Feda Baeza, directora del Palais de Glace: “Hay estigmas y fantasías con las identidades trans, a veces tengo que mostrar que no mordemos, que somos personas”

Cuando asumió como funcionaria de Cultura se llamaba Federico, nombre que aún figura en su DNI. En esta entrevista, la curadora e historiadora del arte explica cómo vive su transición mientras lleva adelante su gestión, habla de la inclusión y exclusión en la lógica de los museos y se refiere a la polémica desatada con el crítico Rodrigo Cañete

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Baeza habla de cómo es llevar adelante una transición en un cargo público.

El Palais de Glace funciona entre paredes centenarias, ladrillos coloniales y pasajes subterráneos y secretos. “Pero cómo, ¿no es su sede el modernísimo edificio sobre la avenida Libertador, en la Recoleta?”, se preguntará el lector culto y memorioso de la arquitectura porteña. Pues claro, se le podría responder agregando que tal edificio se encuentra en medio de reformas y que se mudó temporalmente toda su gran colección de obras a la legendaria Manzana de las Luces, sede de conspiraciones patrias, noches de bastones largos y excursiones de niños de las escuelas. Allí se trasladó, hasta el final de las refacciones, todo el staff del Palais, incluyendo, claro, a su directora, Feda Baeza. Nombre raro, quizás de origen griego o aledaños, pero más raro es que su portadora tan solo lo luce desde hace un año, unos pocos meses después de que asumiera el cargo, ya que fue entonces cuando comenzó su transición.

Feda Baeza es probablemente la funcionaria más alta del área cultural, y del gobierno todo, que exhibe con orgullo su identidad de mujer trans que cada día recorre el trayecto que va desde el barrio de San Telmo a la Manzana de las Luces hasta llegar a su despacho colonial, exquisitamente histórico y tranquilo -salvo por las campanadas de las iglesias alrededor que, cada quince minutos, recuerdan la finitud de la existencia humana. Feda Baeza ríe y señala ese tañir de las campanas, como si de sus dedos surgiera la determinación de la música metálica. Bien: es que no desentona. Es más, cumple el rol de directora del Palais de Glace en la Manzana de las Luces como no podía ser de otro modo: conjugando el rastro arquitectónico de la historia con la contemporaneidad de la vanguardia.

Infobae Cultura conversó con la funcionaria -que habla todo el tiempo y naturalmente en lenguaje inclusivo- sobre arte, encuestas, el affaire Cañete y su propia vida personal.

-Yo diría que mi transición ya empezó hace un año, de hecho cuando asumí me llamaba Federico. De todos modos, yo hablaba de mí en neutro y decía que era una persona no binaria. Cuando salió la difusión de mi nombramiento hice poner la gacetilla de prensa en neutro, pero el tema es que los medios, en su gran mayoría, no aceptan el neutro y entonces en lugar de preguntarme: “¿Querés masculino o querés femenino?” asumían directamente que lo tenían que pasar a masculino. Luego decidí también cambiar mi nombre y pasar del pronombre neutro directamente al pronombre femenino.

(Matías Arbotto)
(Matías Arbotto)

-¿Y cómo tomó este cambio el staff del Palais?

-La verdad es que no tuve ningún inconveniente con el personal, al contrario, esa situación me ayudó a construir cierta intimidad y diálogo con ellos. Obviamente yo asumo la responsabilidad de que hay gente que no conoce a nadie trans y la primera persona trans que conocen soy yo y que además esa persona es tu jefa, entonces es un montón, pero lo que me parece es que la gente que tal vez no tenía trato con gente trans y que la empezó a tener conmigo trabajando en el museo se dio cuenta de que soy como cualquier otra persona.

-También debe resultar pedagógico ya que no sólo está el staff de cultura, sino que hay otro tipo de oficios y debe resultar distinto experimentar este encuentro con cada sector, ¿no?

–Absolutamente. La gente profesional del museo uno puede señalar que pertenece al ámbito de la cultura y del arte y entonces hay un acercamiento mayor a comprender identidades trans como la mía. Pero también, es verdad, que está vigilancia, está limpieza. Lo que yo me di cuenta es que no hay que prejuzgar que alguien que desempeña cualquier trabajo, o que pertenece a cualquier sector social, tiene la misma posibilidad y capacidad de interactuar con vos de un modo super amable y cercano, por un lado, y por otro, a veces también tengo que mostrarles que nosotras no mordemos, que somos personas. Muchas veces las identidades trans han sido muy patologizadas, se dijo “esta persona no está cuerda, esta persona tal cosa”, entonces a veces hay que atravesar un estigma que tiene que ver mucho más con las fantasías personales, también. A veces, cuando alguien interactúa con una persona trans no lo hace con esa persona sino con sus propias fantasías y temores. Entonces hay que hacerse un poco cargo de esos estigmas y esas fantasías que se generan y tender un puente.

Resulta poco habitual que, además, se tiendan puentes entre la vida personal y la laboral o profesional (o, en realidad, es tan habitual que se transforma en el camello del Corán que, según Borges, no aparece ni una vez en ese libro sagrado porque su existencia en el desierto se sobreentiende). Baeza es historiadora del arte recibida en la facultad de Filosofía y Letras hace dos décadas, ha ejercido la docencia y la investigación y los principios que maneja la han llevado a tratar de renovar al Palais de Glace, una institución museística que por su tradición y por albergar a los premios Salón Nacional de Artes Visuales desde hace poco más de un siglo, tiende a estructurarse como un museo conservador.

–Iniciar la dirección del Palais fue una gran responsabilidad teniendo en cuenta que es una institución muy asociada al Salón Nacional, que ya tiene una historia de más de cien años. Había que repensar esos legados, esas tradiciones y hacerlas útiles en el presente. Fue un tiempo de reflexión y diagnóstico. Y empezar en la Manzana de las Luces, donde está nuestra colección porque las 1200 obras formadas por el Salón Nacional que están en el Palais están en estas naves… De hecho, la exposición temporaria que estamos haciendo (N. de la R: la entrevista se realizó antes de la comunicación de las nuevas restricciones por el Covid) incita a los espectadores a recorrer estas naves y entre la historia del edificio y las obras acumuladas se forma un ambiente muy particular. Y, todo el tiempo, esta reflexión: hacer de todas estas herramientas objetos útiles para pensar el presente.

–¿Y le sirvieron estas instalaciones para, además, darle una funcionalidad estética?

–Sí. La exhibición aprovecha este lugar, es decir, aprovecha nuestra oficinas, mi despacho, las dos oficinas del personal. Generamos relatos para compenetrarse en esa experiencia, lo que implica adentrarse a un acervo y el espacio funcionó como un escenario perfecto para hacer ese relato. Pensamos que era importante mostrarle a la gente ese acervo, ese patrimonio, y entender cuáles son las prácticas sociales que están en torno a esos objetos. Y así empezar a visibilizar múltiples cuestiones en torno a cómo funcionan los museos. Eso es lo que intentamos empezar a hacer. Nosotres en otra exhibición trabajamos con dos colectivos que se llaman Identidad Marrón, que es un grupo que intenta batallar en el plano cultural con cuáles son los accesos y las exclusiones de comunidades racializadas en los museos y que curaron una muestra con nuestro patrimonio también y a partir de Identidad Marrón nos conectamos con otro colectivo que se llama Escritores Villeres, que son un grupo de cuatro poetas que se empezaron a conocer en las asambleas de la Garganta Poderosa y que vienen de Villa Fátima, que es Soldati, y con esos colectivos empezamos también a hacer visibles cuáles serían los límites de museo, es decir, pensar un poco como funciona actualmente. Significa entender quiénes están incluides y excluides de la lógica de los museos.

-En ese marco realizaron una encuesta que tuvo visos polémicos cuando en el punto de la orientación de género e identidad pusieron como opción “marica”.

–Sucedió esto: estamos en un proceso de reevaluación de las políticas del Salón Nacional porque tiene una tradición muy particular. Una parte del jurado que evalúa las obras es propuesto por las asociaciones que representan a artistas y que a su vez son elegidos por les artistas cuando se inscriben en el Salón, o sea, hay una serie de circuitos de participación de la comunidad artística en el Salón y nosotros empezamos a pensar un poco como reimaginar esos circuitos. Una de las herramientas que nos pareció útil fue realizar una encuesta, en la que las 2941 personas que se inscribieron respondieran un montón de preguntas. En realidad eran cincuenta preguntas de las cuales había algunas destinadas a entender cuáles eran los orígenes socioeconómicos de las personas que se presentaban, cuáles eran sus niveles de formación, preguntas muy específicas sobre el funcionamiento del Salón y en uno de sus apartados, para entender a esa comunidad y a quienes estaban y a quienes no dentro de ese colectivo, fueron las preguntas sobre género. Las preguntas sobre género cruzaban adrede identidad y orientación y las elaboramos también con el asesoramiento de Marlene Wayar, que es la coordinadora de Educación del Palais y activista travesti de mucha trayectoria. Obviamente, ni bien ella ingresó al museo yo la convoqué para que revisara las encuestas. La encuesta fue muy interesante, en general, por todos los datos que aportó. Y recibió un nivel de visibilidad pública que no esperábamos y nos trajo resultados super interesantes. Yo no le tengo miedo a la discusión, ni al debate, ni a la tensión, me parece que son necesarios, y sobre todo cuando vos querés movilizar o actualizar una herramienta de tantos años como es el Salón Nacional. Y hubo un incremento récord histórico de participantes, un mayor aumento en las comunidades de sexualidades disidentes y simultáneamente una baja en el promedio de edad de las personas que se inscribieron. El Salón ganó público, sumó otras generaciones y creo que eso es lo que tenemos que hacer. Obviamente: no perder a las personas que ya están vinculadas a esta política pública pero, simultáneamente, aumentar esa población, es la chance que este instrumento tiene, digamos, de ampliarse, de sobrevivir y de transformarse.

La directora del Palais de Glace cuenta cómo están tratando de modificar la estructura de un espacio tradicionalmente conservador

Durante los últimos días un affaire conmovió al mundo del arte. Rodrigo Cañete, ex subsecretario de Cultura de Eduardo Duhalde, crítico residente en Londres y dueño de un blog muy cuestionado debido a la exposición inconsulta de sexualidades distintas a las mayoritarias, a sus chismes maledicentes y a la burla hacia artistas que no gozaban de su favor, fue cuestionado al ganar un premio de una institución estadounidense y, a través de petitorios de diversos colectivos, se logró que se lo retiraran. La pregunta, entonces, sobre la cultura de la cancelación y si se trataba de un acto de justicia o de censura motivó discusiones en muchos ámbitos. Feda Baeza también había sido objeto de los dardos de Cañete.

-En estos días en el campo cultural y artístico repercutió la cuestión del caso Cañete, ¿tiene alguna evaluación al respecto?

–Me parece que ya se ha dicho bastante y no quiero agrandar un tema que tampoco tiene tanta importancia, pero sí me interesa el fondo de la cuestión para reflexionar. En mi caso, en particular, hubo distintas expresiones de no reconocimiento de mi identidad de género. Hubo voces que han hablado sobre censura o de libertad de expresión o una necesidad de la corrección política, como si el lenguaje fuese un elemento ornamental o subsidiario. Yo quiero llamar la atención sobre esa cuestión. Por ejemplo, ahora tenemos un caso que conmueve muy fuertemente a la comunidad trans que es la desaparición de Tehuel de la Torre. Tehuel es un chico trans que fue a buscar trabajo y desapareció; recordemos que la mayoría de la comunidad trans masculina por ejemplo tiene índices de desempleo que van más allá del 50 por ciento, es decir, es un problema grave y hace más de un mes que no tenemos respuestas. Pensemos cómo el no reconocimiento de la identidad de género también tiene efectos muy concretos y muy visibles. En el caso de Tehuel, a qué morgue se iría a buscar un supuesto cuerpo. Obviamente queremos que Tehuel aparezca vivo, pero el lenguaje forense todavía funciona en términos masculino y femenino. Inclusive cuando los medios empezaron a hablar de la desaparición de esta persona también generaron confusión por no poder reconocer su identidad. Hay un montón de medios que aún no incorporan elementos básicos de cómo denominar o cómo llamar a personas con identidades de género diferentes a las asignadas al nacer. Los modos de decir en la comunidad trans son muy importantes porque señalan algo que es central, que es nuestro derecho a la existencia y a ser nombrades. Hay vínculos muy fuertes entre los modos del decir y las prácticas sociales que tienen que ser pensadas y eso es lo que me parece que todo este affaire nos deja como fondo para reflexión: estamos en un momento en que los modos de decir están cambiando y realmente para no reproducir violencia sobre cuerpos específicos, necesitamos atender a esos cambios.

(Matías Arbotto)
(Matías Arbotto)

–Pero más que revocarle un premio, ¿no se debería haber recurrido al INADI y a la Justicia?

–A ver, en este caso concreto es importante entender que nosotras... No, lo voy a poner en mí: yo como historiadora del arte, como curadora y ahora como directora del Palais de Glace soy alguien que difunde cultura y al difundir cultura difundo también representaciones del mundo. En mi actividad crítica soy consciente de que estoy colaborando en transmitir representaciones del mundo. Las personas que en distintos medios envían representaciones del mundo que generan violencia sobre algunos colectivos tienen que revisar sus posiciones. No es lo mismo sancionar a alguien por una conducta de su vida personal y por cómo repercute en su obra, ése es un punto que tiene que también ser pensado, pero en este caso no se trata de eso, se trata de alguien que ejerce un modo de la escritura sobre arte que elabora imágenes sobre el mundo que violenta a colectivos como el de las mujeres, al de la comunidad trans u otros más. Esa es la responsabilidad que tenemos todes, eso lo pienso para mí también, es decir, yo todo el tiempo tengo que ser muy consciente acerca de qué representaciones del mundo estoy transmitiendo al hablar de arte porque no son ingenuas y no son neutras. Por eso en las academias y en las universidades esa concepción está y hay códigos de conducta, es decir, yo como una persona de la academia tengo que observar esas conductas, si no las observo, las casas de estudio me van a sancionar.

–Cuando usted se refiere a usted misma dice que está transicionando. ¿Qué sería eso?

–Bueno, es difícil saber cómo es este proceso. Hoy en día yo me denomino como Feda Baeza, aunque todavía no hice mi cambio de DNI. Mi identidad es la de una mujer trans. Tengo consideraciones sobre qué es lo que implica ser una mujer trans y yo reivindico el hecho de ser trans en el sentido de ser una persona que tiene una trayectoria de vida y que le ha dejado unas experiencias que son valederas y que no tengo ningún problema en visibilizarlas. Respecto a cómo ese proceso continúa, para hablar de mi vida personal, tampoco lo tengo tan seguro, como no lo tiene nadie.

Feda Baeza habla y opina sobre el caso Cañete.

En la tarde del espacio colonial de la Manzana de las Luces las campanas vuelven a sonar. Sin embargo, en el encuentro entre tradición y contemporaneidad, pareciera que ese sonido rítmico es atravesado por una música electrónica. Es que, quizás, en la sede provisoria del Palais de Glace se esté realizando una de esas transformaciones más modernas, aquellas que intervienen sobre las formas del ser de un mundo que está cambiando.

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