Orden

Aquí se vive en el desorden más demoledor. Ningún día es normal ni previsible. Vean el Chaco, vean Jujuy. Hay miles que están seguros de que haber sitiado y atacado a Jujuy con el empleo incluso de personajes del hampa con delitos graves

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No es el orden de los fusiles, ni el de las picanas, ni el de los cementerios. Es el de la legalidad y la convivencia. ¿Podrá conseguirse? (REUTERS/Charly Soto  NO RESALES. NO ARCHIVES)
No es el orden de los fusiles, ni el de las picanas, ni el de los cementerios. Es el de la legalidad y la convivencia. ¿Podrá conseguirse? (REUTERS/Charly Soto NO RESALES. NO ARCHIVES)

Se acepta de manera natural y de manera que el orden tiene que ver con una visión autoritaria, cavernícola, retrógrada, inmóvil.

Se interpreta como un obstáculo conservador a cualquier cambio. Es una mala palabra.

Si se define o juzga a alguien como alguien afín al orden en la vida social se le pone la marca que señala obstrucción de conseguir mayores y mejores derechos, más distribución. No se dice como ensayo ni propósito sino como una foto, mejor una ecografía revelada como una criatura de gestación presentida: el fascismo de izquierda. El nacido, después de los berridos habituales, se prenderá de la teta del desorden como virtud y futuro.

Marcha en pedido de justicia por Cecilia Strzyzowski
Marcha en pedido de justicia por Cecilia Strzyzowski

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Aquí se vive en el desorden más demoledor. Ningún día es normal ni previsible, algo interrumpirá, la vida de cada día es amenazante.

Es probable que se trate de una secuela una vez recuperada la democracia y todos los espantos del terrorismo de estado metódico, el cual todavía está vivo en las neuronas de quienes lo vivieron junto con la guerra que, quiérase o no, fue.

Es decir de la pesadilla sin fin a la noción de que todo podía sonar a represión, tortura, cuerpos al mar, bombas, tenía que dar paso a todo. Y puede entenderse, no lo dudo. Desde lo menos relevante – prohibir los edictos en los bares: no esputar (se decía así) en el piso, no embriagarse, no formar riñas, en línea a dejar de indagar o preguntar por qué alguien está dando vueltas una y otra vez a un comercio, a un auto: eliminado el “merodeo”.

 No es tan complicado. Desempolvar el orden social. Un orden justo, legal, democrático, capaz de mantener – elemental- el derecho a protestar (REUTERS/Marcos Sierra NO RESALES. NO ARCHIVES)
No es tan complicado. Desempolvar el orden social. Un orden justo, legal, democrático, capaz de mantener – elemental- el derecho a protestar (REUTERS/Marcos Sierra NO RESALES. NO ARCHIVES)

Y desde allí a un gozo de las cadenas rotas y la mortificación a la confusión, tal vez provocada, de que el sistema democrático significaba piedra libre: pintarrajear esculturas públicas, destruir y vandalizar a gusto, no respetar a los demás, tratarse bien es burgués y ridículo. Un camino que puede explicarse como fenómeno social o como voluntaria o involuntariamente de destrucción para crear las condiciones de un despotismo redentor. Déjenme decirlo: como no suscribo política, religión organizada por medio de ceremonias e intermediarios-que no es lo mismo que sentir la posibilidad de trascendencia- , gremio, secta o partido, solo me guío por una consigna que llevo en mí: contra toda forma de opresión.

Rosas y Alberdi , que aquí hay una gran afición por la polémica historiográfica y nunca se detiene. Enemigos mortales, Alberdi –un tipo de genio sin discusión que construyó y posibilitó la Constitución- editó exiliado en Montevideo la publicación “Muera Rosas”, temieron ambos como escenario peor a la anarquía. Pero visitó a Juan Manuel en Southampton para ofrecerse como abogado por notarlo despojado- dejemos la mayor cantidad de adjetivos posible- y con amabilidad fue desestimado: “Se haría mucho daño usted al defenderme a mí”.

Esas cosas podían pasar con provecho y reflexión, pero hoy los mandones y corruptos de los feudos insisten- la historia de nuevo- en justificar la pobreza insultante, el desprecio, la manipulación en cada caso “por culpa del Puerto, y la Ciudad opulenta, explotadora”. Todavía, es el desorden en grado máximo armado de un verso indigerible.

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En tan largo período se ha limado el orden y la paz social. Tenés que ser Heráclito o ser Parménides- ver viejos griegos que pensaban-, principio único es lo cierto, o lo único permanente es el cambio, sin la menor posibilidad de entrecruzar, dialogar, deducir qué ofrece el amor a pensar y la poesía. No se puede.

Convertidos en bots, fabricados en el caos del que emergerán los iluminados es la ideíta funesta.

Vean el Chaco, vean Jujuy. Hay miles que están seguros de que haber sitiado y atacado a Jujuy con el empleo incluso de personajes del hampa con delitos graves y repetidos- ataques sexuales, robos- y la izquierda con todo por si caen algunas migas bajo la mesa, está bien.

Piqueteros cortaron las calles en Jujuy
Piqueteros cortaron las calles en Jujuy

No es tan complicado. Desempolvar el orden social. Un orden justo, legal, democrático, capaz de mantener – elemental- el derecho a protestar y capaz de abandonar el último puesto en inflación, retroceso, empobrecimiento. Todos los países han mejorado en muchos aspectos. La Argentina ha empeorado de manera aterradora y sacudida por el desorden permanente.

No es el orden de los fusiles, ni el de las picanas, ni el de los cementerios. Es el de la legalidad y la convivencia. ¿Podrá conseguirse? Se ve difícil, pero no imposible.

Es que si no se intenta y purifica la palabra correrá el peligro de perder la libertad.

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