Alan Wake 2 es uno de esos juegos que superan las limitaciones del medio al que corresponden. No sólo es un fantástico survival horror, sino una experiencia de terror psicológico verdaderamente inmersiva. Remedy viene mejorando su fórmula título tras título y, esta vez, alcanza un nuevo nivel de excelencia. Dejando de lado su brillante apartado técnico y todas las bondades lúdicas que ostenta, esta esperada secuela se destaca por ofrecer una narrativa que está a años luz del resto de los exponentes del género.
¿Qué es lo que separa a Alan Wake 2 de otros grandes títulos similares? Creo que lo más impresionante es su historia, que nos tiene dudando constantemente sobre la realidad y la ficción. Desde el primer momento nos da a entender que no todo es lo que parece y, entendiendo que se desarrolla en un universo donde hay objetos que pueden alterar la realidad, es seguro decir que no podemos confiar ni siquiera en nuestros propios recuerdos.
Sin embargo, una buena historia depende de cómo está contada. Un error común, que la mismísima Remedy ha cometido en el pasado, es descansar en textos sueltos para profundizar en el trasfondo narrativo. Aún en los, mal denominados, “walking simulators” es considerado un traspié, pero cuando se trata de un título en el que la acción también es parte vital de la experiencia este freno constante termina actuando en detrimento.

Afortunadamente, Alan Wake 2 es el ejemplo perfecto de cómo abordar esta problemática. Saber cómo resolver un problema no significa tener la capacidad y el talento para hacerlo, por eso es tan meritorio el esfuerzo de Remedy. Esta vez la narrativa avanza por diferentes medios: desde las tradicionales cinemáticas, pasando por las hojas del manuscrito deliciosamente narradas por Ilkka Villi, hasta recuerdos ficticios que involucran a Alex Casey en un caso de asesinatos rituales.
Cuando pensamos que ya vimos avanzar la historia por todos los medios imaginables, el juego de Sam Lake nos vuelve a sorprender. Así, entre la ubicación de pistas y fotos en un pizarrón de corcho y una versión pesadillesca de New York, que se altera según el subconsciente del protagonista, la narrativa principal avanza de a poco aferrándose a nuestra memoria. Los datos son tantos, pero están dosificados de tal manera que no es raro sentir que nos volvimos expertos en encontrar conexiones entre las pistas. En ese momento es cuando nos damos cuenta que la inmersión es absoluta.
¿Cómo contamos una historia diabólicamente compleja y llena de interpretaciones sin aburrir o abrumar al jugador? Para lograrlo hay que balancear dos aspectos fundamentales: el ritmo al cual se brinda nueva información al jugador y el medio que elegimos para entregarla. Alan Wake 2 hace un trabajo excepcional en ambos frentes, entonces podemos absorber una increíble cantidad de trasfondo narrativo a través de un exquisito videoclip actuado con los mismísimos actores que dan vida a los personajes. En otra ocasión, una serie de misiones secundarias nos contarán sobre una serie de experimentos que el FBC (la agencia federal del juego anterior) estuvo realizando en Bright Falls y sus alrededores.

A medida que avanzamos en los capítulos, además de explorar locaciones tenebrosas y progresar en la investigación principal, nos vamos poniendo al día con todo lo sucedido en los 13 años que pasaron desde el final del primer juego. Las referencias a la cultura popular, como el evidente amor del estudio por Twin Peaks, se acoplan al estilo narrativo del título y nos sacan una sonrisa a los fans de David Lynch. Pero lejos de quedarse en un guiño, enriquecen la experiencia y propician un aire cinematográfico que le sienta de maravilla. Así, sumado al cuidado ritmo con el que se desarrolla la aventura, Remedy consigue sumergirnos en una historia ambiciosa y complicada, pero exquisitamente resuelta.
Creo que Alan Wake 2 será recordado como el responsable de establecer un nuevo estándar en la industria. No sólo por la manera en la que consigue conectar casi todos los títulos anteriores del universo Remedy, sino por su forma de utilizar medios no convencionales para desarrollar una narrativa rica en detalles. Desde conversaciones de radio hasta programas de televisión sueltos, pero lo más impresionante es el uso que le dan a la inserción de clips de los actores. Pocos juegos han conseguido incorporar filmaciones reales en una aventura sin romper la ilusión de inmersión, mucho menos si le sumamos el componente musical a la fórmula, pero ninguno ha conseguido una atmósfera terrorífica e inmersiva en el proceso.
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