Astérix, Tintín, Pocahontas: la quema de miles de libros en Canadá dispara el debate por el racismo y la cancelación

Se destruyeron 4700 libros por tener una “representación negativa de los pueblos indígenas”. ¿Qué hay detrás de episodios como estos?

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"Tintín", "Astérix" y "Pocahontas"
"Tintín", "Astérix" y "Pocahontas"

“Donde se queman libros se terminan quemando también personas”, escribió el poeta Heinrich Heine. Como toda frase, es importante el contexto: el 10 de mayo de 1933, en Berlín y en otras importantes ciudades de Alemania, quemaron libros de espíritu “no germánico”. Adolf Hitler ya era canciller y en unos meses se convertiría en el Führer.

La frase de Heine reaparece como un fantasma cuando se develó la noticia de los últimos días: se descubrió que en Canadá en 2019 se destruyeron 155 títulos infantiles en un total 4700 libros, entre los que se encontraban Astérix, Tintín, Lucky Luke y Pocahontas, por tener una “representación negativa de los pueblos indígenas”.

Por supuesto, son dos contextos diferentes, incluso opuestos, sin embargo se abre una gran polémica: ¿cuál es el límite a la hora de mirar el pasado? ¿Es legítimo eliminar los productos artísticos que formaron a varias generaciones para construir un futuro igualitario? ¿Cuál es el horizonte de la cultura de la cancelación? ¿Cuál es el contexto de este gran debate que vive la sociedad canadiense?

Sobre la reconciliación

Fue la Comisión Escolar de Providence, responsable de establecimientos católicos de habla francesa, la que tomó la decisión de retirar de los estantes de las bibliotecas de treinta colegios aquellos libros que tienen una “representación negativa de los pueblos indígenas”, con el objetivo de terminar con el “racismo, la discriminación y los estereotipos, con la esperanza de crecer en un país inclusivo”. Los responsables de la iniciativa sostienen que se trata de un esfuerzo por reconciliarse con las “primeras naciones”. Los libros fueron reciclados y algunos quemados, y las cenizas se utilizaron como abono para plantar un árbol y “convertir lo negativo en positivo”.

 EFE 163
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La investigación que dio a conocer esta polémica decisión estuvo a cargo de Radio Canadá, que accedió a un documento con los títulos eliminados y los motivos evocados. Para definirlo, la Comisión Escolar de Providence contó con “acompañantes indígenas”. Lo que encontraron en esos libros fueron errores históricos, imágenes racistas, sexualización y falta de respeto. También la utilización de términos como “indio” y “esquimal”, considerados desde hace años como peyorativos. Mediante un comunicado, el Ministerio de Educación de Ontario subrayó que la selección de los libros es responsabilidad de cada comisión escolar.

Académicos, intelectuales y artistas salieron a marcar el peligro de la iniciativa. “Su destrucción me sorprende y me parece excesiva”, dijo en Twitter el escritor quebequés André Noël, cuya novela infantil, Trafic chez les Hurons, publicada hace 20 años, fue incluida en la lista del comité. Noël escribió en Twitter. La etnóloga Isabelle Picard, perteneciente al pueblo huron-wendat, dijo en las redes sociales que “la reconciliación ciertamente no sucederá de esa manera”.

Genocidio cultural

La destrucción de libros en Canadá tiene varias líneas interpretativas. La primera, la urgente, es el reciente descubrimiento de lo que muchos llaman un “genocidio cultural”. Hace apenas unos meses, Federación de Naciones Indígenas Soberanas encontró cientos de tumbas sin nombre en una escuela: “el más significativo hasta la fecha en Canadá”.

Entre 1863 y 1998, más de 150 mil niños indígenas fueron separados de sus familias y llevados a internados estatales, según un informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Las investigaciones sostienen que a los menores no se les permitía hablar su idioma o practicar su cultura y muchos eran maltratados y sufrían abusos.

Año 1900: una monja católica romana con estudiantes en la Escuela Residencial India St. Michael en Duck Lake, Territorios del Noroeste, ahora Saskatchewan, Canadá. (Foto: EFE/EPA/Archivos Provinciales de Saskatchewan)
Año 1900: una monja católica romana con estudiantes en la Escuela Residencial India St. Michael en Duck Lake, Territorios del Noroeste, ahora Saskatchewan, Canadá. (Foto: EFE/EPA/Archivos Provinciales de Saskatchewan)

Las tumbas sin marcar estaban en el emplazamiento del antiguo Colegio Residencial Indio Marieval en la ciudad de Saskatchewan, que se suma a los restos de 215 niños indígenas en otro internado, en Kamloops, en el estado de Columbia Británica, la provincia más occidental de Canadá. hasta el momento, son 1.200 fosas sin marcar, pero los expertos aseguran que son más de 6 mil los niños que perdieron la vida en estos centros. El Estado anunció que destinará 321 millones de dólares canadienses (256 millones estadounidenses) en distintas iniciativas, como transformar esos edificios en lugares para la memoria.

Campaña electoral

Todo esto abrió un enorme debate respecto de cuán vigente está el racismo. En ese sentido el contexto es específico: Canadá se encuentra en plena campaña electoral federal. La reconciliación con los pueblos indígenas es uno de los temas centrales entre los candidatos en el debate público. Erin O’Toole, jefe de los conservadores, aseguró que “es posible retirar libros y cómics sin quemarlos, pero hay que tener un enfoque respetuoso de los temas de la reconciliación y de nuestra historia”.

Por su parte, el primer ministro Justin Trudeau, líder del Partido Liberal, aseguró que, “personalmente, jamás estoy a favor de quemar libros”, y agregó: “No me corresponde a mí o a las personas que no son indígenas decir a los indígenas cómo deben sentirse o actuar para avanzar en el tema de la reconciliación”.

El marco también es la pandemia. Hace apenas unos días, Trudeau regresaba a su autobús después de visitar una cervecería en London, Ontario, cuando fue recibió piedrazos por parte de manifestantes. Aparentemente no tiene que ver con la cuestión indígena sino con la medida que dispuso: quienes no se vacunen contra el COVID-19 perderán su empleo. La semana pasada tuvo que cancelar un mitin electoral porque una multitud irrumpió en el evento. Esto da cuenta del nivel de polarización que vive la sociedad canadiense.

Justin Trudeau (REUTERS/Blair Gable/File Photo)
Justin Trudeau (REUTERS/Blair Gable/File Photo)

El falso origen autóctono

El debate se recrudece a partir de casos donde la cuestión indígena fue aprovechada. Por ejemplo, Suzy Kies, integrante del comité de revisión en su carácter de “guardiana del saber autóctono” y una de las cabezas de la comisión de Pueblos Autóctonos del Partido Liberal, que en estos días se descubrió que no tenía ascendencia indígena, como ella misma lo había dicho. Hace unos días presentó su dimisión al cargo.

También está el caso de la cineasta Michelle Latimer, que accedió a distintos programas estatales para visibilizar las problemáticas de los grupos autóctonos. Ella misma se arrogaba tener raíces indígenas: según sus palabras, provenía de Kitigan Zibi, una reserva de Quebec. Todo cambió cuando, a fines de 2020, miembros de dicha reserva lo negaron. En una entrevista también hacía dicho que creció en el norte de Ontario, que es “algonquina-francocanadiense” y que su madre “pertenece a las primeras naciones“. Una genealogista echó por tierra estas versiones al concluir que Latimer tiene dos ancestros indígenas, pero que vivieron en el siglo XVII.

Latimer afirmó tener una “conexión legítima” con estos pueblos, pero al develarse todo esto dijo se escudó en que su origen lo escuchó de niña mediante la “historia oral” que le contó su abuelo. “Mi camino para recuperar mi historia sigue evolucionando a medida que aprendo más sobre quién soy y de dónde vengo. En esta etapa, hasta que la investigación se haya completado y verificado, no tengo ninguna razón para dudar de lo que me contó mi abuelo”, escribió en su página de Facebook.

Cultura de la cancelación

Detrás de esta quema de libros hay una tendencia visible a cancelar cierta parte de la cultura. “No es la primera vez que estos relatos se enfrentan a acusaciones de racismo. Los cómics de Astérix, por ejemplo, han experimentado modificaciones en la representación de personajes negros (rebajando el color y el tamaño de sus enormes labios rojos) al ser reeditados en Estados Unidos en 2020″, recuerda Marina Estévez Torreblanca en una columna de Efe.

Adrenalina en "La Hija de Vercingetorix"
Adrenalina en "La Hija de Vercingetorix"

Tal es así que este año el clásico cómic francés presentó a Adrenalina, el personaje feminista que lo aggiorna a los nuevos tiempos. Fue con el lanzamiento de La Hija de Vercingetorix en Latinoamérica: un protagónico femenino que se opone al mandato social y paternal. “El cómic no era racista en 1931 (cuando fue publicado por primera vez), aunque sí pueda serlo a la luz de la mentalidad actual”, explicaba el abogado defensor de la editorial.

En agosto de 2007, el estudiante congoleño Bienvenu Mbutu Mondondo presentó una denuncia en Bruselas contra Tintín en el Congo alegando que el libro era un insulto para su pueblo y pidió su prohibición. En una columna en Infobae Cultura, el historiador Omar López Mato da cuenta de un punto importante: “El protagonista caza elefantes para apoderarse de sus marfiles (un acto que le costó el Reino a Juan Carlos de España, un siglo más tarde) y tiene trato con gente de color, que raya en el racismo al presentarlos como niños simpáticos e ingenuos. Aunque hace alusiones anticolonialistas ya que las políticas de Bélgica y Leopoldo II en el Congo habían sido lindantes con lo aberrante”.

Los casos de cancelación han ido en aumento en los últimos años. Y si bien muchos han generado un interesante debate, otros lo han suprimido. Mirar el pasado con los ojos del presente hace que aparezcan ciertas contradicciones. Por eso es importante el contexto. La solución que muchos han encontrado es añadir un mensaje explicativo sobre el contexto histórico para leer estos productos.

Está el caso de la plataforma HBO, que añadió como introducción de Lo que el viento se llevó una explicación de especialista en cine Jacqueline Stewart, ya que según ella, “este drama épico de 1939 debe verse en su forma original, contextualizarse y debatirse. El tratamiento del mundo a través de la lente de la nostalgia niega los horrores de la esclavitud y su legado de desigualdad racial”. El debate aún sigue abierto y, con lo ocurrido recientemente en Canadá, será mejor continuarlo.

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