La economía española cierra 2025 ‘inmune’ a la incertidumbre global generada por las guerras comerciales y las tensiones geopolíticas y situándose a la cabeza del crecimiento en la eurozona. El Producto Interior Bruto español (PIB) cerrará el año con un incremento en torno al 2,9%, muy por encima del 1,3% de la eurozona, lo que sitúa a España como la locomotora económica de la región.
Los motores en los que se ha apoyado este dinamismo han sido una combinación de factores estructurales y coyunturales, entre los que se encuentran la demanda interna y la inversión. El consumo de los hogares se ha disparado debido al aumento del poder adquisitivo de los ciudadanos, la moderación de la inflación y el crecimiento sostenido del empleo.
A pesar de que los salarios reales no se han situado al nivel de los de la prepandemia, la renta disponible por habitante ya supera un 5,3% la de 2019. Este colchón, unido a una tasa elevada de ahorro, que CaixaBank Research calcula en el 13% de la renta bruta disponible, hacen prever un margen de crecimiento adicional para el consumo en los próximos trimestres.
Al ahorro y al consumo ha contribuido de forma activa el mercado de trabajo, que este año se ha comportado mejor que en la última década. La tasa de paro cerrará 2025 en el 10,4%, prevé la Comisión Europea, un nivel que no se registraba desde antes de la crisis financiera de 2008.
La inversión supera en un 40% los niveles de 2019
En cuanto a la inversión, ha crecido a un ritmo interanual del 7,6% y supera en un 40% los niveles de la prepandemia. Ha estado dirigida principalmente a activos como software e I+D, lo que impulsa una economía más digital y contribuye a mejorar la productividad, una asignatura que necesita mejorar nuestro país.
La inversión privada ha estado favorecida por la buena salud financiera de las empresas españolas y por la continuidad del Plan de Recuperación y Resiliencia (PRR). Este programa, financiado con fondos europeos, seguirá impulsando la formación bruta de capital fijo, especialmente en sectores ligados a la digitalización y la transición verde.
“En 2025, nuestra economía ha transitado hacia una fase de normalización tras los impulsos excepcionales derivados de la recuperación postpandemia, como el incremento poblacional, la reactivación del turismo internacional y los efectos expansivos de los fondos europeos”, señalan fuentes del Instituto de Estudios Económicos (IEE).
El déficit y deuda, a la baja
Otra materia en la que España mejora a países de nuestro entorno es el déficit público, que baja hasta cerrar 2025 en torno al 2,5% del PIB y convierte a nuestro país en la gran economía del euro con mejores cifras de déficit. De esta manera cumple la senda acordada con Bruselas, que prevé reducir el desequilibrio presupuestario hasta el 0,8% del PIB en 2031.
A la bajada del déficit se suma la de la deuda pública, que se sitúa en el 103%, impulsada por un crecimiento nominal que supera el coste de financiación. En cuanto a la prima de riesgo española, se coloca en mínimos de 15 años; además, las agencias de calificación han mejorado el rating soberano.
El reto de la vivienda
A pesar de estas buenas cifras, el crecimiento no se ha reflejado en la economía real de los españoles debido, principalmente, al encarecimiento de la vivienda tanto de compraventa como de alquiler más de un 10% este año, lo que se come una parte muy importante de los salarios.
Los precios no tienen visos de bajar el año que viene porque el problema que los ha disparado sigue vigente: una escasa oferta de inmuebles y una elevada demanda.
El crecimiento se desacelera
En cuanto a 2026, España seguirá creciendo, pero menos que este año. Los analistas vaticinan que el PIB remontará más de un 2%, mientras que La Comisión Europea calcula que lo hará un 2,3% y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) lo sitúa en el 2,2%, el mismo porcentaje que prevé el Gobierno español.
Sustentan este crecimiento en la ejecución de los fondos Next Generation EU, el dinamismo demográfico, unas condiciones financieras benignas y una reducción del ahorro que podría canalizarse hacia el consumo y la inversión.
Vientos en contra
Existen riesgos que pueden ralentizar el año que viene el crecimiento español. El principal freno puede provenir del sector externo, apuntan los analistas de CaixaBank, dado que “nuestros mercados de exportación crecerán en 2026 por debajo de su media histórica, aún afectados por las secuelas del reciente conflicto arancelario y la debilidad económica de los principales socios comerciales europeos”. Calculan que esto podría restar 0,4 puntos porcentuales al crecimiento del PIB.
Otros factores que pueden ralentizar el dinamismo de la economía española son el incremento de la inflación y el envejecimiento de la población que generará un aumento de gasto en sanidad. Además, desde el IIE advierten que “los retos de sostenibilidad futura, especialmente pensiones y una deuda pública todavía superior al 100% del PIB, continúan siendo una fuente importante de riesgo”.