
Nacido el 26 de marzo de 1950 en la aldea Isakhali, en el distrito de Narsingdi, de Bangladesh, Shahjahan Bhuiyan creció en un entorno rural que no anticipaba el destino que lo colocaría en el centro de la historia penal de su país.
A una edad temprana, se vinculó a la política local y luego se acercó a círculos radicales. En la década de 1970, se convirtió en un marxista declarado, ingresando en las filas de los rebeldes Sarbahara, un grupo revolucionario proscrito en Bangladesh.
Según Independent, su vida criminal tomó forma tras un enfrentamiento con la policía en 1979, donde fue acusado de la muerte de un conductor de camión, en un caso de “fuego cruzado”. Años después, ya con historial penal, fue condenado por delitos mucho más graves.
Bhuiyan ingresó a prisión en tres ocasiones. La primera por indisciplina durante su paso como soldado del Ejército; la segunda por robo; y la tercera, la definitiva, por robo y asesinato como miembro de una banda armada.
En 1991, a los 40 años, fue capturado por última vez y condenado a 184 años de cárcel por haber ejecutado a 26 personas, según las fuentes penitenciarias.
Posteriormente, tras un proceso de apelación, esa condena fue conmutada por 42 años, con una fecha tentativa de liberación fijada para 2035. Pero durante su larga estadía en la Cárcel Central de Dacca, encontró una forma poco común de reducir su tiempo entre rejas.
Según EFE, la ley bangladesí permite a los reclusos actuar como verdugos y, a cambio, recibir beneficios en su condena. Por cada ejecución realizada de forma directa, la pena se acorta dos meses. Bhuiyan aceptó esa función y acabó transformándose en el verdugo más notorio del país.
Aunque él mismo aseguraba haber participado en al menos 60, ya fuera como ejecutor principal o asistente. La diferencia entre ambas cifras se debe a que la ley solo le permitía acortar su condena por hasta diez años, independientemente del número total de ejecuciones.
Entre las figuras que colgaron de la soga bajo sus manos, se cuentan nombres que marcaron la historia política del país.
En enero de 2010, ejecutó a cinco militares implicados en el magnicidio de Sheikh Mujibur Rahman, el padre fundador de Bangladesh, asesinado en 1975.

También ajustició a los líderes islamistas Ali Ahsan Mujahid y Salahuddin Quader Chowdhury, ambos condenados por crímenes de guerra cometidos durante la guerra de independencia de 1971, y al empresario y dirigente de Jamaat-e-Islami, Mir Quasem Ali, quien pidió expresamente ser ejecutado por Bhuiyan: “El día de su ejecución, preguntó a los guardias si yo estaba allí”, contó en su libro.

Otro recluso, el islamista Bangla Bhai, segundo al mando del grupo Jamaatul Mujahideen Bangladesh (JMB), solicitó que su cuerpo no fuera fotografiado tras la ejecución.
El procedimiento en cada ejecución incluía rituales precisos y estrictos, como lo detalló él mismo en sus memorias. Describía el paso a paso, el silencio que se imponía en el corredor de la muerte, las palabras finales de los condenados, y cómo algunos cuerpos no respondían del mismo modo a la caída del patíbulo.
En uno de los casos que recordó en su libro, un condenado sufrió una lesión en las cuerdas vocales al caer. En otro, un prisionero paralizado fue ejecutado, sentado, al no poder mantenerse en pie.
Su nombre comenzó a circular fuera de los muros de la prisión como una figura oscura pero central en el sistema de justicia penal bangladesí.
El 18 de junio de 2023, cuando recuperó la libertad tras 32 años, seis meses y dos días de reclusión, fue recibido únicamente por la prensa. “Fui un poco más valiente, y por eso me dieron el trabajo de verdugo. Si no hubiera sido yo, habría sido otro”, declaró entonces ante las cámaras.
Tras su liberación, Bhuiyan asistió a la feria del libro de Dacca, donde presentó sus memorias tituladas Cómo fue la vida del verdugo. En ese volumen, que comenzó como un diario escrito en prisión, narró sus experiencias, detalló su rutina y las particularidades de su rol.

La editorial Kingbondonti lo ayudó a publicar la obra, que logró notoriedad y se convirtió en una de las publicaciones destacadas del año: “Quería que la gente aprendiera de mi vida. La arruiné por haber elegido el crimen”
“No quiero que otros cometan el mismo error”, dijo en una entrevista con EFE durante el evento. La curiosidad por su historia atrajo a muchos lectores; estudiantes universitarios hacían fila para sacarse fotos con él y obtener un autógrafo. “Estoy esperando comprar una copia de su libro y que él me lo firme”, comentó un joven al medio suizo Swissinfo.
En esa etapa final de su vida, Bhuiyan montó un pequeño puesto de té en las afueras de Dacca y vivía solo en Hemayetpur.
Su vida privada también estuvo marcada por controversias: se casó brevemente con una joven 50 años menor y, según reportó The Independent, enfrentó problemas legales por esa relación.
Luego incursionó en TikTok, donde comenzó a publicar videos con adolescentes, lo que desató una indignación pública.

El lunes 1 de abril de 2024, Bhuiyan fue llevado al Hospital del Colegio Médico Shaheed Suhrawardy en Dacca luego de haber experimentado dolores en el pecho. Las autoridades informaron que llegó sin vida al hospital alrededor de las 5:30 de la mañana.
El informe oficial de la policía, citado por Bangladesh News, señaló que el cuerpo fue entregado a su familia tras completar los procedimientos legales. “Tenía dificultades para respirar”, declaró su casero, Abul Kashem, a AFP.
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