Juan Luis Goenaga, el artista tímido que dejó hablar a sus cuadros

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Ana Burgueño

San Sebastián, 13 ago (EFE).- El artista vasco Juan Luis Goenaga, fallecido este martes en Madrid, fue un hombre extremadamente tímido, al menos en sus comparecencias públicas. Prefería dejar hablar a sus cuadros, que iban surgiendo según avanzaban las pinceladas.

Decía que la pintura era "autónoma", que no se dejaba llevar por los estados de ánimo del autor en su cromatismo. "Eso está bien en la literatura, pero sería de mal pintor", aseguró en una de sus últimas apariciones, cuando la Sala Kubo del Kursaal donostiarra saldó una deuda con él organizando una retrospectiva de su obra.

Fue en 2020, tras el confinamiento. Hasta ese momento, su ciudad natal solo había realizado una única revisión de su obra y lo había hecho 25 años antes, en el centro Koldo Mitxelena.

La casualidad hizo coincidir la apertura de la exposición en septiembre con la edición del Zinemaldia en la que Woody Allen estrenó 'Rifkin's Festival", rodada en San Sebastián, para la que su hija, la actriz Bárbara Goenaga, filmó una pequeña escena que quedó fuera del montaje y para la que él prestó cuadros y enseres de su taller.

El encuentro del pintor y el cineasta neoyorquino, que tanto Bárbara como él definieron en algunos medios como una reunión "entre dos marcianos", volvió a llevar al creador donostiarra a la actualidad. A Goenaga, que rehuía hablar de sí mismo, tampoco lo hizo sobre esa conversación entre tímidos.

El artista volvía en ocasiones una y otra vez a las pinturas que construía a base de "capas y capas", un proceso del que disfrutaba este creador que en sus inicios se codeó con el grabado y la escultura y que en la fotografía encontró también una forma fundamental de expresarse.

Goenaga, uno de los mayores exponentes del expresionismo vasco, nunca se planteó qué es lo que iba a pintar, ya se tratase de las hierbas y raíces apegadas a su tierra o del arte más urbano que también frecuentó.

El cuadro "aparecía" sin más, como le ocurrió también con los paisajes de su ciudad a los que bautizó como 'los donostis'.

"Pintar es un proceso de capa sobre capa. Cuantas más capas puedas añadir, más disfrutas y si la capa anterior tiene veinte años, mejor", afirmaba Goenaga, que en 1969 se instaló en su caserío de Alkiza, donde mantuvo la vinculación a la tierra, sus colores y sus formas, sin olvidar la existencia del resto del mundo. EFE

ab/ros