El cambio climático nos exige cuidar de los más vulnerables

Pablo Canziani

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Nota escrita en coautoría con Tomás Insua.

Recientemente, un grupo de observadores constataron que el proyecto de combustibles fósiles en el yacimiento petrolífero Vaca Muerta provocó 3368 "incidentes ambientales", incluyendo derrames de petróleo, en los últimos cuatro años. No cabe duda de que muchos de estos incidentes fueron controlados responsablemente por trabajadores que hacen todo lo posible para realizar responsablemente sus tareas y proveer a sus familias.

Los efectos de estos proyectos van más allá que solo derrames e "incidentes ambientales", los combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural están ligados al cambio climático, una grave crisis que nos amenaza a todos.

El cambio climático significa un riesgo para el aumento y la exacerbación de eventos climáticos extremos como las tormentas severas, las inundaciones y las sequías que suelen azotar a la Argentina, sumado al aumento del nivel del mar y la desertificación. Todos estos desastres producen un efecto dominó que amenaza a la familia humana, los ecosistemas y los sistemas productivos.

Hay quienes aún dudan, desconociendo o negando la evidencia. Sin embargo, los impactos de eventos climáticos extremos concretamente perjudican, ya sea de manera directa e indirecta, a la sociedad en su conjunto. Recordemos la sequía 2017-2018 que ha afectado fuertemente las exportaciones de productos del país con las consecuencias graves y evidentes en toda la estructura económica y social, a través de toda la trama del país. En efecto, la consiguiente crisis económica tiene un efecto cascada que se propaga a través de la sociedad y los sistemas productivos y las pymes, impactando de manera particular en los sectores más vulnerables y desprotegidos.

La urgencia no puede ser mayor. La comunidad científica publicó un nuevo reporte internacional el mes pasado, del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas, en el que alertan a la humanidad sobre la dramática gravedad de la crisis climática. Es necesario limitar el calentamiento a 1,5 ºC. Los plazos se acortan. Se requieren acciones y cambios culturales urgentes: solo disponemos de 15 años.

Todos estamos siendo afectados. Sin embargo, nuestros hermanos y hermanas más vulnerables generalmente habitan en viviendas marginales que pueden ser fácilmente arrasadas por una tormenta, y en muchos países basan su subsistencia en la agricultura, dependiendo totalmente de la meteorología, que es cada vez más impredecible. A su vez, no cuentan con las instalaciones y los sistemas sanitarios necesarios para protegerse del mosquito del dengue y del Zika, junto con otras enfermedades, los cuales se propagan más fácilmente gracias al cambio climático.

Los pobres son "los más pequeños" de nuestros hermanos, a quienes los cristianos estamos llamados a cuidar. Sin embargo, el cuidado que les hemos dado no es suficiente. La Organización Mundial de la Salud estima que por lo menos 150 mil personas mueren cada año como consecuencia del cambio climático, siendo pobres la gran mayoría de ellos.

Los otros pobres, como plantea la encíclica Laudato si' del papa Francisco, menos visibles, son los ecosistemas naturales. Ya no quedan ecosistemas naturales sin impactos causados por las actuales formas de producción y consumos de bienes y servicios. Inclusive la Antártida sufre impactos de la contaminación. Peor aun, recordemos que esta situación se da cuando entre el 40% y el 50% de la población mundial no acceden a los bienes y los servicios necesarios para una vida digna. Pero no podemos vivir sin los servicios que proveen los ecosistemas naturales: desde aire puro, agua potable, alimentos sanos, diversidad biológica, renovación de suelos, hasta calidad de vida, comunidades humanas integradas y ejercicio de los derechos de la democracia. Es hora de que entendamos que ecología y economía son dos caras de la misma moneda. Ecología es el conocimiento de la casa. Economía es la gestión de la casa, no existe una buena gestión sin conocimientos sólidos de todas las dimensiones de la naturaleza y de la sociedad.

Por tanto, incluso los beneficios económicos a corto plazo, como la sustitución de importaciones, de proyectos como el yacimiento Vaca Muerta, generan enormes pérdidas a futuro debido a que el calentamiento global genera grandes daños a la infraestructura de las naciones, ni hablar del gran sufrimiento y muertes que infringe a la población. Tampoco es menor el impacto y destrucción de los sistemas productivos. Es por esto que los analistas calculan que las pérdidas económicas relacionadas con el cambio climático llegan a cientos de miles de millones de dólares anuales, afectando de manera particular a las pymes. En tanto, la energía limpia genera empleo a casi 10 millones de personas y más de mil millones por año en todo el mundo, crea nuevas empresas de desarrollo y servicios, creciendo exponencialmente.

La tragedia del cambio climático demuestra, sin embargo, que hemos permitido que los políticos tomen decisiones que priorizan las ganancias corporativas a corto plazo, más allá de un lucro razonable, dejando de lado el cuidado de los marginados, tanto de la familia humana como de los ecosistemas naturales que nos mantienen con vida.

La solución de esta crisis profunda, donde el cambio climático es la fiebre de la sociedad, requiere mentes abiertas en todos los sectores, disponibilidad para el diálogo permanente y participación, desarrollo del conocimiento y su correcta aplicación, innovación y diversificación productiva y empresarial, integración social y respeto por el otro, tanto de personas como ecosistemas.

Una crisis como esta exige un liderazgo valiente y moral. En la Iglesia Católica, los obispos de seis conferencias continentales, incluyendo el Consejo Episcopal Latinoamericano Celam, se unieron recientemente en una inusual declaración conjunta sobre el cambio climático, inspirados por la encíclica Laudato si'.

Esta declaración hace un llamado a "poner fin a la era de los combustibles fósiles a través de una rápida transición a una economía impulsada por energías renovables, ya que los científicos saben que la mayoría de las reservas de combustibles fósiles deben permanecer bajo tierra". El mensaje es claro. La Iglesia Católica está pidiendo, y ha pedido reiteradamente, acciones urgentes y concretas frente al cambio climático. En línea con lo que exigen los científicos, la Iglesia urge que dejemos atrás los combustibles fósiles y proyectos como Vaca Muerta y tantos otros en el mundo. Los subsidios que muchos países otorgan al sector petrolero debieran utilizarse para desarrollar e implementar las energías renovables y diversificar las economías, generando productos sustentables y nuevos empleos dignos. Y la Iglesia no está sola en este pedido. La acompañan los principales credos del planeta.

Bajo la presión de algunos países y corporaciones influyentes, hemos retrocedido considerablemente en el progreso por el cuidado del sistema climático. Pensamos en los millones de personas alrededor del mundo que esperan desesperadamente que sus líderes tomen acciones reales. Estas personas no tienen el dinero o la influencia de las corporaciones, pero merecen nuestro cuidado y respeto.

Tenemos otra oportunidad en el camino: la cumbre climática COP24 de las Naciones Unidas que se llevará a cabo en Polonia. Los representantes de las naciones del mundo tienen dos tareas por delante: tomar acciones concretas para limitar el calentamiento global a 1,5°C, y crear un reglamento sólido y vinculante para todas las naciones respecto a la implementación del Acuerdo de París.

Los fieles del mundo estarán pendientes de estas decisiones. En este momento, un grupo de peregrinos está en camino a la COP24 en Katowice, Polonia, desde el Vaticano, en una peregrinación de 1500 km. Entre los peregrinos se encuentran sobrevivientes de una tormenta en Filipinas relacionada con el cambio climático, que dejó sin vida a más de 15 mil personas y arruinó el hogar a más de 3 millones. Están caminando sobre montañas, bosques y ciudades, están durmiendo en parroquias, y son recibidos por obispos, líderes políticos y personas en toda Europa, porque la acción sobre el cambio climático trasciende las falsas divisiones entre nosotros.

Los peregrinos hacen un llamado a una "transición justa a una economía de energía limpia", que proporcione empleo seguro y a su vez proteja la creación y a todos quienes la comparten. Reconocemos que los trabajadores de proyectos como el yacimiento Vaca Muerta han ayudado fuerte para mantener sus hogares y negocios. Es momento de demostrar que podemos mejorar para cuidar de ellos y de toda la familia humana.

Sabemos que podemos hacerlo, la solución está a nuestro alcance. Debemos responder al llamado urgente de la comunidad científica. Junto al resto de la Iglesia, rezamos para que la cumbre COP24 resulte un hito en el camino para cuidar mejor nuestra casa común, la Tierra.

Los autores son cofundadores del Movimiento Católico Mundial por el Clima (MCMC), una red internacional de 800 organizaciones católicas.