Bienvenidos al mundo de los libros usados, eterno refugio de lectores hambrientos

Precio, tranquilidad y variedad: tres virtudes valoradas en tiempos de crisis y aceleración constante. Infobae Cultura habló con libreros de Rosario, Paraná, Santa Fe y Chivilcoy para reflejar un fenómeno constitutivo de la cultura literaria de los argentinos

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Bienvenidos al mundo de los libros usados, eterno refugio de lectores hambrientos (Fotos: Pexels)
Bienvenidos al mundo de los libros usados, eterno refugio de lectores hambrientos (Fotos: Pexels)

“Lo que busco es vender lo más barato posible”, dice Jesús Malone, desde Chivilcoy. Vende libros usados. Su librería está ubicada en el Paseo de la Plaza. Empezó en su casa, después en la de su padre, que estaba vacía y era más espaciosa, pero un día el lugar dejó de estar disponible. “Fue el empujoncito que necesitaba para pensar en un local propio”, cuenta. Hace seis meses está frente a la Plaza Principal de la ciudad, en la pintoresca galería al aire libre y de ladrillos a la vista, al fondo: Libros Usados Chivilcoy. “De la decoración se encarga la flaca, ella tiene la cabeza para eso”, dice sobre su esposa. “Si bien a mí me gusta la onda de Avenida Corrientes, es mejor mantener un orden porque si no se va a volver a desmadrar. Ella la decoración y yo la clasificación y el acomodamiento”.

En otro rincón del país, desde Paraná, Rubén Molteni atiende en la librería Akasha. En general, atiende su esposa, Silvina Barrios. La mayor parte de la semana él viaja treinta kilómetros a la ciudad de Santa Fe, y trabaja en Canje, librería más grande, con mucha trayectoria: cuatro décadas. Ambas de libros usados. En Canje está hace quince años, en Akasha hace meses: abrieron en julio pasado. Canje es su trabajo principal, Akasha su proyecto de vida. “Por infinidad de razones, por independizarse, por mejora, porque somos amantes de los libros, los dos somos bibliófilos, abrimos un localcito aquí, en Paraná. Empecé vendiendo online, usando el Instagram del Canje con el permiso del dueño. Y junté tantos libros que me dio por abrir un negocio en Paraná. Como uno hace años que está en el oficio, bueno, acá estamos”.

Rosario tiene un clásico de libros usados: El Paz Volador. Hace 34 años, Alfredo Chyla la fundó porque buscaba, dice, “hacer algo que me gustara”. “Como siempre estuve muy vinculado a los libros a través de la Biblioteca, yo era socio de la Biblioteca Argentina, y muy asiduo lector, me había hecho la idea de ampliar la catalogación de los libros”, cuenta. Había estudiado Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y el contacto con autores y textos estaba muy presente. “En la carrera tuve una gran variedad de materias humanísticas”, recuerda. “Todo ese panorama, sumado a que ya era yo cliente de casas de compraventas y que tenía una predilección por la lectura, me llevaron a probar en este rubro, a ver cómo andaba esto de los libros usados”, dice.

"El libro nuevo, si antes era inaccesible, después de la devaluación y todo este desenfreno, se hizo más inaccesible", dice Rubén Molteni de Akasha (Foto: Pexels)
"El libro nuevo, si antes era inaccesible, después de la devaluación y todo este desenfreno, se hizo más inaccesible", dice Rubén Molteni de Akasha (Foto: Pexels)

El gran abastecimiento

¿Cómo se abastece una librería de usados? “Nosotros conseguimos todo comprando a particulares”, dice Molteni: “Nos orientamos a conseguir grandes bibliotecas de gente que fallece y que los sucesores no se quieren quedar con los libros. Preferimos ese tipo de acceso al libro: porque podés conseguir mejores precios pero también por la variedad y esas cosas que ya no se consiguen”. Tantos libros ha acumulado que no le entran en la librería y se los lleva a su casa: “es como tener otra librería, otra Akasha”, dice. Lo mismo hace Malone en Chivilcoy: “Gente de acá que nos dice: ‘falleció mi abuelo, tengo estos libros, los quiero vender’. Está el que los quiere vender y está el que te dice ‘llevátelo o sino los tiro’. Entonces ahí es donde aparecemos nosotros, que siempre tratamos de rescatar”.

“Cada tanto, me hago una escapada a Buenos Aires a buscar material puntual que me han pedido los clientes, pero el negocio se mantiene pura y exclusivamente con gente que nos viene a ofrecer. Por ahí ahora me pongo más exquisito, porque trato de que sean cosas que se vendan rápido y haya circulación. A veces en el bulto de 500 libros me sirven diez. También es el vicio de comprar usado, pero después hay que revisar y sacar las cositas que tengan adentro. Es como una religión la compra del libro usado”, agrega Malone y recuerda todas las flores secas que halló entre las páginas. “Después hay gente que se cree que tienen un tesoro y lo que nosotros tratamos de explicarles a esos potenciales vendedores es que nosotros necesitamos ganar también. Porque una cosa es el libro viejo y otra el antiguo”.

Lo más barato posible

Akasha, cuenta Rubén, “viene bastante bien a pesar de la crisis y todos los desajustes”: “Pese a esta incertidumbre tratamos de mantener el precio. Hoy día creo que la clave, aparte de la variedad, de lo que podés conseguir, es el precio. Me parece que ese es el punto: tratar de vender lo más barato posible, porque se nota. Tenés momentos del mes que la gente no tiene dinero y bajan las ventas. El libro nuevo, si antes era inaccesible, después de la devaluación y todo este desenfreno, se hizo más inaccesible. A la gente que le gusta leer... el libro nuevo, olvidate. Por ese lado te favorece vender libros usados. Pero así mismo también tenés que ser muy cuidadoso con los precios. Por lo menos esa es la visión que uno tiene del negocio. Hoy día la gente está decidiendo entre comer o no comer”.

“Mucha gente se fue de vacaciones y el que no se fue de vacaciones está priorizando el mango. Hay otras prioridades antes que el libro”, dice Jesús Malone. “Yo creo que las crisis en la Argentina siempre beneficiaron al libro usado: la gente se vuelca más a buscar lo usado que lo nuevo. Tenés un 50% en diferencia. Un libro de veinte lucas capaz que lo conseguís a diez o menos”. Explica Rubén Molteni que “vos no podés decir ‘tengo una inflación del 40%, lo remarco un 40%’ porque no lo vas a vender. Hay que ser muy cuidadoso. A veces nosotros preferimos resignar ganancia, pero seguir manteniendo los precios bajos, que es lo que te garantiza la continuidad, que es lo que uno busca. Tenemos esa filosofía de democratizar el acceso al libro usado, sobre todo en estas circunstancias”.

“Yo creo que las crisis en la Argentina siempre beneficiaron al libro usado: la gente se vuelca más a buscar lo usado que lo nuevo”, dice Jesús Malone de Libros Usados Chivilcoy (Fotos: Pexels)
“Yo creo que las crisis en la Argentina siempre beneficiaron al libro usado: la gente se vuelca más a buscar lo usado que lo nuevo”, dice Jesús Malone de Libros Usados Chivilcoy (Fotos: Pexels)

El Pez Volador divide sus libros por letras: “Cada letra tiene una correspondencia. La lista está pegada por toda la librería. Y lo que hacemos cuando tenemos que actualizar es subir los precios en la lista de letras. Sino sería imposible remarcar los libros porque es una librería muy grande. Estamos hablando de miles y miles de libros. Así que cuando sube algo, sube todo”, dice Chyla, y agrega: “Históricamente en las crisis a nosotros no nos fue mal. Así que espero que esta sea de la misma manera. Por un lado la gente es más proclive a vender sus libros porque estamos en un momento de mucha penuria económica. Entonces entran a circular más libros. O también a canjearlos y no gastar dinero. Con la crisis, la gente tiene más inclinación a preguntar cuánto vale primero un usado antes de comprar el libro nuevo”.

A las librerías de usados no les influye la Ley 25542, conocida como la Ley de Defensa de la Actividad Librera, que hoy el gobierno quiere derogar. En primer lugar porque no venden novedades, con lo cual la idea de un precio único sería ridículo. Y segundo, porque los precios que hay en este tipo de comercios son bajos. “Lo que busco es vender lo más barato posible”, dice Malone. “Generalmente se estipula que el libro usado está al 50% del valor de lo que vale en librería. Pero hoy, con los precios que se maneja la librería de nuevo... un libro que te vale 20 mil pesos no lo voy a vender a 10 mil, lo voy a vender un poco más barato para que la gente tenga acceso al libro. No por una cuestión de competencia desleal ni mucho menos. La política del negocio mío siempre fue que la gente pueda llevarse el libro”.

El lector consecuente

“En general, el lector que va a la librería de usados es el lector consecuente, el buen lector, el que tiene un hábito de lectura”, dice el librero de Akasha. “Cuando empezamos vendiendo online apuntamos al ambiente universitario, que es el que de alguna manera te garantiza una continuidad en las ventas porque necesitan libros para estudiar o porque son lectores. Es el lector consecuente, tanto gente joven como profesionales y docentes. Y después está el lector más ocasional o el que te lee las novelas, pero creo que el que va a una librería de usados con más frecuencia es el estudiante o el profesional universitario, que buscan de determinadas temáticas o libros que son difíciles de conseguir. Nosotros empezamos con filosofía, historia, psicología y política, las cuatro cosas más nos servía para la venta online”.

La diferencia entre el que solo revisa y se va y el que finalmente compra le da positiva a Malone: “El 80% del que entra compra”, asegura, “aunque sea una oferta se lleva”. Con esta inflación inédita, el librero chivilcoyano se toma el trabajo de abrir cada libro y cambiarle el precio. Se ríe y dice: “Sí, es un laburo de hormiga”. Todos los días 4 de cada mes, afuera de la librería había una mesa con libros a $500. “Hasta el mes pasado lo pude hacer. En febrero ya no lo hice porque el costo es completamente diferente. Estoy viendo cómo organizar otras ofertas”. Lo que mantiene es un cajoncito con libros gratis. “Libros para adoptar”, dice el cartel. Está afuera para que cualquier pase y se lleve alguno. “Los vamos reponiendo constantemente con esos libros que por ahí no se venden”, cuenta.

Cambios de época

“Cuando empecé se trabajaba mucho con revistas”, recuerdo Alfredo Chyla de El Pez Volador y viaja a los años noventa. “Es un rubro que ahora prácticamente ha desaparecido, pero que en aquel momento era la mitad de la librería”. Iba a galpones y nadaba entre revistas de manualidades, de música, eróticas, de actualidad. “Después eso se fue apagando más y más, y prácticamente quedaron solo los libros. Pero en ese comienzo nos nutrimos de esos galpones de saldos”, recuerda. Lo que también cambió fue lo que llama el “ideal de cliente”, “el que recorre y compra, el que busca dentro de lo que hay, que no viene a buscar un libro definido, sino que se deja llevar por su curiosidad; y de lo que hay, elige algo. Antes era todo así, pero con el progreso de la información eso cambió.

"La lectura es un placer que incluye una relajación y un tiempo. Y buscar un libro también. Es una contramarcha a la aceleración permanente que vivimos”, dice Alfredo Chyla de El Pez Volador (Foto: Pexels)
"La lectura es un placer que incluye una relajación y un tiempo. Y buscar un libro también. Es una contramarcha a la aceleración permanente que vivimos”, dice Alfredo Chyla de El Pez Volador (Foto: Pexels)

¿Qué ocurre ahora? “La gente elige un libro por internet, entonces viene directamente a buscarlo, y si no está, se retira. Se perdió mucho esa mística de tener tiempo para mirar libros y elegir. La gente ahora quiere todo instantáneo. ‘¿Está este? ¿No? Ah, bueno’. Y se va. Cambió mucho la relación con los clientes. Ahora todo se pregunta por WhatsApp, por las redes; se informatizó todo”, dice el librero. Si bien el panorama cambió, ese lector, hoy minoritario en su librería, persiste: “Aún hay mucha gente así, sobre todo los que son muy fanáticos de algún tema en particular. Por ejemplo, uno que estudia Historia Argentina, esa persona va y revisa toda la estantería. O la señora que le gustan las novelas románticas. Van y se toman todo el tiempo y buscan. Ese cliente está, aunque no tanto como antes, digamos”.

Para el librero chivilcoyano, todavía quedan muchos lectores así: “El 90% de los que vienen lo que buscan es el espacio para poder revisar, chusmear y ver qué se pueden llevar. Acá no suele venir gente con un tema específico o como en la librería de nuevos que te dicen ‘quiero el de Rolón’. Acá la mayoría dice ‘¿puedo mirar?’ ‘Claro, podés mirar todo lo que quieras y no es necesario que te lleves nada’. Entonces vienen, revisan, miran uno por uno. Yo tengo un par de sillas distribuidas como para que se puedan sentar a leer y nadie les interrumpa. De hecho, me tomo el trabajo de ponerles precio a todos los libros en la primera página para que no tengan que andar preguntando. ¿Viste que eso molesta mucho? Entonces lo que tratamos que la gente se sienta cómoda”.

Las joyas del librero

La gran joya de Libros Usados Chivilcoy es el clásico de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, en dos tomos (El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, y la Segunda parte del ingenioso caballero don Quixote de la Mancha), edición facsimilar de 1896. “Esos entraron de un remate de acá, en un lote con varias cosas. Son preciosos, yo los adoro”, dice. Los vende a 50 mil los dos. “Tengo la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, de Bartolomé Mitre, en una edición muy bonita; un poemario de Mitre de 1876; un atlas de Argentina editado en Alemania en 1941, en la época del Tercer Reich. Y después tengo una joyita mía, que soy profe de geografía: la Suma de Geografía de Editorial Towser, uno de los compendios más completos que se hizo de geografía argentina”, agrega.

Las joyas de Akasha son libros de arte y vinilos, pero hay un libro inconseguible: Borges de Adolfo Bioy Casares. “En Mercado Libre lo hemos visto a 250 mil. Hay libros que si los queremos vender al precio real son incomprables”, explica. “Nosotros tenemos muchos libros de sociología, historia y diversas materias que no tienen reediciones”, cuenta Chyla. “Entonces el lector sí o sí tiene que encontrar un ejemplar usado. En ese caso es muy valioso porque no hay otro modo de conseguirlo”, agrega. Una de las joyas de El Pez Volador es el primer censo de la Argentina del año 1890. “Es cuestión de buscar. Porque la lectura es un placer que incluye una relajación y un tiempo. Y buscar un libro también. Es una contramarcha a la aceleración permanente que vivimos”, concluye el librero rosarino.