Habla Hugo Bermúdez, condenado por el crimen de Candela: "No soy una joyita, pero no la violé ni la maté"

Fue sentenciado hace dos años a prisión perpetua como autor de los delitos de privación ilegal de la libertad seguida de muerte, hechos ocurridos en 2011. Y si bien durante el juicio no lo acusaron, también se le atribuye el abuso sexual que habría sufrido la niña. Él denuncia irregularidades en la investigación, cree que fue una venganza mafiosa.

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Bermúdez está detenido en la Unidad 25 de Lisandro Olmos. Mira fijo a cámara mientras espera que le abran la reja para ir rumbo a la entrevista.
Bermúdez está detenido en la Unidad 25 de Lisandro Olmos. Mira fijo a cámara mientras espera que le abran la reja para ir rumbo a la entrevista.

"Todos están acá por abuso sexual o violación", afirma uno de los guardias de la Unidad 25 Lisandro Olmos mientras recorremos los pasillos de la prisión. El comentario provoca que los sentidos y las percepciones se agudicen más que de costumbre. El objetivo es entrevistar a Hugo Elbio Bermúdez (61), principal acusado y condenado por el homicidio de Candela Sol Rodríguez. de tan sólo once años, secuestrada el 22 de agosto de 2011 a metros de su casa de la calle Coraceros 2552, en Hurlingham, y hallada sin vida, nueve días después, en una bolsa, en un terreno baldío de la calle Cellini, en Villa Tesei, a tres kilómetros y medio de su hogar.

Una de las imágenes de Candela que más trascendieron cuando su madre, Carola Labrador, la buscaba con desesperación, ya que estuvo nueve días desaparecida.
Una de las imágenes de Candela que más trascendieron cuando su madre, Carola Labrador, la buscaba con desesperación, ya que estuvo nueve días desaparecida.

Su muerte provocó una conmoción en el país, en especial en la provincia de Buenos Aires, gobernada entonces por Daniel Scioli. La investigación del caso siempre estuvo teñida por sospechas de improvisación, desmanejo y corrupción a todo nivel. Convivieron en ella acusaciones cruzadas, piratas del asfalto, narcos, funcionarios ineficientes y policías sospechados, un cóctel que difícilmente arroje un resultado que pueda ser tomado como creíble y veraz.

Candela era una niña feliz y tenía una relación muy cariñosa con su mamá.
Candela era una niña feliz y tenía una relación muy cariñosa con su mamá.

El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 condenó en 2017 a prisión perpetua a Hugo Bermúdez y a Leonardo Jara, y a cuatro años a Fabián Gómez (45), los tres acusados.

En sus alegatos, los fiscales Pablo Galarza, Antonio Ferreras y Mario Alberto Ferrario habían solicitado esa pena para Bermúdez y Jara y ocho años para Gómez. Ferrario, que intervino en la instrucción de la causa, sostuvo que los dos primeros fueron coautores de "privación ilegal de la libertad coactiva seguida de muerte", y el tercero "partícipe secundario" del secuestro sufrido por la niña.

 
La imagen de Carola Labrador reconociendo el cuerpo con la Policía Científica y el entonces gobernador Daniel Scioli causó conmoción.
La imagen de Carola Labrador reconociendo el cuerpo con la Policía Científica y el entonces gobernador Daniel Scioli causó conmoción.

Galarza, por su lado, dio por sentado que Candela sufrió abuso sexual, pero no imputó a ninguno de los acusados de ese delito, para no modificar la carátula con la que habían llegado, evitando que las defensas pudieran plantear nulidades que postergaran la realización del juicio.

El padre de Candela, Juancho Rodríguez, estaba detenido por una causa de piratería del asfalto cuando a su hija la secuestraron y luego la mataron.
El padre de Candela, Juancho Rodríguez, estaba detenido por una causa de piratería del asfalto cuando a su hija la secuestraron y luego la mataron.

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A la izquierda, de camisa blanca, Leonardo Jara, el otro condenado a perpetua . A la derecha, Bermúdez, también de blanco. En el centro los defensores, Adrián Corvalán (Jara) y Rodolfo Jorge (Bermúdez).
A la izquierda, de camisa blanca, Leonardo Jara, el otro condenado a perpetua . A la derecha, Bermúdez, también de blanco. En el centro los defensores, Adrián Corvalán (Jara) y Rodolfo Jorge (Bermúdez).

Bermúdez aparece para la entrevista luego de dejar el pabellón donde se aloja. En la Unidad conviven más de doscientos presos. Lo custodian cuatro agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense. Apenas comienza la charla suelta: "Te aclaro que me sentenciaron sin pruebas por privación ilegal de la libertad seguida de muerte. En total llevo casi ocho años detenido, pero voy a demostrar que soy inocente", esgrime con tono pausado mientras los guardias observan impertérritos cada movimiento que sucede en la sala destinada para el reportaje.

–Bermúdez, si bien la Fiscalía no lo acusó, en el juicio celebrado en 2017 a usted le atribuyeron no sólo el homicidio por el cual está condenado también Leonardo Jara como coautor: le atribuyen además abuso sexual.

–Trataron de vincularme a ese delito y a la muerte por asfixia que padeció la niña, pero no participé del secuestro ni conocía al resto de los acusados. Tampoco a ella ni a sus padres. La Policía me señaló, se basaron en especulaciones y acá estoy, preso desde 2011.

La mamá de Candela lloró cuando escuchó el veredicto.
La mamá de Candela lloró cuando escuchó el veredicto.

–Usted tenía antecedentes penales…

–No soy una joyita, pero tampoco voy a permitir que me califiquen de asesino ni de violador. La verdad es que mientras estaba detenido por este caso me apareció misteriosamente un antecedente como partícipe secundario en un robo a un camión en Bariloche, ocurrido en 2004. Y como me estaban por dar la libertad por el crimen de Candela, en una de las veces que logré salir –aunque al poco tiempo me volvieron a detener– acepté un juicio abreviado en la causa por piratería, porque si no, no me iba. Luego fui sobreseído en ese expediente.

–¿Usted reconoce haber sido o ser "pirata del asfalto" (ladrón de camiones de carga)?

–Para nada.

–¿A qué se dedicaba cuando estaba en libertad?

–Tenía mi camión y transportaba cargas.

–Demasiada coincidencia… ¿No le parece?

–¿En lo del camión? Lo usaba nada más que para trabajar. No andaba por las rutas delinquiendo. Una gran diferencia.

Bermúdez en el patio de la cárcel de Olmos donde convive con más de doscientos detenidos mayores de sesenta años.
Bermúdez en el patio de la cárcel de Olmos donde convive con más de doscientos detenidos mayores de sesenta años.

–Cuando allanaron su casa en Morón, versiones policiales dijeron que se halló un rastreador satelital de cinco antenas, elemento usado por los piratas del asfalto para ubicar camiones y neutralizar alarmas.

–Eso dijeron, pero después, en el juicio, lo único que presentaron como prueba fue un buscador de corriente conocido como busca-polos. ¿Usted se da cuenta de lo que hicieron? Uno decía que se lo había llevado y que lo tenía otro, y así se iban pasando la pelota, pero el rastreador nunca apareció… ¿Sabe por qué? Porque no existió.

-¿Usted era "transa"? ¿Se dedicaba a vender drogas?

–Para nada. Quisieron ensuciarme con cualquier cosa. No vendía, y te digo más, tampoco consumía. Yo tengo mi teoría: esto es algo mafioso. Sólo los narcos se meten con la familia. Cualquier delincuente que se dedica a otra cosa nunca involucra a los hijos en las diferencias que salvo cuando hay falopa de por medio.

Y en la sala de estudios donde está la biblioteca. El terminó el secundario y ahora sigue la carrera de Abogacía.
Y en la sala de estudios donde está la biblioteca. El terminó el secundario y ahora sigue la carrera de Abogacía.

–Volviendo a la violación de Candela, se ventiló en el juicio que en casa de su ex suegra, en la calle Cellini 4085, Villa Tesei, se secuestró un palo de escoba usado como atizador con su ADN y también en una parrilla un frasco combustionado con pinturas de uñas, que los abogados de la madre de Candela dijeron que pertenecía a la niña.

–El palo podía tener mis huellas, porque en ese tiempo yo visitaba esa casa una vez por mes, más o menos. La abuela de la nena dijo en forma genérica que, antes de que la secuestraran, la niña tenía un esmalte color rosa, pero nunca se comprobó que el que apareció fuera el mismo, ni parecido. También mi ex mujer, quien habitaba esa casa, dijo que usaba ese tipo de productos, así que pudo haber sido de ella. Lo cierto es que nadie está seguro de que Candela tuviera un frasquito cuando se la llevaron. Menos se comprobó que ése fuera el que utilizaba ella. ¿Puede ser la prueba para darme perpetua?

También tiene acceso a la cancha de fútbol y a los diversos talleres que se realizan en el Penal.
También tiene acceso a la cancha de fútbol y a los diversos talleres que se realizan en el Penal.

–Carola Labrador, la mamá de Candela, siempre sostuvo que usted es culpable.

–Yo comprendo su dolor, pero la verdad es que no tuve nada que ver, se lo aseguro. Buscaron perejiles en el barrio y nos condenaron a mí, a Jara (Leonardo, sentenciado a prisión perpetua como coautor del secuestro y homicidio, hoy preso en la Unidad de General Alvear) y a Gómez (Gabriel, cuatro años de prisión como partícipe secundario). Ni siquiera encontraron cruces telefónicos entre nosotros.

–Si no fueron ustedes, ¿quiénes pudieron asesinar a la niña? Si lo sabe, dígalo.

–Ojalá lo supiera. Haría lo imposible para comprobarlo y salir de acá definitivamente.

–Supongamos que usted no fue… ¿Con su teoría estuvo apuntando a la madre, al padre (Juancho Rodríguez, en ese momento preso en una causa por piratería del asfalto) o a ambos?

–No lo sé. Sólo pido que se investigue: esto tiene tufillo narco. Mi abogado, el doctor Rodolfo Fabián Jorge, junto a los defensores públicos de los otros imputados, Luis Carpaneto y Mario Nápoli, ya presentaron la apelación a la Sala 4ª del Tribunal de Casación. Espero que revisen todas las irregularidades cometidas.

Una de las fotos que más quiere y recuerda Carola Labrador, abrazada muy fuerte a su hija.
Una de las fotos que más quiere y recuerda Carola Labrador, abrazada muy fuerte a su hija.

–¿Su familia lo viene a visitar?

–Estoy separado, pero mis hijos vienen a verme y creen en mí. Saben que busco la verdad, para quedar en libertad y poder volver con ellos. Por eso estoy estudiando para abogado acá en la cárcel. Quiero que me escuchen y demostrar mi inocencia.

Por Miguel Braillard
Fotos: Alejandro Carra

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