Las relaciones entre la Argentina y Cuba en los ‘70 y a cuánto asciende hoy la deuda que La Habana jamás canceló

En 1973, con Cámpora y Perón sucesivamente en el poder y después de 11 años, ambos países restablecieron sus embajadas. Argentina le prestó a Fidel Castro un total de 1.200 millones de dólares que jamás fueron devueltos. Hoy, con intereses, esa cifra creció a niveles asombrosos. Y el canciller Felipe Solá expresó la intención que el monto sea ahora pagado por el gobierno de la isla caribeña

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Allende, Cámpora y Dorticós en la cancha de Racing Club

El 28 de mayo de 1973, oficialmente, la Argentina y Cuba restablecieron sus relaciones diplomáticas con un protocolo que firmaron los cancilleres Juan Carlos Puig y Raúl Roa García. Para los que trajinaban en esa época los pasillos del Palacio San Martín el hecho no constituía una novedad. El 28 de marzo del mismo año, en el tramo final de la gestión de facto del teniente general Alejandro Agustín Lanusse se encontraba en estudio normalizar la relación con Cuba, rota en 1962. Lanusse y su canciller, brigadier (R) Eduardo Francisco Mc Loughlin, entendían que el segundo paso del fin de las “fronteras ideológicas” era normalizar la relación con La Habana. En este sentido, hay que recordar la vigorosa relación que Lanusse mantuvo con el socialista chileno Salvador Allende; su definición de gobierno de “centroizquierda” que aventuró en Lima, Perú, en ocasión de su visita al mandatario de facto Juan “El Chino” Velazco Alvarado y la apertura de la relación con la China comunista.

Ciertamente la idea no progresó porque Lanusse encontró resistencias dentro de las FF.AA., su propio frente interno, dado el papel que el castrismo jugaba en la promoción del terrorismo y la subversión en América Latina. Además, su gestión se encontraba en los tramos finales y el Frente Justicialista de Liberación se impuso en las elecciones del 11 de marzo de 1973. El trámite regulatorio quedó en la nada a pesar de que Fidel Castro prefería que lo hubiera realizado el gobierno militar para no tener una “deuda condicionante” con el peronismo. En esa misma época, los funcionarios de la intimidad de Mac Loughlin recibieron el deseo del camporismo de que esa gestión les fuera dejada en sus manos. Así, a comienzos de mayo de 1973, Carlos Alberto Cámpora viajó a La Habana con una carta de su padre, invitando al gobierno cubano a la asunción presidencial el 25 de mayo de 1973. Fidel Castro no viajó pero sí lo hizo el presidente Osvaldo Dorticós Torrado, acompañado por el canciller Raúl Roa y Emilio Aragonés, un funcionario que trataba a Perón desde hacía un largo tiempo y que sería designado embajador en Buenos Aires.

Desde Washington se observaban estos movimientos y con toda presteza Richard Nixon movió a William Rogers, su secretario de Estado y meses más tarde se designaría a Robert “Bob” Hill embajador en Buenos Aires, quien había tratado a Perón en Madrid desde sus tiempos de embajador ante el gobierno de Francisco Franco.

A las 18.30 del 24 de mayo de 1973 el avión IL-62 Ilishyn de Cubana de Aviación llegó a Ezeiza y Dorticós era esperado por el presidente electo Héctor Cámpora. Entre los funcionarios argentinos se pudo ver a Benito Llambí oficiando de Jefe de Ceremonial, el mismo que cincuenta días más tarde sería el Ministro del Interior durante el interregno del diputado Alberto Lastiri, una vez que Perón echó a Cámpora del gobierno.

Los presidentes Allende y Dorticós fueron los más aplaudidos durante las fiestas de la asunción presidencial. El trasandino más que el caribeño. El domingo 27 los dos mandatarios acompañaron a Cámpora a la cancha de Racing y vieron el partido en el que el dueño de casa cayó ante Boca Juniors por dos goles de Hugo Curioni y Enzo Ferrero.

Osvaldo Dorticós en Córdoba con Atilio López y Agustín Tosco

El 29 de mayo, Dorticós viajó a Córdoba y, en un acto realizado en Boulevard San Juan y Arturo Bas, rememoró al “cordobazo” y al “comandante Ernesto Che Guevara”, rodeado por el gobernador Ricardo Obregón Cano, el dirigente clasista Agustín Tosco e innumerables miembros de las organizaciones guerrilleras. La fiesta fue tan masiva que costó que Dorticós y su canciller Roa pudieran subir al palco. Al final, en medio de los empujones y los gritos de “Cuba del brazo de nuestro cordobazo”, los subieron al estrado oportunidad en que a Dorticós le robaron la billetera. Al cerrar el acto, el mandatario castrista propuso a los “militantes” presentes hacer un juramento de fidelidad a la causa del Che “y que no es otra que la lucha contra el imperialismo hasta exterminarlo”. Tras Córdoba, el mandatario cubano viajó a Mendoza en el avión “Patagonia” cedido por Cámpora y visitó al gobernador Alberto Martínez Vaca presidiendo otro masivo acto. Es de tener en cuenta que los dos mandatario provinciales, cercanos a Montoneros, no llegaron a terminar sus mandatos. El 31, Dorticós continuó su periplo a Chile y Perú.

Las tensiones en la Argentina no disminuían a pesar de gobernar un presidente democrático. El 6 de junio de 1973, el embajador estadounidense en la Argentina, John Davis Lodge, firmó un cable cifrado para el subsecretario de Estado Kubisch en el que dice: “Muchos antiperonistas tradicionales están cambiando su punto de vista debido a su convicción de que Perón es la única persona que puede salvar a la Argentina en este momento. Hay una marea considerable a su favor. Es posible que Perón pueda hacer frente al ERP e incluso disolverlo, eliminando así la mayor preocupación actual de Cámpora. […] Los viajes imaginativos y valientes del presidente Nixon a Moscú y Pekín cambiaron nuestro marco de referencia diplomático y constituyen un importante avance en las normas diplomáticas que sugiere un avance en la dirección de Perón. Basado en las conversaciones que he tenido con personas notables, creo que lo que Perón realmente quiere es el reconocimiento público por parte de los Estados Unidos de su papel único de liderazgo en la situación argentina actual. Es un hecho de la vida que no podemos ignorar y que, sin decirlo así, ubicaría a la Argentina, en lo que respecta a los Estados Unidos, en una posición similar a la de México y Brasil. […] Sería apropiado, creo, que le entregue a Perón una carta personal del presidente Nixon. El asunto es urgente y, si podemos manejarlo de manera efectiva, podría producir beneficios de incalculable importancia no solo en las relaciones entre Estados Unidos y Argentina, sino en toda América Latina.”

El primer paso lo dio el gobierno de Héctor J. Cámpora, con su fogoso Subsecretario de Relaciones Exteriores, Jorge Vázquez, cuyo estilo era muy diferente al del sereno Canciller Juan Carlos Puig, y fue anunciar el restablecimiento de relaciones. Puig y Roa habían firmado un protocolo de reanudación de las relaciones diplomáticas, económicas y consulares y ambos gobiernos reafirmaron “su respeto a los principios de soberanía, integridad territorial, autodeterminación y no intervención en los asuntos internos o externos de los Estados como fundamento de sus relaciones…”. El texto del documento era un ejemplo de la liviandad diplomática por cuento se sabía y sospechaba que Cuba intervino, intervenía e intervendría en la Argentina de manera solapada.

“A través de Vazquez—relató el entonces consejero Héctor Tejerina, un diplomático que siguió de cerca esos trámites—nos enteramos que Argentina había concedido un crédito a Cuba de más de mil millones de dólares para la compra de productos argentinos, principalmente automóviles Fiat y Ford Falcon, para renovar el parque automotor, deteriorado por el bloqueo y consecuentemente con la falta de repuestos para los antiguos vehículos estadounidenses.”

Empresarios argentinos con Gelbard y el embajador cubano Aragonés

“Con el regreso de Perón a la Argentina, el 20 de junio de 1973, la iniciativa Cámpora-Vázquez siguió su curso administrativo. El primer candidato a ocupar la jefatura de la Misión Argentina en La Habana fue el embajador “Manucho” Figueredo Antequera. Éste funcionario comenzó a ocuparse en los temas propios de instalación. Se necesitaban partidas para cubrir los gastos de sostenimiento, representación, alquileres de residencia y cancillería, coeficientes y partida para el pago al gobierno suizo, a cargo de nuestros intereses desde la ruptura de relaciones.”

“En medio de éstas circunstancias el embajador Figueredo Antequera recibió la noticia que Perón no estaba dispuesto a reabrir una embajada en un país que no reconocía el derecho de asilo. Estas versiones llegaron de fuentes directas confiables de la Presidencia de la Nación. Tan evidente parecía ésta postura que llevó a Figueredo a abandonar su candidatura”. Pero, según parece, pudieron más los intereses de los empresarios argentinos, entusiasmados por las líneas de créditos para colocar sus productos que la idea de Perón. Además, para el gobierno argentino, era una oportunidad de vender productos industrializados y adquirir una suerte de “póliza de seguro” para frenar las actividades castristas en el país. Fue así que se designó a Fernando Torcuato Insausti, ex Encargado de Negocios en Brasil en 1955, un embajador político de origen marplatense y socio de Mario Amadeo en una empresa de exportaciones. Lo acompañaron dos funcionarios diplomáticos (uno de ellos Tejerina), dos administrativos y el consejero comercial Honorio Pueyrredón.

Tras la renuncia de Héctor Cámpora, el 23 de julio de 1973 Juan Domingo Perón mantuvo un encuentro privado en su residencia de Gaspar Campos con el embajador Emilio Aragonés y según relatara “Tembo”, su nombre de guerra, trataron la relación comercial entre ambos países. Según le contó al ex corresponsal de la Agencia Prensa Latina en Buenos Aires, Perón hablo de la posibilidad de un crédito de 200 millones y “en esa época que Cuba obtuviera 200 millones de dólares de crédito de un país era celebrado como un triunfo”.

-Aragonés: General, yo había pensado en esa cifra.

Perón meneó la cabeza y habló de que “puede ser mayor” y Aragonés tragó saliva. Luego analizaron en qué rubros se invertiría ese dinero.

La firma de un convenio de cooperación con Cuba era mirada con recelo por el nuevo canciller Alberto Vignes lo mismo que la participación en el Movimiento de Países No Alineados.

Carta de Fidel Castro al Ministro José López Rega

El 4 de agosto de 1973 el ministro José Ber Gelbard anunció el otorgamiento de un crédito de 200 millones de dólares a Cuba. Se trataba de un préstamo anual por el término de seis años, lo cual significaba un monto total de 1200 millones de dólares, y permitía al régimen de Fidel Castro adquirir maquinaria liviana, agrícola y sobre todo del sector automotriz, proveniente de empresas extranjeras radicadas en la Argentina. Principalmente a los cubanos les interesaban los autos fabricados por las empresas norteamericanas Chrysler, Ford y General Motors, pero no podían adquirirlos a causa del bloqueo. Luego de serias discusiones entre el ministro Gelbard y el encargado de negocios norteamericano Max V. Krebs, las automotrices norteamericanas, junto con la italiana Fiat y las francesas Citroen y Renault, firmaron un acta de producción de autos para Cuba en abril de 1974.

De acuerdo al relato de Tejerina, “Fernando Insausti presentó sus cartas credenciales al presidente Osvaldo Dorticós Torrado y el gobierno cubano adjudicó a la Argentina la ex residencia de Chile y para la cancillería un edificio en El Vedado. La mayor actividad inicial de la embajada se concentró en atender a los empresarios argentinos que aprovecharon el crédito para colocar automotores Fiat, Ford y camiones Mercedes Benz. También se instalaron sus servicios de asistencia técnica. Lo cierto es que el país se pobló de modernas unidades que cambiaron la fisonomía de la isla. Las primeras víctimas fueron los perros. Acostumbrados a eludir los viejos y destartalados autos estadounidenses no pudieron defenderse de la velocidad con que conducían los chóferes cubanos la flamante flota. El gobierno utilizaba sólo uno de cada tres. El resto permanecían estacionados en el antiguo hipódromo para servir como repuesto a los habilitados. Al síndrome del embargo-bloqueo americano se sumaba el temor de una nueva ruptura argentina por eternas versiones de un golpe de estado en Buenos Aires”.

A las 9.30 del lunes 25 de febrero de 1974, una numerosa delegación comercial presidida por José Ber Gelbard fue recibida en el aeropuerto José Martí de La Habana, siendo recibida por el canciller Raúl Roa y el secretario general del Partido Comunista y Viceprimer Ministro, Carlos Rafael Rodríguez. La delegación se instaló en el hotel “Habana Riviera” y al día siguiente comenzaron las actividades. Antes de partir hacia Cuba, Gelbard sostuvo que “la incorporación del mercado cubano, ávido de materias primas y productos manufacturados en nuestro país, representará una expansión de nuestro comercio exterior a niveles realmente excepcionales”. Preguntado sobre las opiniones de Henry Kissinger sobre que la operación comercial merecía un “análisis más profundo” de parte del gobierno estadounidense, Gelbard dijo que eso le competía exclusivamente al gobierno argentino. “La Argentina es soberana y lo seguirá siendo. Ese es un problema de Kissinger. En la Argentina decidimos nosotros. El crédito otorgado a Cuba es irrevocable. Las compañías han dicho que sí y en este viaje nos acompañan directivos de Chrysler, General Motors y Standard Electric”. Todo era optimismo, reinaba la alegría en ambas partes, y surgieron las fantasías: El 24 de febrero, Julio Broner, titular de la CGE, anuncio que “los cubanos han manifestado su interés en construir en la Argentina barcos graneleros de 15.000 toneladas”.

El martes 26 de febrero, Fidel Castro, en una entrevista privada de tres horas con el Ministro de Economía, le dijo que consideraba a la Argentina “el país más avanzado de América Latina”. Gelbard, complacido, le entregó dos cartas, una del presidente Juan Perón y otra del ministro José López Rega. A la salida Gelbard opinó que “Latinoamérica no se concibe sin esta islas”. En la tapa de La Opinión del 28 de agosto de 1973 se publicó que el crédito ascendía a 1.200 millones de dólares.

Carta de Fidel Castro a Perón

Con fecha 28 de febrero de 1974, Fidel Castro le respondió a Perón y, entre otros conceptos, le decía: “Quisiera expresarle en cuánto apreciamos esta misión de amistad que ahora trabaja entre nosotros y el hecho de que a su frente venga el Ministro doctor Gelbard, que tan importante papel ha jugado en el desarrollo de nuestras relaciones en cumplimiento de los principios por usted enunciados”.

Los años fueron pasando, sumaron décadas, y Cuba nunca devolvió los préstamos argentinos. Entre aquel entonces y ahora pasaron por la Casa Rosada no menos de doce mandatarios. Concretar el valor de la deuda es como conseguir, en la actualidad, el número de los contagiados por el Covid-19. Nadie ciertamente puede dar un número certero.

Hace escasos días el actual canciller Felipe Carlos Solá dijo, sin que nadie se lo preguntara, que pretendía que Cuba devolviera lo adeudado desde hace 47 años. Para unos los 1.200 millones de dólares con el paso del tiempo se transformaron en 4.805 millones sin tomar en cuenta los intereses punitorios que lo transformarían en 6.800 millones. En 2015, un grupo de diputados nacionales presentó un pedido de informes al canciller Héctor Timermann, sosteniendo que “a pesar de la estrecha relación que une al gobierno de la señora presidente de la Nación con su homólogo de la República de Cuba, en ninguna de las numerosas reuniones bilaterales celebradas parece figurar como tema de la agenda la deuda contraída por Cuba con la Argentina que oscilaría, con intereses acumulados, en varios miles de millones de dólares. Algunos la ubican en montos superiores a los US$ 8 mil millones, y en el caso de Orlando Ferreres, consultor y ex viceministro de Economía la estima en US$ 11 mil millones. El monto original responde a beneficios otorgados en los años 1973-1974 - cuando fue ministro de Economía José Ber Gelbard -y durante la gestión del presidente Alfonsín. A partir del 2003, el canciller Rafael Bielsa, por indicación presidencial, analizó alternativas de pago con el Banco Central cubano. Las gestiones continuaron en el período 2005-2007. No hay registro público que se hayan mantenido.”

Preguntado por Infobae, Ferreres dijo que la deuda era “muy confusa” y que “sumados los intereses con el IBOR a tasa 2%, la deuda total podría ascender a 11.000 millones de dólares.” Este cálculo lo realizó en 2009 y lo volvió a confirmar, esta vez, sin tener en cuenta los once años que pasaron.

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