
La imagen de Homo habilis como el primer gran cazador del linaje humano ha sido cuestionada a partir de una innovadora investigación que recurre a inteligencia artificial para analizar fósiles. El trabajo, liderado por Manuel Domínguez-Rodrigo, profesor de antropología en la Universidad William Marsh Rice de Houston, Texas, y publicado en la revista Royal Society Open Science, demuestra que los huesos de Homo habilis presentan marcas de dientes características de leopardos, lo que indica que estos homínidos antiguos ocupaban aún el papel de presa.
Inteligencia artificial y ciencia forense en fósiles milenarios
El hallazgo fue posible gracias al uso de modelos avanzados de aprendizaje automático y meta-aprendizaje capaces de distinguir la procedencia de las marcas en huesos fosilizados. El equipo a cargo analizó más de 1.200 marcas de dientes usando imágenes microscópicas de alta resolución y algoritmos diseñados para diferenciar huellas de leones, leopardos, hienas y cocodrilos. Los modelos alcanzaron una precisión superior al 85% en la identificación de marcas de leopardo.
De este modo, fue posible atribuir con alta fiabilidad los rastros detectados en los fósiles de Homo habilis hallados en la Garganta de Olduvai, ubicada en Tanzania, a ataques de estos felinos. En especial, los restos mostraron señales claras de haber sido víctimas de leopardos, confirmadas tanto por meta-aprendizaje como por enfoques previos de aprendizaje profundo.
Un entorno hostil y una anatomía poco cazadora
Las evidencias recogidas en Olduvai y en otros yacimientos de Kenia, Sudáfrica y Etiopía demuestran que los primeros humanos compartían el territorio con una amplia variedad de grandes depredadores.

Entre 2,6 y 1,8 millones de años atrás, los registros arqueológicos muestran acumulaciones de restos de animales como gacelas y cebras junto a herramientas de piedra. Sin embargo, la única evidencia completa de Homo habilis en Olduvai corresponde a un individuo de menos de un metro de altura y con rasgos adaptados al trepado de árboles.
“La única evidencia completa de Homo habilis en Olduvai Gorge corresponde a un individuo muy pequeño, con características aún adaptadas para trepar árboles”, explicó Domínguez-Rodrigo en The Conversation.
Este perfil físico describe a un homínido poco compatible con la imagen de cazador capaz de derribar grandes presas o arrebatar carroña a leones. Además, el análisis minucioso de las marcas de dientes refuerza la hipótesis de que Homo habilis aún no ocupaba el estatus de depredador dominante.
Homo erectus: ¿el verdadero pionero de la caza y las herramientas?
Durante décadas, se sostuvo que Homo habilis era el responsable de los primeros yacimientos con herramientas y restos de caza, bajo la premisa de que fue el ancestro directo de Homo erectus. Sin embargo, nuevos descubrimientos han llevado la aparición de Homo erectus hasta hace dos millones de años, situándolo como contemporáneo, e incluso anterior, a Homo habilis en algunos yacimientos africanos. Los restos de Homo erectus exhiben una anatomía más robusta y mejor adaptada a la vida terrestre, lo que lo posiciona como candidato principal para el desarrollo de la caza organizada y el uso avanzado de herramientas.

Según Domínguez-Rodrigo, “estos hallazgos desafían la visión tradicional de Homo habilis como el primer cazador y usuario de herramientas”. La nueva evidencia sugiere que Homo erectus fue probablemente la primera especie humana en ocupar el nicho de depredador, desarrollando comportamientos complejos asociados a la caza y el procesamiento de grandes animales.
Un cambio de paradigma en la evolución humana
Los resultados obtenidos gracias a la inteligencia artificial permiten refinar la identificación de los depredadores responsables de marcas en los restos óseos y proyectar una nueva mirada sobre las interacciones entre homínidos y carnívoros. No obstante, la investigación advierte sobre las limitaciones de extrapolar modelos experimentales a contextos fósiles, ya que factores como la preservación diferencial y la superposición de marcas complican la atribución taxonómica precisa.
El marco experimental utilizado establece patrones replicables y definidos que facilitan el reconocimiento de la morfología de las marcas dentales, consolidando la fiabilidad de las interpretaciones sobre la dieta y el comportamiento de los primeros representantes del género Homo. El estudio, al poner en cuestión la posición de Homo habilis en la cima de la cadena alimentaria, obliga a repensar el proceso evolutivo y el surgimiento de las conductas que definen a nuestra especie.
La evolución humana se revela así como un proceso más complejo y diverso de lo que se pensaba, en el que la conquista del nicho de depredador no fue exclusiva ni inmediata, sino el resultado de trayectorias evolutivas paralelas y superpuestas dentro del género Homo.
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