Andrés “Cuervo” Larroque: “Me parece que Larreta es un político inteligente, eso es indudable”

A un mes de asumir como ministro de Desarrollo de la Comunidad, el secretario general de La Cámpora recorrió Villa Azul, el barrio que cerró Kicillof, junto a Infobae. Habló de su cambio de actitud y moderación y de Cristina y Máximo Kirchner. Por qué lloró durante el reportaje

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Andrés Larroque en Villa Azul (Foto de Maximiliano Luna)
Andrés Larroque en Villa Azul (Foto de Maximiliano Luna)

Los policías de la Bonaerense están vestidos con mamelucos amarillos, chalecos antibalas negros y barbijo. Algunos aprietan su arma contra el pecho parados en los estrechos pasillos que separan las casas del barrio Villa Azul, ese al que algunos intelectuales llamaron “gueto” cuando el gobierno de la provincia decidió cerrarlo completamente y prohibir la circulación interna para frenar los contagios por COVID-19. Fue hace diez días, cuando había poco más de 80 personas contagiadas. Ya hay dos muertos y 276 casos confirmados. Los funcionarios y el equipo del ministerio de Desarrollo y la Comunidad en el que hace un mes desembarcó Andrés “Cuervo” Larroque, secretario general de La Cámpora y ex diputado nacional, van vestidos de blanco y con barbijos N95, los de más alta protección. También la periodista y el fotógrafo de Infobae visten así. La gente, los vecinos, miran desde las ventanas, algunos se asoman a sus patios enrejados o a una terraza. Saludan desde ahí o miran sin prestar demasiada atención, casi indiferentes. A pesar del aislamiento un par de adolescentes caminan hacia el polideportivo mientras se acerca un joven que dice ser estudiante de quinto año de Derecho y necesita ayuda para un trámite de otro vecino. Un niño se desliza en patineta y una mujer lleva una bandeja repleta de rosquitas glaseadas. Ellos sólo se protegen con barbijos de tela común, aunque algunos llevan los que donó el Teatro Cervantes confeccionados con telas de diseñadores de renombre como Maria Cher.

Larroque no parece el dirigente duro y combativo que gritaba en la calle y en la Cámara de Diputados en los últimos años de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Habla pausado, mira a los ojos, no se enoja. Y hasta llora. Sucede al final de la entrevista. “El Cuervo” llora. “Nunca lo vi emocionado así hasta hoy”, comenta en voz baja un colaborador sorprendido.

En la vuelta que el ahora ministro dio con Infobae por la villa junto a sus colaboradores, un señor mayor le contó que enviudó hace tres meses. Se llama Gregorio y está viviendo con su nieto de 18 años. Gregorio llora. En su caso porque no pudo hacer los trámites para la pensión en la Anses. Le dicen que no se preocupe, que “El Toro” va a pasar para resolver su problema.

En Villa Azul casi todos ya conocen al “Toro”, uno de los encargados del operativo de relevamiento casa por casa que sabe quiénes tuvieron síntomas y quiénes no y lleva en su celular planillas con información: el 56% de los hogares tienen alguna persona integrante de grupos de riesgo y el 76% no tienen a nadie con empleo en relación de dependencia, le comenta a Infobae.

En la provincia de Buenos Aires hay 1800 barrios de las mismas características que Azul e Itatí, que está enfrente. Dos millones de personas viven más o menos en las misma precaria situación.

“Fuerza” y “paciencia”, pide Andrés ‘El Cuervo’ Larroque a algunos de los vecinos en la recorrida a la que invitó a Infobae para la entrevista. No se parece al que fue y que todavía tiene pendiente una causa con la Justicia por el llamado pacto con Irán.

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Tres veces durante la charla aparecerá la figura de Néstor Kirchner. La primera frente a la unidad básica que lleva su nombre sobre Caviglia, un callejón sin veredas que divide la Villa Azul entre el lado que pertenece a Quilmes y Avellaneda. A pocos metros hay una base de cemento de lo que puede haber sido una construcción que nunca se empezó. Es un ‘punto de encuentro’ donde se acumulan decenas de bolsas con aceite, fideos Marolio, arroz, leche y harina. Junto a cada bolsa hay un bidón de 5 litros con lavandina. Empleados del ministerio llenan dos carretillas y reparten su contenido casa por casa. Los ayudan vecinos del barrio que se distribuyen las zonas y también visten con mamelucos. Además hay un grupo de voluntarios de un promedio de 24 años de edad, algunos militantes de distintas organizaciones, que llevan pecheras con el logo de “Bonaerenses solidarios”. Hacen el mismo trabajo cerca del Acceso. El fin de semana distribuyeron dos kilos de roast beef y 4 kilos de pollo en cada una de las 800 casas del barrio que ahora está cerrado con vallas para mantener la cuarentena. Día por medio el Ejército entrega viandas calientes. Para este fin de semana, con anuncio de lluvia, prepararon botas para hacer el reparto. A veces llaman a un camión atmosférico para desagotar los canales sobre los que caminó el ministro y su equipo.

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Larroque, que además de barbijo utiliza una máscara de acrílico, elogia la comida de los militares. A su lado asiente su jefe de gabinete, Ezequiel Méndez. Los primeros días tras la detección de los primeros casos, los más complicados, pasó La Garganta Poderosa con donaciones mientras que ya planifican repartir tarjetas de teléfono de manera de garantizar conectividad a los aislados, estén contagiados o no. Aseguran que ya están bien organizados.

En el mismo día el ministro estuvo en Ensenada, donde se aisló parcialmente la villa José Luis Cabezas, y más tarde irá a ver al intendente de Berazategui, Juan José Mussi. En un jardín de infantes se montó el centro de operaciones y en una sala de niños se cuelgan los trajes protectores. La única computadora portátil está sobre una mesa de chicos. La llaman “la oficina” y es la base de operaciones del ministro.

Apenas empieza la nueva visita le indican a Larroque en qué casas hay contagios por coronavirus. Se detiene en la primera esquina a charlar con un señor que se presenta como Juan José Avalos. “Él es el ministro”, señala a su jefe Ayelén López, directora de la Juventud a cargo del operativo en el barrio. No aclara ministro de qué. El hombre cuenta que es fotógrafo, que ya antes de la pandemia no tenía trabajo y hacía empanadas y pizzas para sobrevivir. Una pizarra en frente de su casa confirma lo que dice. “Discúlpeme, ¿usted es el ministro?”, repregunta el vecino y ante la respuesta afirmativa ruega excesivamente respetuoso: “¿Me puedo sacar una foto con usted? Es para mi hermano que tiene una radio en el norte de Santa Fe. Disculpe la molestia, ministro”. Avalos entra a la casa y vuelve con una cámara profesional. Adentro están su mujer, su suegra y cuatro de sus seis hijos, entre ellos uno que es autista y para quien el Ministerio le llevó remedios. “Soy un agradecido”, comenta y revela que durante los 30 años que lleva allí llenó cuatro cajas de televisores con negativos. Guardó el registro de toda la gente del barrio a la que fotografió. “Habría que hacer algo”, se da vuelta Larroque y habla con Ayelén. “Si te ponés a pensar lo que pasa no hacés nada”, le comenta resignado el fotógrafo desempleado.

En la recorrida a Larroque todos lo llaman “el ministro” aunque sobre el pecho del mameluco está escrito el sobrenombre que remite a su condición azulgrana. “Cuervo”, se lee en letras mayúsculas escritas con marcador indeleble. Muchos sin embargo ahora lo llaman “Andrés”.

Larroque en la calle Caviglia, justo en el límite entre Quilmes y Avellaneda
Larroque en la calle Caviglia, justo en el límite entre Quilmes y Avellaneda

Mientras recorre con Infobae el barrio habla de la pandemia, de la oposición y de política. Se detiene en dos casas con casos confirmados. Una mujer cuenta que está contagiada. También su marido y sus dos hijos adolescentes tienen coronavirus y aunque ya están enfermos ella friega todo con lavandina.

Unos metros más allá el ministro conversa reja de por medio con un señor que contagió a su mujer pero no a su hija. Sobre el piso se desparraman mandarinas que cayeron del único árbol frutal de la zona. Él nunca perdió su olfato, su esposa aún no lo recuperó.

“La cuestión no es discriminar a estos barrios porque son carenciados, postergados o vulnerados sino que objetivamente tienen condiciones distintas para enfrentar la pandemia. Primero porque el grado de cercanía de muchos de esos barrios hace que un barrio sea como una habitación o como un lugar cerrado como un geriátrico. La convivencia es tan cercana que un infectado rápidamente puede contagiar al resto. Se necesitan políticas de reacción rápida. La multiplicación del contagio puede ser exponencial. La capacidad de respuesta de la población de un barrio vulnerado es menor que la de un sector medio o de un barrio urbanizado. El único instrumento que se ha demostrado eficaz es el aislamiento”, reflexiona Larroque en el inicio de la entrevista.

-¿Qué piensa cuando escucha a algunos intelectuales que dicen que esto es un gueto?

-Primero por ahí opinaron sin conocer lo que efectivamente estaba pasando. Teníamos que tomar una medida de protección para la gente que vive en el barrio y para los que están en los alrededores y por una cuestión de escala si el virus pasaba a villa Itatí que tiene cinco o seis veces más población que este barrio íbamos a multiplicar un foco de contagio. Teníamos que tomar una medida que es la más drástica dentro del protocolo que hemos establecido. En otros casos podemos tener medidas intermedias como en Ensenada donde el cierre es parcial porque los casos están muy focalizados. En Villa Azul no estaban focalizados, estaban muy dispersos.

-Y justo pasó en el distrito de Mayra Mendoza, la intendenta de La Cámpora. ¿Lamentaron que ocurriera en su municipio?

-Estamos acostumbrados a enfrentar este tipo de desafíos a lo largo de nuestra historia. Desde una mirada más trascendente de la vida creo que todo esto consiste en una prueba. Permanentemente somos probados en términos colectivos y en términos personales. Tenemos que afrontar esta prueba como la humanidad y la Argentina que tiene que pasar una compleja prueba de combinar una situación económica como la que teníamos de prepandemia con lo que se agrega ahora.

-Parte de la sociedad y de la dirigencia política tiene una mirada negativa de La Cámpora. ¿Siente que es una manera de demostrar que pueden hacer algo positivo?

-Quizás se haya dado todo junto. Si uno tuviera una lectura lineal diría ¡qué mala suerte! Desde una mirada más profunda y espiritual y filosófica sentimos esto como un desafío. No tenemos problemas de autoestima y sabemos lo que somos y lo que hacemos. Pero también está bueno que el resto de la gente pueda percibir la utilidad que puede tener esta militancia y este perfil de militante.

-¿Tiene miedo al contagio?

-Casi no pienso en eso, tengo una actitud responsable pero sé que son parte de las reglas del juego. Dios dirá.

-Se dice que fue designado para que La Cámpora respalde o controle la gestión de Axel Kicillof...

-No lo veo así. Control para nada. Sí nuestro respaldo a Axel es desde siempre. Para mí es un gran honor y un orgullo que él me haya llamado, me haya convocado. Y la manera que me lo planteó. Tuvo palabras muy gratificantes hacia mi persona. Nos conocemos hace muchísimos años.

-¿Cuántas veces se comunica por día con Máximo Kirchner?

-Todo el tiempo nos mandamos mensajes. Nos conocemos muchísimo.

-¿Hay cosas que no necesitan hablar?

-Claro. Hay una confianza de criterio, hay una relación de amistad, de compañerismo y de respeto mutuo. En muchas cosas jugamos de memoria. Y cuando nos queda una duda hablamos.

-¿Los dos están más moderados? Ahora hablan con empresarios y en esta entrevista lo percibo ‘antigrieta’.

-Si tengo que decir qué evaluación hicimos creo que siempre hay cuestiones de fondo y de forma. El general Perón decía que no sólo hay que ser sino también parecer. Creo que nosotros subestimamos mucho la cuestión de las formas durante un tiempo y eso conspiró contra nuestros objetivos más de fondo. Creo que estamos en una etapa más equilibrada o en la búsqueda de equilibrio para que la forma no afecte los objetivos.

-¿Ya no se enoja como antes?

-Uno a veces se cree con derecho a enojarse y dice ¡uy, mirá el esfuerzo que estoy haciendo! Es muy común en el militante y en las personas que encaran una tarea solidaria enojarse, a veces, con otros que no están en esa sintonía. Es un grave error. Me di cuenta de que fue un grave error porque uno termina transformándose en lo que quiere combatir.

-¿Lo aprendió con las derrotas?

-Creo muy profundamente en el trabajo colectivo, pero también en el trabajo personal de evolución. No creo en esa idea de echarle todas las culpas al afuera. Uno tiene que hacer una revisión muy profunda de su conducta y sus actitudes y a partir de eso ser una mejor persona que pueda aportar de mejor manera al colectivo.

-¿No será la edad?

-También juega, obviamente. (Se ríe) Cierta vehemencia uno aprende a frenarla.

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La conversación se interrumpe durante un rato. El grupo camina en fila, unos detrás de otros por senderos de medio metro de ancho entre casa y casa. Hay pocas calles anchasde tierra seca y callecitas estrechas con zanjas desbordantes de aguas servidas.

Las construcciones apenas sobrepasan la altura de una puerta, excepto del lado de Avellaneda donde el intendente Jorge Ferraresi avanzó con un plan de viviendas y en ‘La Toma’, una serie de viviendas que quedaron a medio hacer cuatro años atrás y en 2019 fueron ocupadas ilegalmente.

Después de dar una vuelta durante más de una hora el grupo está otra vez frente a la sala sanitaria. Hay dos containers. Uno para atención médica en general y otro exclusivo para hacer hisopados y detectar casos de COVID-19. El ministro saluda a los Bonaerenses Solidarios que llegan a desinfectarse y a pasar el parte diario. Ya son las cinco de la tarde y empieza a hacer frío. Larroque se lamenta. Le gustaría juntarse, hacer un plenario y conversar de lo que pasa. Después se para sobre una base mojada, abre los brazos y lo rocían con desinfectante. Rota y repiten. Con extremo cuidado enseña a quitarse los guantes sin tocarlos por fuera y los tira en una bolsa roja para desechos peligrosos.

Entonces aparece por segunda vez la figura del ex presidente Kirchner. Un joven alto vestido de negro llega y se presenta. Se llama Pablo y trabaja con la ministra de Comunicación provincial, Jesica Rey. El ministro se sorprende y cuenta a los que lo rodean que acaba de sorprenderse con el reencuentro. De chico su abuelo lo llevaba a veranear a Mar de Ajó y compartía con la familia de Pablo una manzana con siete casas y un patio común. Crecieron y dejaron de verse. Pablo recuerda una coincidencia que Larroque olvidó: “El complejo se llamaba El Pingüino”.

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El final de la entrevista es frente a frente en la sala de jardín. De un lado los dibujos que hicieron en el inicio del año los chicos. Del otro una soga con trajes protectores colgados.

-En esta situación todo el tiempo se percibe cierta tensión entre Provincia y Ciudad ¿Cómo ve a Horacio Rodríguez Larreta?

-La Ciudad y la Provincia son dos universos distintos, tuvimos una reunión del COE esta semana en la que la Ciudad planteó su perspectiva y nosotros desde nuestro lugar no la solemos compartir porque tenemos condiciones distintas pero sí podemos entender los planteos que ellos hacen. Así y todo creemos que es muy riesgoso dar mensajes de relajación en términos de cuarentena. La cuarentena arrancó muy rígida y esa rigidez en los sectores populares siempre tiende a cierta laxitud. Si relajamos arriba en los barrios populares y en los barrios en general eso puede tender a un contacto que puede generar focos indomables. El área Metropolitana está muy integrada y por eso hay que ser muy cuidadosos.

-¿Pero qué opina de Larreta como opositor?

-Me parece que es un político inteligente. Eso es indudable. Creo que está tratando de maniobrar una situación en la cual necesaria y objetivamente todos los que están en la gestión tienen que coordinar y a la vez tienen una pertenencia política y pueden tener una tensión entre lo que quiere un sector de su fuerza y lo que la realidad les demanda.

-¿Coincide con Alberto Fernández y con Kicillof en que hay una oposición responsable que gestiona y otra que los cuestiona en Twitter?

-Sin duda. Sin duda. Lamentablemente es así. Los márgenes, las licencias que puede tener alguien que no tiene gestión ejecutiva son mucho mayores que aquel que todos los días responde con la cara, tiene que pagar sueldos y tiene que sostener hospitales, escuelas y enfrentar la pandemia.

-¿Y la denuncia por “infectadura” que le provoca?

-Nada. Me pareció un rebusque creativo de un sector de intelectuales. No veo mucho margen político para ese tipo de posicionamientos.

-Lo escuché hablar de una agenda post-pandemia y de una necesidad de unidad. ¿Eso puede estar en un Consejo Económico y Social como había propuesto el Presidente? El miércoles en Olivos estuvieron grandes empresarios

-Seguro. Yo creo que tenemos que avanzar en ese contrato social que se había planteado en la génesis del Frente de Todos. Trasciende a la dirigencia política. Involucra a la dirigencia empresarial, a los trabajadores, a los movimientos sociales, sectores de la cultura, a los científicos... Tenemos que diseñar un país vivible y obviamente eso no se puede resolver de un día para el otro, hay que planificarlo. Generacionalmente tenemos claro que tenemos que enfocarnos en esa agenda. Quizás tuvimos tensiones por disputar por demás lo presente y hoy tenemos muy claro que nos preocupa la Argentina de los próximos cinco, diez, veinte años. Tenemos que construir una homogeneidad y una unidad política con ejes en los que todos podemos estar de acuerdo y vaya más allá de las lógicas tensiones.

-¿Ahí tienen que estar todos, no solamente los intendentes opositores con los que hablan? ¿Debería estar María Eugenia Vidal, cuya gestión critican?

-Todos los sectores. Identificamos algunos puntos básicos. Está claro que en este punto de inflexión hay cosas que se tienen que discutir. El capitalismo liberal, el mercado, no resuelve ni organiza la vida de las personas. Tenemos que encontrar los márgenes de regulación e intervención. la convivencia entre el mercado y el Estado. Claramente hay cuestiones que el mercado no puede administrar y el Estado tiene la responsabilidad de hacerlo como la salud, la educación y la comida que es un tema central y no puede quedar relegado al azar y a merced y las tensiones del mercado. La vivienda y la integración urbana son tema central. Tiene que haber un plan y tenemos que trabajar. Tenemos que tener un pie en la emergencia para resolverla pero también un pie en el futuro y en una agenda de esperanza, en el horizonte para después de la pandemia.

-¿En la emergencia hay decisiones que no les gustan? Aerolíneas Argentinas suspendió personal...

-Tenemos un contexto muy complejo y uno no determina los límites de la cancha. La pandemia ha acotado los márgenes de acción y hay que poner lo mejor de todos para poder salir con los menores daños posibles.

-Los intendentes, especialmente de Juntos por el Cambio, se quejan porque no les habilitan actividades...

-La pandemia tiene que obligar un sistema más fluido de coordinación entre jurisdicciones. Porque si cada uno juega la suya y jugamos al huevo podrido y se lo tiramos al distraído tiene un límite, hay que encontrar mecanismos porque si no se coordina entre Nación, Provincia y municipios lo paga la gente. La pandemia le resta margen al juego de la política, hay que resolver y resolver rápido. En otros momentos hay más márgenes y posibilidades de ponerse más creativos, enojarse, que uno vaya para un lado y otro para el otro. Hoy esos márgenes se achicaron muchísimo.

-¿Le cuesta hablar con los intendentes de la oposición?

-No, no. El diálogo se desarrolla muy bien. En las bilaterales va bárbaro. Todos somos conscientes de la situación. Después cada cual tiene más o menos condicionamientos políticos. Y por ahí tenés que sobreactuar alguna cuestión para contentar a tu público.

-O sea que entiende las críticas desde ese lugar.

-No comparto pero entiendo. Son las reglas de la política.

-¿Y a Patricia Bullrich presidenta del PRO?

-La verdad es que últimamente no la pude escuchar mucho porque no tengo tiempo material de prestarle atención a los medios.

-¿Habla con Cristina Fernández, le da consejos, sigue su gestión?

-Hablamos en términos generales de la gestión. Creo que hay confianza y no tengo una supervisión cotidiana ni nada por el estilo.

-¿La Cámpora pelea espacios de poder a Alberto Fernández? ¿Cristina gobierna detrás de Alberto?

-No, para nada. Nosotros hoy tenemos una decisión que es ir a la mayor cohesión posible. Alberto asumió el Gobierno sin una sola buena noticia de la realidad. Nos preparábamos para una situación muy compleja y se empeoró muchísimo. Entendíamos que el único diferencial que tenía a favor este gobierno es la cohesión política que logró el Frente en la campaña, que permitió ganar y que tiene que consolidar. Y Cristina volvió a unir el movimiento nacional que se había dispersado y también ordenó el proceso de trasvasamiento generacional, le devolvió el presente a la dirigencia política que hoy lidera Alberto, claramente. Nosotros somos una generación que sigue en crecimiento, nuestro tiempo vendrá más adelante, estamos haciendo ese proceso de transición ordenadamente.

-¿No presionan al Presidente con la deuda y otros temas?

-No. Los criterios de Alberto, Guzmán, Cristina y Máximo siempre fueron parejitos.

-¿Y le molesta cuando el Estado ayuda a las empresas a pagar salarios? Algunas de ellas son empresas con las que el kirchnerismo se enfrentó...

-Yo creo que las empresas tienen un rol y Alberto está haciendo todos los gestos para que esos sectores que son hiper necesarios en la construcción del país comprendan que no hay ninguna vocación de agresión por parte de este gobierno. Creo que a veces esos gestos pueden parecer o sonar exagerados pero coincido y me parece correcto que la iniciativa, la buena voluntad, la buena fe de construir el acuerdo social parta de Alberto y que en todo caso después los otros actores definan si van a colaborar en la reconstrucción de la Argentina o no.

-¿Incluye al campo?

-A todos los sectores.

-¡Está muy moderado!

-No es que somos moderados. Creo que debemos mirar al último Perón. Todo Perón es bueno pero el del modelo argentino para el proyecto nacional, el Perón que de alguna manera había comprendido que las tensiones del pasado no habían resultado y que llamaba a reconstruir un país sin fisuras donde el 80% de los argentinos podían coincidir en ciertos lineamientos básicos sigue siendo plenamente vigente. Ojalá esos sectores que tienen mucho poder sean conscientes de cuánto los necesita su pueblo.

-Pero fue Máximo Kirchner quien impulsó el impuesto a la riqueza al que llaman aporte extraordinario...

-Creo que tenemos que ir a la redefinición de la matriz impositiva de la Argentina, una matriz más justa. Hoy el formato que tenemos es injusto y no es práctico porque la verdad es que se quejan los de abajo y se quejan los de arriba. Tenemos que encontrar una manera de que ese sistema sea más eficaz. Es muy delicado modificar la estructura impositiva porque tocando alguna variable equivocadamente podés desfinanciar al Estado y en este momento sería letal. Pero tenemos que encontrar los procesos de discusión. Preocupa mucho que paguen mucho las personas más más ricas pero no preocupa tanto que paguen los más más pobres. Es más fácil cobrarles a los pobres y a la clase media porque no tienen capacidad de lobby. Los sectores poderosos te pueden desfinanciar porque tienen la capacidad de pararse de manos y no pagar. En el flujo cotidiano del Estado sabés que los sectores populares y medios te van a pagar sí o sí, con el IVA y demás. Los grandes tienen la capacidad de demorarte los pagos, tienen estudios que se las arreglan para encontrar balances para que no tengan que pagar.

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-¿Ya arrancó la campaña?

-No. Es una locura. Todo lo que tenga que ver con electoralizar este momento es una locura.

-¿Tiene que haber PASO el año que viene?

-Estamos lejísimo. No estoy pensando en eso ni por casualidad. Estamos a full y dormimos poquito.

-¿Cuánto es poquito?

-Me acuesto a las 11 o 12 de la noche y me estoy levantando a las 5 de la mañana y a las 6.30 o 7 arranco para la oficina.

-¿Extraña la Cámara de Diputados?

-La verdad que no. Honestamente no. Estuve mucho tiempo y a mí me gusta estar cerca del territorio. Me siento mejor porque me gusta estar con la gente y resolver problemas. En la Cámara, si bien lo hacés, es muy indirecta la solución que construís y los vínculos tienen que ver más con las relaciones de superestructura.

-¿Cuando va a dormir piensa en lo que le quedó pendiente?

-Cuando me voy a dormir me duermo, no pienso nada, apoyo la cabeza en la almohada y me duermo.

-¿Piensa en Néstor Kirchner?

-Si. Cada tanto sueño.

-¿En serio? ¿Sueña con Kirchner? ¿Qué sueña?

-Aparece.

-¿Y le dice algo?

-A veces sí. Tengo imágenes que me dejan tranquilo. Es un sueño lindo, siempre.

Entonces Infobae pregunta si le contó a Máximo Kirchner sus sueños. En el momento en que empieza a responde afirmativamente se quiebra. Guarda silencio, los ojos se le llenan de lágrimas y confiesa:

“No puedo seguir. Me emociono”. Y agrega: “Alguna vez le he contado”.

Fin de la entrevista con el hombre más duro de la máxima organización kirchnerista.

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