El tratamiento con sanguijuelas, el gusano más famoso en la historia de la medicina

La hiroduterapia experimentó su apogeo a mediados del siglo XIX, época en la que se importaban más de 50 millones de gusanos al año a países como Francia o Inglaterra

Guardar
Terapia con sanguijuelas (AdobeStock)
Terapia con sanguijuelas (AdobeStock)

Una muchacha de la época victoriana de piel pálida languidece postrada en una cama, entregada ya toda su voluntad a los remedios del doctor. Con fina precisión, el médico coloca varias sanguijuelas sobre el torso y las extremidades de la joven “para limpiar su sangre. Esta imagen ha sido repetida en múltiples ocasiones por películas, libros y demás obras ambientadas en la Europa del siglo XIX. A veces, como si se tratara de la única solución. Otras, como si fuera realmente la última opción.

Alejada de la ficción del cine y la literatura, la terapia con sanguijuelas se ha utilizado desde las antiguas civilizaciones, desde Mesopotamia a Egipto pasando por Grecia o la Antigua Roma, hasta su decaimiento a principios del siglo pasado. Su época de mayor esplendor fue a mediados del siglo XIX, especialmente en Francia e Inglaterra, a donde se importaron más de 50 millones de estos gusanos al año.

Las sanguijuelas son gusanos que viven en aguas tibis o en tierras muy húmedas y que, con sus ventosas, extraen la sangre del cuerpo al que muerden. De esta manera, este sangrado terapéutico se utilizaba para reducir la inflamación del organismo.

Avicena, un médico persa de la Edad de Oro del islam, recomendaba lavar la zona de la piel donde se quiere aplicar la sanguijuela con una solución de nitrato de potasio y, posteriormente, frotar con fuerza para que la sangre se agolpe. Es entonces cuando se coloca la sanguijuela, que será capaz de reducir la hinchazón. Se debe dejar actuar hasta que el gusano esté repleto de sangre, entre unos 15 y 30 minutos, y se caiga solo. Tras el tratamiento, algunos textos medievales aconsejaban lavar la piel con vino y miel.

Las sanguijuelas en la actualidad

Fue en la década de los 60 cuando las sanguijuelas volvieron a estar sobre la mesa de los tratamientos médicos, aunque de ninguna manera al mismo nivel que siglos atrás. Ya en el siglo XXI, investigadores rusos presentaron en un congreso europeo resultados positivos de la hirudoterapia en pacientes con artritis, observando reducción del dolor, rigidez y mejora en la movilidad.

En 2003, el Hospital Continuum Centre for Health and Healing de Nueva York aplicó esta terapia contra la artritis degenerativa, con resultados superiores a los antiinflamatorios tradicionales. Además, las sanguijuelas se usan para tratar heridas necróticas no cicatrizantes, como úlceras por presión, gracias a su efecto desbridante y regenerador.

Ese mismo año, en España, se documentó un caso exitoso de uso de sanguijuelas para aliviar la congestión venosa tras una cirugía reconstructiva oral. En la actualidad, el uso clínico de sanguijuelas es muy limitado, aunque sobresale el Hospital Universitario Juan XXIII de Tarragona como uno de los pioneros en cirugía maxilofacial y microcirugía con injertos.

El doctor López Rosetti nos cuenta porque nos hacemos mala sangre.

Los otros pacientes de las sanguijuelas

Un estudio dirigido por investigadoras de la Escuela Universitaria de Enfermería de la Universidad del País Vasco recoge algunos de los casos en los que las personas han presentado complicaciones tras el contacto con sanguijuelas. Uno de ellos, es el de un niño de seis años al que el gusano se le adhirió al orificio nasal, provocándole una hemorragia nasal. Fue necesario extirpar la sanguijuela por vía nasal anterior, que estaba localizada en la faringe.

La bibliografía médica también recoge otros casos de parasitación, en los que la sanguijuela ha llegado hasta la laringe y ha provocado un grave deterioro físico. Sin embargo, todos los ejemplos reales que aglutina el artículo corresponden a situaciones en las que las personas se han bañado en ríos o charcas infestadas.