Sagrario Ortega
Madrid, 30 mar (EFE).- Son las cinco de la tarde de un jueves y en el salón de actos de la cárcel de Soto del Real (Madrid V) ya están sentados 65 presos de varios módulos con un libro en la mano. Casi ninguno se conoce, porque este centro penitenciario es de los más grandes de España, pero hoy van a compartir una actividad para "saltar muros".
En sus manos pueden verse libros como "La interpretación de los sueños", de Sigmund Freud; "Pantaleón y las visitadoras", de Mario Vargas Llosa; "A la vuelta de la próxima esquina", de Mills Fox Edgerton; "Hábitos atómicos: Cambios pequeños, resultados extraordinarios", de James Clear; o una nutrida selección de cuentos de Camilo José Cela bajo el título de "Los viejos amigos" y algún que otro best-seller de Stephen King.
Sobre el escenario un dúo musical, con un hombre a los teclados y una mujer con una voz increíble que antes de empezar la actividad interpreta "Vida loca", de Francisco Céspedes. "Esta lejanía duele cada día...", canta ante un auditorio que bien sabe de distancias, porque muchos de los que participan cruzaron el 'charco' en su día.
Antes de comenzar la actividad "La fiesta de la lectura", EFE habla con su artífice, Juan Sobrino, el director de la Biblioteca Municipal de Soto del Real, la localidad que alberga la cárcel, y quien de forma altruista no para de pensar en nuevas iniciativas que encajen en el proyecto que desde 2018 puso en marcha en esta prisión: "Libros que saltan muros".
Los saltan y se quedan, porque la biblioteca de esta cárcel tiene nada más y nada menos que 28.000 volúmenes. (Sus responsables animan a donar más, pero si puede ser, que sean obras modernas, como de 2015 hasta la actualidad).
Como en muchas cosas, Nueva York fue la pionera de las fiestas de la lectura. Fue una idea de cuatro amigos en 2023 -Ben Bradbury, Charlotte Jackson, John Lifrieri y Tom Worcester-, que decidieron convocar a gente desconocida con un libro en la mano y tras media hora de lectura, compartir su experiencia con un participante en la fiesta.
La cárcel de Soto del Real eligió el "día de la felicidad", el pasado jueves 20 de marzo, para "copiar" a Nueva York, aunque ya habían hecho otra fiesta -la primera en España- en octubre de 2024.
Sobrino explica a EFE que esta actividad complementa los clubes de lectura de la cárcel, que tienen lugar cada dos meses, u otras iniciativas dirigidas a padres con hijos fuera de España que se llama "Cuentos que hilan vidas", vídeos dramatizados de los propios padres contándoles un cuento.
Con "La fiesta de la lectura", se trata de convertir algo individual -leer un libro- "en algo social y compartido", como recalca a EFE Sobrino y ratifica el director de la prisión, Luis Carlos Antón.
Es decir, el objetivo es "provocar" el diálogo entre los presos, algo que se consiguió, según pudo comprobar EFE.
Así, durante 20 minutos los presos participantes -también lo hicieron diez personas de la calle- leyeron en silencio el libro que habían elegido. Cada uno tenía un número adjudicado, de tal manera que tras esa lectura, se hizo un sorteo con todos los números y se formaron parejas.
Eran internos de los módulos 1, 3 y 6 y del de aislamiento que se enfrascaron en su libro en absoluto silencio.
Llega el momento de la formación de las parejas. A Luis (nombre ficticio) le ha tocado compartir la experiencia con Carlos (también nombre ficticio).
Uno ha leído 20 minutos de "La interpretación de los sueños", el otro de "Pantaleón y las visitadoras". Carlos sabía de la polémica que había suscitado en su día la obra de Freud, por sus connotaciones sexuales. Luis reconoció que era fan de Vargas Llosa, pero ese libro precisamente no lo había leído.
Los dos reconocen que han "vendido" bien su libro al otro.
Arturo tiene 26 años y adora la poesía. Cada visita de su madre, le encarga un nuevo libro. Desde Machado a Mills Fox Edgerton, le gusta todo tipo de poesía: "Me ayuda a reflexionar", dice.
No desdeña Francisco, un preso venezolano de 40 años y matemático de profesión, a ningún autor, ni el libro de Cela que le ha tocado compartir, pero reconoce que lo suyo son más los libros sobre empresas y los más "técnicos".
Solo tiene 23 años, es mexicano, sus hijos están en su país y él en prisión provisional en España esperando la calificación del fiscal y el juicio. Antes no leía nada, ahora se decanta por James Clear y sus "Hábitos atómicos", para el preso un libro de "autoayuda".
"Algo tan bonito como los libros se está perdiendo. Hay que mantenerlos", enfatiza Luis Miguel cuando tras los otros 20 minutos de compartir con el compañero la experiencia de su lectura, llega el turno de los que, voluntariamente, quieren expresar en público lo que han sentido.
"Ha sido un momento de empatía que no hubiera tenido en la calle", asegura Marcos antes de insistir en que ha podido establecer lazos que jamás hubiera imaginado tenerlos en la cárcel.
Noe, que estaba leyendo "El niño con el pijama de rayas", de John Boyne, y en la escuela de la prisión lee "Antígona", cree que lo mejor de la lectura es "meterte dentro y sentir lo que siente el personaje".
Y gracias a la iniciativa, Sebastián y Víctor han encontrado su "alma gemela literaria", con una pasión mutua por la novela negra, por la de Carmen Mola uno, por la japonesa, el otro.
Sobrino subraya a EFE que los presos leen por encima de la media nacional, como lo ratifican los informes del Ministerio de Cultura.
Porque, como dice Silvia, la subdirectora de Tratamiento de la cárcel de Soto del Real, la participación de los presos en los programas de lectura es alta. "Aumenta su autoestima, reduce su estrés y ansiedad y favorece una menor conflictividad. Además, les hace reflexionar sobre su propia vida, sobre el pasado, el presente y el futuro". EFE
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