
Para Luis Antonio Espino González, analista y redactor de discursos, la información sobre la epidemia de COVID-19 en México pasa por una disputa de relatos, pues, por un lado, está la versión oficial del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, junto con el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell; en contraparte, medios y sectores críticos permiten ver escenarios más negativos en el manejo de la emergencia sanitaria.
Sin embargo, el consultor de Integralia refiere que la información sobre el impacto del coronavirus está viciada por el factor de posverdad, un rasgo que el economista identifica como característico del presidente mexicano. En esta tarea, el mandatario sería apoyado por el subsecretario de Salud, a quien el analista identifica como un “propagandista con bata”.
“La posverdad es la sustitución deliberada de los hechos y los datos por opiniones y emociones con el fin de manipular a las sociedades. En México, la pandemia llegó precisamente bajo un gobierno que ha hecho de la posverdad su política de comunicación. Por eso no tenemos una verdad compartida sobre la crisis sanitaria”, escribió Espino González en una columna para el Washington Post el 8 de julio pasado.
Esta lectura define que la administración de López Obrador sigue una estrategia sistemática de propaganda con el objetivo de confundir a la población y así, evitar rendir cuentas sobre la incapacidad para responder ante la pandemia.

De acuerdo con quien fuera redactor de discursos para la presidencia de Felipe Calderón, en el relato mostrado por AMLO y su vocero, López-Gatell, la pandemia ha sido domada, pues se han seguido medidas efectivas de combate a la enfermedad y prevención de contagios.
“Los hospitales no están saturados y la enfermedad está bajo control porque ‘el pueblo’ se ha comportado de manera ejemplar, (...) las tasas de mortalidad son culpa de (...) la obesidad, diabetes, hipertensión, todo producto del neoliberalismo (...) Sin un sistema de salud robusto, sin medidas de aislamiento obligatorias, con disminución al presupuesto en ciencia, sin pruebas masivas pero con un líder con gran ‘fuerza moral', México está logrando el milagro”, enmarca el economista.
En el lado opuesto está la epidemia reportada por medios de comunicación mexicanos y de otros países, más versiones de ciudadanos en redes sociales y expertos que reprochan al gobierno.
Donde los médicos protestan por falta de insumos, la comunidad científica está en desacuerdo con el manejo de la emergencia sanitaria, se promociona el uso generalizado de cubrebocas, que aumenten las pruebas para rastrear contagios, y la ocupación hospitalaria está relacionado con poco acceso a cuidados intensivos. En esta versión, México tiene gran tasa de contagios entre trabajadores de Salud, así como una tasa elevada de letalidad a nivel global.

“La reapertura de las actividades con los actuales niveles de contagios y fallecimientos se considera mucho más riesgosa de lo que las autoridades quieren aceptar. En esa otra epidemia, los pronósticos son desoladores y México es motivo de alarma internacional”, contrasta el colaborador de la revista Letras Libres.
Espino González identifica que el gobierno quiere imponer su versión de la mano de un “propagandista con bata”, como define a López-Gattell, pues según el egresado del CIDE, el funcionario lopezobradorista usa su perfil de técnico a conveniencia, porque con ese manto pretende ser inmunde al manejo político de la crisis.
“Han adaptado los hechos a un discurso demagógico que divide al país en dos bandos irreconciliables: ‘ellos', la élite económica, intelectual, mediática y científica, y los críticos y opositores al gobierno; y ‘nosotros', el pueblo bondadoso, que apoya sin reservas al presidente”, señaló el consultor.
Los del bando opositor querrían ver muchos muertos, serían alarmistas, exagerados y acordarían publicar noticias negativas del gobierno. En la otra esquina estarían los responsables, que atendieron la emergencia con base técnica, de forma transparente y con un manejo estratégico infalible.

Basado en encuestas y notas, el analista observa que el discurso oficial empieza a caerse, pues las personas tienen desconfianza en la resolución de la crisis y poca confianza en cifras de muertos por COVID-19.
“Quien solo confía en el presidente cree en su narrativa y actúa en consecuencia. Quien confía en su propio criterio rechaza ese relato y actúa en sentido contrario (...) Mantenernos descontentos, divididos y distraídos puede ser bueno para la agenda de dominación política de López Obrador, pero es muy malo para nosotros y para nuestro país. Esa es la batalla por el control de la verdad que se está librando en México”, sentencia Luis Antonio Espino González.
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