La nueva realidad requiere nuevas estrategias

El desconfinamiento nos ofrece una oportunidad única para dar un salto cualitativo e innovador, para crear un mundo mejor y no un retorno a una realidad que es insatisfactoria para la mayoría

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La Argentina, ante el desafío del desconfinamiento (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
La Argentina, ante el desafío del desconfinamiento (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

“Locura: hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”, Albert Einstein.

Aceptémoslo: no hay retorno a la normalidad. Pero podemos crear un mundo mejor.

Las estrategias de desconfinamiento, cuya puesta en marcha ya no resiste más dilaciones, están estrechamente relacionadas con la manera en que la epidemia evoluciona en cada país, en cada región. Pero también con cómo reaccionen el gobierno, la economía y la sociedad en cada caso. Hoy debemos enfrentar este problema con una disciplina que aún no existe, una que integre la salud pública con la economía y la política (algunos ya la han bautizado: “epinomics”).

La planificación de la salida de la crisis -aquello que llaman exit policy- es fundamental para aportar algo de certidumbre en medio de este caos. Y la planificación requiere definir escenarios.

En primer lugar, debemos diferenciar las tres fases de la crisis:

La primera fase en la que se presentó la pandemia, tomándonos por sorpresa y que nos puso ante un problema de desconocida evolución. La reacción a esta fase de “pérdida de control” generó respuestas muy disimiles: “aplastar” el virus imponiendo durísimas restricciones inmediatas; “aplanar la curva”; o buscar la “inmunidad de rebaño”. La primera (China, Corea del Norte, Taiwán, Israel), demostró ser altamente eficaz, aunque un tanto brutal; la segunda (Europa, EEUU, América Latina, África) dio resultados mixtos toda vez que el tiempo atenta contra los costos crecientes en materia de salud pública, los impactos económicos y el desempleo; la tercera (Suecia, Uruguay), que no busca evitar el contagio, sino gestionarlo para lograr la inmunización entre la población joven y saludable, reservando la contención para la población más vulnerable, aun no se puede evaluar.

La segunda fase -fase “martillo”- en la que los gobiernos decidieron aplicar medidas contundentes: distanciamiento social, protección física (mascarillas, barbijos, alcohol, higienización permanente, etc.), restricciones de movimiento, rastreo de contactos, etc. Con lógicas diferencias, estas medidas han sido exitosas, aunque a veces condicionadas por las dificultades del acceso a ciertos recursos e insumos que afectaron a los rezagados porque quienes llegaron primero o tienen mayores recursos acapararon el mercado de esos insumos críticos.

Finalmente, entramos en la fase de reapertura: desconfinamiento, normalización gradual de la actividad económica, de los servicios de salud, restablecimiento de ciclo educativo presencial, la recuperación del ritmo de crecimiento, etc.

En segundo lugar, considerar adoptar una delicada planificación estratégica para implementar la nueva normalidad – un paso sumamente complejo que depende de muchas variables y escollos impredecibles en el camino.

La etapa en la que estamos ingresando tiene una variable central - la evolución de la pandemia y que podríamos sintetizar en estos tres escenarios posibles:

-La pandemia cede, permitiendo que se vaya recomponiendo la actividad social, económica, cultural, etc. de manera más o menos ordenada. A principios de 2021 llega la ansiada vacuna que mitiga los riesgos, poniendo fin así a la incertidumbre

-Persiste la pandemia y una segunda ola obliga a retomar el confinamiento, agravando la recesión económica. La vacuna llega en 2021, pero no alcanza a inmunizar a la población afectada, lo que dejaría a una porción importante del sector productivo y del consumo en la incertidumbre y fuera del mercado, provocando disrupciones significativas en la actividad económica

-La pandemia se agrava y llega una segunda ola furibunda (por su alance o por mutación del virus). Se impone un confinamiento social prolongado de gravísimas consecuencias económicas. La vacuna no resulta adecuada ni suficiente y nos condena a establecer una nueva normalidad: aprender a convivir con el COVID-19. Las oleadas espasmódicas persisten profundizando la exclusión, la inequidad y la incertidumbre económica y social se profundiza.

Estos escenarios quedarán condicionados por una segunda variable: ¿qué tan eficaz será la vacuna? 90%, 75%, 50%. Y ¿qué tan disponible estará para todos aquellos que la necesiten?

Una tercera variable refiere a la secuencialidad del desconfinamiento: sabemos que la epidemia no cederá en todos los lugares de la misma manera, ni al mismo tiempo. Y esto pone sobre la mesa otras variables a considerar en sus escenarios.

Hay países, regiones o territorios que comienzan la fase de reapertura mientras otros se ven forzados a lanzar (Portugal), seguir (Brasil, EE.UU.) o retornar (Alemania, Francia, España) a la fase del “martillo”. Consecuentemente, las cadenas productivas se ven seriamente comprometidas cuando algunos de sus eslabones sigan paralizados por una dinámica que promete ser espasmódica.

La cuarta variable depende de la dinámica de los mercados: algunos están retornando a la normalidad, otros no. Es decir, aun cuando se haya recompuesto la oferta, la normalidad no se recupera porque los mercados aún no están normalizados. El prolongado confinamiento comprometió la capacidad adquisitiva por caída de ingresos reales y potenciales (temor a la inminente pérdida de ingresos).

La quinta variable refiere a las alteraciones en las cadenas de provisión: la demanda que se recupera antes que la oferta obliga a buscar proveedores alternativos, lo que posteriormente afectará el retorno a la normalidad de los proveedores tradicionales que están perdiendo parcial o totalmente sus mercados. Esto conlleva la desconcentración y diversificación de las fuentes de insumos – un problema, pero también una oportunidad.

La sexta variable refiere a las asimetrías del retorno a la normalidad por sectores desde la perspectiva de la oferta. Hay sectores y rubros de la economía que por su naturaleza deberán atravesar un proceso de adecuación (rediseño espacial del área de trabajo y de atención al cliente) que requiere de inversiones y reduce la capacidad productiva que afectará a algunos sectores más que a otros.

La séptima variable depende de las diferencias en los temores de los clientes para retomar al consumo. Los comercios de proximidad, parecen ofrecer más seguridad sanitaria que las aglomeraciones de los centros comerciales; los vehículos particulares seguirán siendo ofreciendo menos riesgos de contagio que el transporte público; etc. Por estas mismas razones, es previsible que el personal doméstico no recupere sus trabajos con la misma celeridad que los trabajadores de otros rubros.

La séptima variable refiere a la adopción del teletrabajo que alterará la geografía comercial. Las empresas que recurran a la modalidad de teletrabajo para su personal, afectarán el consumo de los comedores de las zonas tradicionales de oficinas en las grandes urbes.

La octava variable está relacionada al incremento de los costes de producción y comercialización, derivadas de los factores antes mencionados, lo que afectará el poder de consumo de la población en general.

La reactivación tendrá ganadores y perdedores: hay sectores que saldrán fortalecidos (teletrabajo, servicios de internet e infraestructuras críticas, pagos y comercio electrónico, correos y servicios encomiendas, salud, automatización y robótica, educación a distancia, minería, servicios públicos, transporte, energías renovables, etc.) que requieren de apoyo y recursos humanos capacitados. Y también hay sectores vulnerables que requieren de urgente atención y cuidado: mujeres (son las que más trabajos perdieron durante la pandemia), adultos mayores, jóvenes (especialmente los que no tienen educación superior/universitaria, minorías étnicas e inmigrantes (la xenofobia exacerbada se agravó en los últimos cinco meses), los que por cualquier motivo no puedan realizar trabajos a distancia y, sobre todo, los trabajadores con bajos ingresos y empleos precarios que, en la mayoría de los casos deben trabajar en contacto directo con otras personas, situación particularmente alarmante porque son los que tienen menor protección médica y social en la comunidad.

Finalmente, tener en cuenta que las combinatorias de estas variables nos ponen frente más de 600 escenarios posibles. Esto nos lleva a la necesidad de establecer, tanto en el sector público como para la actividad privada, una minuciosa planificación estratégica.

El Foro Económico Mundial y los principales think-tanks advierten que es de prever:

-Expansión del rol del estado en la economía

-Alto y persistente endeudamiento público

-Desconfianza de consumidores e inversores

-Focalización en la autosuficiencia

-Flexibilización (pérdida de poder de los sindicatos y la patronales)

Además, recomiendan considerar para el desconfinamiento:

-Concebir escenarios de “nueva normalidad” y evitar los pensamientos de “vuelta a la normalidad”. Aquella normalidad ya no retornará jamás y quien lo intente está condenado al fracaso.

-Fortalecer la resiliencia comunitaria y la equidad social. Debemos prepararnos para disrupciones globales, naturales o causadas por el hombre, que son cada vez más frecuentes. La seguridad económica y la salud son dos factores fundamentales.

-Pensar de abajo hacia arriba (bottom-up) descartando concepciones paternalistas descendientes. Son las comunidades, la sociedad civil de base, la que debe regir las demandas adecuadas a sus necesidades específicas y encontrar la manera de satisfacerlas “a la medida” de cada caso y no bajo un rasero nacional único.

-Desarrollar alternativas ecológicamente sustentables y dejar e ignorar o postergar el tratamiento del problema del medio ambiente. Un equipo de expertos de las universidades de Princeton y Duke, entre otras, concluyó que la protección de los bosques tropicales le costaría al mundo entre 22 y 31 mil millones de dólares al año. El COVID-19, que está en camino a generar hambruna para 100 millones de personas, le costará a la humanidad entre 8 y 15 billones de dólares, ¡el equivalente de los costes de la protección del medio ambiente durante 500 años! Las próximas pandemias y los desastres naturales tendrán sus raíces en este problema y debemos prevenirlo y prepararnos para mitigar sus consecuencias.

Este desconfinamiento nos ofrece una oportunidad única para dar un salto cualitativo e innovador, para crear un mundo mejor y no un retorno a una realidad que es insatisfactoria para la mayoría.

El autor es profesor de la School of Government, ADEN University e investigador de la Universidad de Buenos Aires.