Sex Pistols: el bizarro concierto navideño para un público infantil que marcó su despedida

La tarde-noche del 25 de diciembre de 1977, la emblemática banda punk dio su último concierto en tierras británicas en un marco increíble. Guerra de tortas, campeonato de pogo por una patineta, sorteo de discos, todo en una filmación imperdible

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Rotten  comiendo su porción de torta junto a los niños
Rotten  comiendo su porción de torta junto a los niños

Aquella fría y gris noche, Sid Vicius descoordina. Intenta dar con los acordes correctos, pero está demasiado concentrado tirando patadas al aire. Escupe al público, a fin de cuentas era un recital punk y eso era un hábito natural. Johnny Rotten lo mira de reojo, lo agarra del brazo y le dice algo así como: "¿Qué haces?, ¿no ves que son solo niños"

Todo sucedió en el Ivanhoe, un local nocturno que en sus épocas de gloria supo ser el Grand Picture Theatre de Huddersfield, un pueblo ubicado a medio camino entre Leeds y Manchester. En la actualidad de aquel recinto solo persiste su fachada de estilo griega y que hoy es lo único que permanece en pie, ya que el ex cine, el ex local bailable, es en la actualidad un supermercado. Una metáfora más del destino de como el arte, lo rupturista, termina sucumbiendo en un producto de mercado o en un mercado en si mismo.

Aquella fría y gris noche, los Pistols tocaron como en un recital más. No sabían entonces que era su último concierto en tierras británicas, aunque entonces tenían muy difícil encontrar un espacio para tocar, estaban prácticamente prohibidos. En unas semanas, la banda volaría a Estados Unidos para realizar un conjunto de actuaciones nefastas, violentas -con mucha manipulación por parte de McClaren, eligiendo bares de estética redneck para asegurar el escándalo- para luego separarse. Al poco tiempo, cualquier intento de reunir a la formación original era imposible; Sid Vicious moría de sobredosis.

Con el discurso anárquico, anti realeza, agitador de juventudes, con ese look tan trashie que su manager Malcolm McLaren supo explotar -y comercializar en serie junto Vivienne Westwood en SEX, su local de ropa alternativa-, los Pistols se convirtieron en una referencia simbólico de la época, más allá de que musicalmente su legado sea casi nulo. Como dijo el crítico musical y ensayista Greil Marcus: "Los Sex Pistols dejaron atrás más historia que música".

Los más pequeños se llevaron como souvenir una copia de “Never mind the Bollocks”
Los más pequeños se llevaron como souvenir una copia de “Never mind the Bollocks”

Sin dudas, esa imagen, ese discurso, jamás podría asociarse a las fiestas infantiles. Para diciembre de 1977 eran el demonio personificado, los medios de la pacata Inglaterra golpeada por la crisis los habían colocado allí -haciéndole un gran favor, claro- por lo que esta historia, la de la noche de Navidad es una de las más particulares de su efímera carrera.

Aquella fría y gris noche, la banda dio un concierto benéfico para los hijos de bomberos en huelga, una noche que quedó retratada gracias a la cámara del director de cine Julian Temple, quien eternizó todo en una "gran vieja y horrible cámara U-matic de banda baja". En 2013, se realizó un corto con los niños de aquel evento -ya adultos, claro- en el que recordaban la experiencia, que puede verse online.

Las imágenes muestran a John Lydon -ex Rotten- repartiendo remeras, prendedores y hasta discos de la banda. Además, hubo un campeonato de pogo para los chicos, que tuvo como premio una patineta y una enorme torta con la inscripción "Sex Pistols", que la mayor parte se utilizó en una guerra de comida memorable.

"El pastel era del tamaño de un automóvil y tenía Sex Pistols", dijo, en 2007, el policía Jez Scott, quien entonces era un punky de 16 años y que se quedó con el maravilloso premio: "Gané un skate amarillo con ruedas de color rosa – omo la portada del álbum Never Mind the Bollocks – al ganar la competencia de pogo".

Sid Vicious con los niños y Nancy Spungen (Ray Stevenson)
Sid Vicious con los niños y Nancy Spungen (Ray Stevenson)

Temple, en una vieja entrevista con The Guardian, sentenció: "Pensar en aquella Navidad es surrealista, un espacio extraño para visitar. El sonido con solo una cámara es crudo y abrasador. Espero que los niños de hoy lo vean y digan: 'Fuck me, las bandas como esa simplemente ya no existen'".

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