecto a la fecha de la prueba (decía 18 de diciembre y ya había sido el día 8). En el departamento de fútbol le indicaron que probara yendo directamente al predio de La Candela, donde se concentraba el plantel profesional y también se entrenaban las Inferiores.

Acompañado por el suegro de su tío, un hombre paraguayo de casi 80 años que no hablaba castellano, viajó en colectivo hasta San Justo con la ilusión a cuestas. En el mientras tanto, lo habían contactado de Huracán, Argentinos Juniors y Ferro, ya que el formoseño no quería perder ritmo de fútbol porque se avecinaba la final del torneo en Laguna Blanca y se ponía a jugar en Parque Patricios en los picados que se armaban. Allí desparramaba rivales y hacía cualquier cantidad de goles. Él estaba dispuesto a probarse en otro equipo tras el rechazo en Boca, pero su tío le pidió que persistiera su anhelo con la azul y oro.

Denny Ramírez, con la 9 de Boca en inferiores
Denny Ramírez, con la 9 de Boca en inferiores

Con toda la vergüenza que un chico de 15 años podía llegar a tener en la enorme Buenos Aires y en el ya internacional Boca Juniors, Denny Ramírez encaró a Ernesto Grillo (para las nuevas generaciones, un emblemático futbolista que pasó por Independinete, Milan, el Xeneize y la Selección), que coordinaba las Divisiones Inferiores de la institución y tenía contacto directo con Vladislao Cap, técnico de la Primera. Grillo le preguntó de qué jugaba y, cuando leyó la carta, le dijo que era imposible probarlo porque la prueba ya se había hecho. Solo por humanidad, al enterarse de que había viajado desde Formosa, le dijo que se cambiara y entrara a la cancha. En ese partido jugó de 10 Coqui Raffo, quien al tiempo debutaría en la Primera y décadas más tarde sería responsable de las juveniles.

Bastaron algunas gambetas, mostrar su visión de juego, potencia, pase filtrado y una asistencia para que lo llamaran, le consultaran si estaba fichado en algún club, si tenía problemas para traer su pase y le comunicaran que en ese momento se había convertido en futbolista de Boca. Ernesto Grillo y Victorio Cantatore, una vez asegurada su permanencia, le preguntaron si quería seguir jugando en la práctica. Respondió que sí y convirtió tres goles. A los cuatro meses de la prueba que hizo en La Candela, Vladislao Cap lo convocó para jugar en la Primera de Boca Juniors. Sí, aquel pibe de 15 años que cursaba el cuarto año de la secundaria y venía de marcar goles en los potreros de Formosa, salía con la 9 azul y oro en la espalda para tirar paredes con el Mono Perotti y Mario Zanabria en el Nacional de 1982.

¿Cómo fue tu convocatoria para debutar en Primera con solo 15 años?

-Vino Vladislao (Cap) y le dijo a Ernesto (Grillo) que necesitaba un 9. Yo estaba sentado ahí, era el único delantero, y me mandó. Necesitaba a alguien para completar la práctica de fútbol y me pidió que jugara en la posición del Tigre Gareca, que creo que estaba lesionado. Imaginate que para mí era un sueño cumplido. En Formosa tenía los afiches de los jugadores pegados en la pared y de repente estaba jugando con ellos. En el transcurso de ese partido le hice tres goles al Loco Gatti. Me citaron para ir a entrenar a la mañana del día siguiente. Así que me fui a bañar, almorcé en La Candela, donde ya estaba viviendo, y me tomé el colectivo para ir a la escuela en Atalaya a la tarde. Practiqué una semana entera y volví a mi categoría. Boca jugó contra Huracán (NdeR: fue 3-3 en Parque Patricios, dos días después del desembarco argentino en las Islas Malvinas) y no me citaron. Para el partido siguiente, contra Mariano Moreno de Junín, me empezaron a preguntar si me daba un poco de miedo jugar con gente en la cancha, pero yo ya estaba acostumbrado a hacerlo en Formosa, aunque no era la misma cantidad. Esa semana entrené con Primera y todos sabían que iba a debutar, menos yo.

Denny Ernesto Ramírez es ahora el cuarto futbolista más joven de la historia en debutar en Argentina
Denny Ernesto Ramírez es ahora el cuarto futbolista más joven de la historia en debutar en Argentina

-O sea que un día te levantaste, entrenaste con la Primera de Boca, le hiciste tres goles al Loco Gatti en una práctica y después te fuiste a la escuela. ¿Contaste ahí lo que había pasado?

-Nosotros somos de hablar poco, llevamos la emoción para adentro y jamás contamos. En ese momento no dije nada. Hacerle goles a Gatti no lo hacía cualquiera, pero creía que no tenía que agrandarme. Me lo guardo para mí. Él estaba en el arco y yo le hice los goles a él. Nunca lo hablé con él después, pero lo recuerdo siempre. Tengo una anécdota con él. Fuimos a jugar un partido en Salta y Perotti, Suárez y Cacho Córdoba me dijeron que le iban a hacer una joda al Loco Gatti. Yo inocente, fui. El Loco le tenía miedo a cualquier cosa que le pusieran en el hombro, entonces me mandaron atrás suyo a rozarlo con un hilo. Encima a Gatti, que no era de joder con nadie. Yo no sabía hasta dónde iba a llegar la broma. Cuando lo asustaron, tiró el plato, tiró la mesa, tiró todo. Yo no sabía dónde meterme, hasta ahora lo pienso y me sonrojo. Pero ahí nomás el Loco se dio cuenta y dijo “ustedes son los culpables, el chico no tiene la culpa”. Ahí me desató el nudo que tenía. Ya pensaba pedirle disculpas de rodillas.

-¿Qué sintió un chico de tu edad al compartir concentración con figuras como el Loco Gatti, Roberto Mouzo y el Chino Benítez?

-Yo vivía en La Candela con los chicos de Santiago del Estero, Chaco, Corrientes y de todo el país. Todos me hablaron bien porque era como un hijo para ellos. Gatti tenía la edad de mi papá en ese momento, ¿entendés? Me guiaron y ayudaron mucho. En esa época se citaban a 18 jugadores, pero se cambiaban 16. Yo creí que iba a quedar afuera del banco. Cap me dijo que fuera a dormir en mi pieza de siempre en La Candela. Al otro día me nombró en la charla para jugar de 9 y sí, quedé un ratito en la luna, porque no me lo imaginaba. Compartí la mesa con Gatti, Mouzo y el Colorado Suárez. Después en el colectivo cada uno tenía su lugar y había que respetar. Me iban sacando de cada asiento uno por uno, ja. Me acuerdo que quería llegar ya para jugar en la Bombonera, donde solo había jugado con amistoso con la Tercera.

-¿Te fajaban mucho en los entrenamientos los Ruggeri, Cacho Córdoba o José Luis Tesare?

-¡Tesare, mama mía! Te amedrentaba: “No me vas a pasar, qué vas a hacer, te voy a reventar”. Pero siempre sin mala intención, siempre a la pelota. Él se iba temprano a regar el área y en los días de fútbol se ponía los tapones de aluminio. Era un fenómeno. El Colorado Suárez, con la elegancia de salir jugando, un tipo limpio en todo, te alentaba y hablaba.

Otra de sus perlitas del álbum de recuerdos
Otra de sus perlitas del álbum de recuerdos

-¿Le llegaste a avisar a tu familia que ibas a debutar en Boca?

-Nooo. Cómo voy a avisar si no sabés lo que eran los teléfonos en esa época. Me tenía que ir a Morón para que me comunicaran con mi casa en Laguna Blanca. Podías estar esperando 20 minutos en cabina hasta que te comunicabas y a veces era imposible. O sea que se enteraron recién al día siguiente. Mi tío, que vivía en González Catán, sí estaba al tanto. Obvio que hubiera necesitado y me hubiera ayudado hablar con mi papá antes del partido.

-¿Qué indicaciones te dio Cap antes de salir a la cancha? ¿Recordás la charla?

-Recuerdo la charla general. Los movimientos y todas esas proyecciones. Sí que a mí me dio la libertad para que juegue. “Vos jugá, divertite, no te hagas problema. La presión la llevamos nosotros, vos no”, me dijo. Cuando salí, me quedé embobado con las tribunas. No era lo mismo jugar en Primera por los puntos. Sabía que no podía fallar, que era mi oportunidad, pero también que si no me salían las cosas, en Boca había que ponerle ganas. Antes La 12 coreaba los nombres de los jugadores y me tocó a mí. “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles de Ramírez que ya van a venir”. Jamás imaginé que cantarían mi nombre. Y la hinchada seguía y seguía... Hasta que se acercó Passucci y me dijo que levantara los brazos y saludara porque hasta que no lo hiciera no iban a dejar de cantar. Yo ni sabía eso y estaba elongando. “Levantá los brazos que van a cantar hasta mañana”, me dijo Roberto. Me puse todo colorado, fue terrible la vergüenza que tenía.

-¿Qué comparación podés hacer entre Vladislao Cap y los otros técnicos que tuviste en Boca: Carmelo Faraone, el brasileño Dino Sani y Alfredo Di Stéfano?

-Como era joven, chiquitito, la ventaja era que me hablaban diferente. Por ahí hacían una charla general y después me hablaban como si fueran un papá. En ese momento uno no se da cuenta de todas las enseñanzas que te van dejando, pero trataba de captar todo lo que podía. Después cada uno tenía su esquema de juego y yo me adaptaba.

En las juveniles de Boca, de capitán y con mascota incluida
En las juveniles de Boca, de capitán y con mascota incluida

A pesar de que Denny Ramírez estaba cumpliendo el sueño del pibe, la realidad institucional de Boca estaba lejísimos de llegar a su esplendor. El Xeneize acababa de iniciar una de las sequías más grandes de títulos de su historia tras la conquista de la mano de Maradona en el Metro 81 (se cortó recién en 1992) y en esa época afrontó conflictos con los referentes del plantel, huelga de jugadores, deudas, intento de remate de La Bombonera y hasta partidos en los que jugó la Cuarta División con una remera de entrenamiento marcada con fibrones por no estar a mano la camiseta alternativa. En ese famoso encuentro ante Atlanta fue titular el protagonista de este artículo, que supo pasar hambre y algunas penurias en La Candela.

-Más allá de tu soñado momento personal, Boca no era lo que es hoy. ¿Cómo era la vida diaria en La Candela en ese entonces?

-Vivíamos alejados. Teníamos una habitación común, compartida de a dos. Los chicos de las provincias nos uníamoss mucho, nos buscábamos, sentíamos cuando alguno estaba mal o bajoneado porque extrañaba a la familia. El desarraigo costaba mucho. Yo quería jugar, quería debutar en Boca, no sé si iba a tener la oportunidad, pero estaba segurísimo de mis condiciones. No había mucho para hacer. Imaginate que, para pasar el tiempo, caminábamos dos cuadras para la Avenida Don Bosco y mirábamos cómo bajaba la gente del colectivo. No teníamos contacto con nadie: éramos nosotros, el capataz que nos cuidaba y los internos. Teníamos horarios, a las 11 cerraban la puerta central. Si salías, tenían que venirte a buscar con autorización. No teníamos las posibilidades que tienen los chicos de ahora, que tienen todo. El profe armaba el gimnasio con lo que tenía a mano. El que estaba en La Candela se entrenaba en doble turno y había que estar predispuesto para ir a jugar si llamaban a alguno para hacer fútbol. Cambiaron muchas cosas.

-¿Qué te ofrecía Boca? ¿Te hizo contrato o te daba un viático? ¿Te cubría todas las comidas diarias?

-La primera vez que firmé, tuvo que venir mi papá. Él había arreglado. Me habían dado un viático ya siendo del las inferiores, como para comprarme lo básico, de desodorante para arriba. No era mucho, pero para mí sí. Y después no tenía un contrato en sí, pero cobraba una X cantidad de plata más los premios por jugar en la Tercera y Primera. Al tiempo se destaparon algunas cosas como lo del “Fibrón”, pero la realidad es que muchas veces nosotros ahí no teníamos ni para comer. Había gente que colaboraba para ayudarnos, se daban cuenta y traían comida. Entrenábamos fuerte y comíamos poco. Así empezaban algunas lesiones. Por eso ahora, cuando hablamos por teléfono entre compañeros, nos emocionamos porque sabemos lo que pasamos y la calidad de personas que somos cada uno.

La formación de Boca Juniors el día del "Fibronazo" ante Atlanta en 1984: sin camisetas alternativas, el Xeneize jugó con una blanca de entrenamiento con los números pintados
La formación de Boca Juniors el día del "Fibronazo" ante Atlanta en 1984: sin camisetas alternativas, el Xeneize jugó con una blanca de entrenamiento con los números pintados

-Pero, por ejemplo, ¿qué comían a lo largo de un día?

-Se hacían tallarines con un poquito de carne arriba. Apenitas, como si fuera queso rallado para que te des una idea. Si no había leche, se hacía mate cocido negro o té negro o café. Se empezó a poner difícil y hasta la noche se hacía largo. Algunos de los chicos traían cosas de sus provincias, embutidos, pan... Con eso tomábamos mate, hacíamos tostadas y compartíamos. Los mismos padres de los chicos se enteraban y colaboraban con algo. De vez en cuando venía algún socio de Boca que nos llevaba a comer en algún parador de camioneros por Camino de Cintura, pero no era todos los días. También traían algo de mercadería, por ejemplo tachos de mermelada en litros, cosas así. Evidentemente era gente fanática de Boca. Pero la pasamos re mal. Me acuerdo que cuando nos tocaba ir a jugar en Inferiores a Estudiantes de La Plata, salíamos a primera hora del día y después del desayuno capaz que no comías hasta la tarde que te tocaba jugar. Solo el sentimiento que teníamos por Boca y la responsabilidad de defenderlo nos hacía seguir.

-Fuiste titular en el partido del Fibronazo contra Atlanta en 1984: contame con detalles cómo fue esa situación...

-Nosotros en ese momento ni sabíamos lo que iba a ocurrir. Nosotros ya estábamos adentro del vestuario para jugar contra Atlanta y nos habíamos puesto la camiseta original de Boca manga larga y esperábamos en el túnel. Habíamos hecho la entrada en calor con una remera blanca de entrenamiento. En eso, Atlanta entró con una camiseta toda azul y ahí nos frenaron con desesperación. No sé qué habrá hecho el comisario deportivo de ese momento. La remera blanca con la que salimos había sido la de la entrada en calor, así que estaban todas transpiradas y húmedas. Por eso enseguida se empezó a correr el marcador y el betún con los que nos pintaron los números. Ni recuerdo quiénes nos dibujaron los números, solo que nos poníamos de espaldas y nos lo hacían. Encima justo empezó a garuar y se empezó a desteñir. Nos quedó bronca porque hicimos un buen partido que no merecíamos perder (NdeR: fue 2-1 a favor del Bohemio en la Bombonera). Éramos todos, la mayoría, internos de La Candela. Era otro orgullo encontrarnos todos juntos ahí, jugadores de diferentes categorías, del semillero. No defraudamos, de alguna manera mostramos que la inversión había valido la pena.

Ramírez junto a su padre, Ernesto Ramón, uno de los culpables de su pasión por el fútbol. Fue en uno de los partidos de la Selección Sub 20 en el Sudamericano 1985 en Asunción (Estadio Defensores del Chaco)
Ramírez junto a su padre, Ernesto Ramón, uno de los culpables de su pasión por el fútbol. Fue en uno de los partidos de la Selección Sub 20 en el Sudamericano 1985 en Asunción (Estadio Defensores del Chaco)

-Después de eso, tuviste el gran privilegio de llegar a la selección argentina. ¿Cómo fue la experiencia en el Sudamericano del 85 en Asunción?

-Sí, gracias a Boca tuve la posibilidad. Me acuerdo que yo sabía guaraní, entonces en un momento había algunos paraguayos que estaban llamando curepí o curepa (mención despectiva para con los argentinos) a mis compañeros y yo les respondí en castellano para hacerles saber que los entendía. Desde ahí la prensa se me acercó en Asunción. Claro, yo estaba a 80 kilómetros de mi pueblo en Formosa, mucho más cerca de ahí que de la Capital Federal. En ese equipo estaban Fabián Cancelarich, el Tata Martino, Theiler, Cepillo Acosta... Tuve la suerte de jugar ahí y también de compartir algunos entrenamientos con Menotti y Bilardo. Tuve al Profe Echeverría, otra muy buena persona. Me tocó ir dos años a varias preselecciones y también como sparring. Lo malo era que si no practicabas con tu división, después no jugabas el fin de semana con tu equipo. Antes se tomaba más como una represalia ir a la Selección y en realidad los jugadores no teníamos nada que ver. Todo al revés. De Bilardo todo lo que se cuenta es real: era muy estricto en todo, te frenaba el entrenamiento y te paraba. Si llovía y había tres jugadores, entrenaba igual. En esa época pasaron todos los jugadores que después fueron campeones en el 86. Por eso ese título fue más especial. Yo había estado con Trobbiani y después también en Boca con el Chino Tapia, el Tata Brown y el Vasco Olarticoechea.

-¿Por qué te fuiste de Boca y cómo continuó tu carrera y vida personal?

-Me fui a préstamo a Estudiantes de Caseros, sin opción. Fuimos varios jugadores, creo que eramos cinco, algunos de ellos con el pase. Yo fui para un torneo que después se abría para el Nacional B y después volvía. Pero cuando terminó, otra vez pidieron por mí, me sentí cómodo y me quedé. Había muy buen clima, hasta con el presidente de ese momento nos seguimos hablando. Estuve dos o tres años en Estudiantes. En un momento me iban a transferir al Bucaramanga y me lesioné el ligamento cruzado anterior y menisco de la rodilla derecha. El doctor no me quería habilitar, pero a los cinco o seis meses volví. Al tiempo me empezó a doler mucho, sobre todo cuando había humedad. En esos tiempos la recuperación no era igual.

Junto a su hijo, ya como maestro de grado, en un acto escolar
Junto a su hijo, ya como maestro de grado, en un acto escolar

-¿Y en qué momento decidiste dejar el fútbol y volver a Formosa?

-Tenía 24 o 25 años cuando dejé. Me mataba la humedad. Acá dejé de jugar en 2001 en mi club. Vine en el 88 e iba a arreglar en el 89 allá, pero la situación económica ya no daba. Había que pagar el departamento y no valía la pena para subsistir. Sí, era lindo. A lo mejor me quedaba y terminaba trabajando en inferiores o algo, pero el destino me llevó a otra cosa. Me decidí y en el 89 empecé a estudiar acá. Terminé el cuarto año que había dejado en Buenos Aires por estar con al Primera de Boca. Una vez que terminé el secundario, probé para ser docente, entré, me gustó y fui maestro de grado. Me enganché, me entusiasmé. Cuando estaba en tercer grado tuve de referente a un docente tucumano que daba clases en mi zona y era tan pulcro, siempre impecable con su corbata aunque en la zona había mucha tierra. Un gran maestro, un modelo para mí. Evidentemente me inspiró. Me gustaba escribir, no tengo errores ortográficos, ya era más conversador y todo se me hizo mucho más fácil. El año pasado me jubilé como docente con 29 años.

-Y la docencia también la llevaste al fútbol...

-Seguí siempre ligado al fútbol. Después estudié para preparador físico y entrenador, estoy recibido también. Fui presidente de mi club en Laguna Blanca y ahora soy presidente de la Liga desde el 2005. Los chicos son el fiel reflejo del maestro, guste o no. Acá hasta hicimos un partido solidario con ex jugadores que habían compartido conmigo en La Candela. Repartimos juguetes en las escuelas y, para los chicos, aunque hubieran llegado a Primera o no, eran ex jugadores de Boca los que habían venido. Hoy, con lo que pueda colaborar en la docencia, me ofrezco. Cuando hay partidos para veteranos siempre me invitan. También voy a hacer charlas para aportar algún conocimiento de lo que sea, fútbol, experiencia de vida o ser dirigente. Tuve vivencias de todo tipo y poder compartirlas es una satisfacción.

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