La crisis sin fin: la economía argentina cerró una semana plagada de señales negativas

Entre la suba del dólar hasta la baja en la calificación de MSCI, las decisiones económicas relevantes son postergadas para después de las elecciones y pueden acelerar los problemas

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Cuarentena, pandemia y una crisis que no parece tener piso (Foto: EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Cuarentena, pandemia y una crisis que no parece tener piso (Foto: EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

Caída y más caída. Las noticias de la semana que terminó ayer le dieron otro golpe a una economía argentina que está, otra vez, en medio de una fuerte tensión en aumento. Ese contexto plagado de señales negativas, ganará más tensiones a medida que se acerquen las elecciones legislativas de septiembre.

Descenso financiero desde Wall Street con degradación en el índice del MSCI, disparada del dólar libre, acciones con fuertes pérdidas, un rally de los bonos de la deuda que quedó en el olvido, dudas generalizadas sobre quién conduce la economía, idas y vueltas en el monotributo y el impuesto a las Ganancias, además de enormes sectores de la economía devastados por la recesión y los impactos de pandemia, fueron algunos de los condimentos de una semana “negra”.

Un alivio en medio de tanta incertidumbre fue el anuncio de un “entendimiento” con el Club de París: la Argentina le pagará USD 440 millones, evitará el default y nadie sabe cómo desembolsará los USD 2.000 millones pendientes, al menos hasta 2021. El ministro de Economía, Martín Guzmán, celebró una medida que no pocos equipararon con la idea de pagar el mínimo de la tarjeta de crédito. Aunque el ejemplo suene trivial, allí aparece el denominador común de cada paso del equipo económico: la estrategia es postergar.

Fuera del mapa

La noticia fue un mazazo que generó desconcierto inicial y, de inmediato, un impacto mucho mayor al esperado. Si bien se esperaba que el país descendiera a la categoría de economía de Frontera –desde el rango de Emergente que tenía desde 2018– MSCI “castigó” al país con dos degradaciones seguidas en un mismo día. No es menor: los índices que rankean a un grupo importante de países según sus posibilidades crediticias influyen en las decisiones de inversión de los grandes fondos globales. Así, la economía local pasó directamente a la categoría “Standalone”, la menor de todas las que mide MSCI. Comparte ese espacio con países como Jamaica, Panamá, Trinidad y Tobago, Bosnia, Malta, Zimbabwe, Líbano y Palestina.

Sin acceso a los mercados ni aliados económicos relevantes, con una diplomacia errática y muy cuestionada, y con la deuda sin resolver, el país inserto en el escenario internacional es una figura cada vez más lejana. Con la noticia, las acciones se hundieron, el dólar libre salió del letargo y las nubes sobre la economía local y quienes la manejan son más negras a cada hora.

Los economistas y analistas que consultó ayer Infobae describieron el contexto con frases como: “Nos caímos del mapa”, “Argentina sale del radar de todos los fondos”, “El flujo será más volátil e incierto, esperamos un golpe sobre las acciones” y “Van a empeorar las condiciones y disponibilidad”, entre otras.

“El invierno llegó” es el título del último informe de Consultatio. Según la consultora, la degradación de Argentina en los índices MSCI y la llegada de la tercera estación del año comparten los atributos de la previsibilidad y de que no aportan novedades. Pero agregan un tercero: “Nos distraen de una variedad amplia de otros factores que también están sucediendo y que son más relevantes para poder responder una pregunta central para pensar en los precios futuros: ¿cuál es el andarivel por el que Argentina se está encaminando hacia 2022?”. Esa sigue siendo la pregunta sin respuesta, para los inversores y para millones de argentinos.

Fuente: Consultatio
Fuente: Consultatio

El control de la situación cambiaria con el que el ministerio de Economía y el Banco Central se jactaron durante la primera mitad del año no tiene tantas certezas. En la semana que pasó, el Gobierno confirmó la peor noticia que podía recibir en el comienzo de la campaña electoral: se disparó el dólar libre. El “blue” subió casi un 11% en junio y quedó en $174, lo que puede hacer cambiar de idea a muchos ahorristas, ya que el dólar ganó en un mes lo que un plazo fijo obtuvo en más de tres meses, con sus tasas negativas en términos reales. Y es sabido que el mercado paralelo es pequeño, pero también que es una referencia ineludible para el circuito económico.

El Gobierno sabe que sin tranquilidad cambiaria, no tendrá tranquilidad electoral. A nadie le va bien en las urnas con el dólar descontrolado por lo que esa es la prioridad. El Banco Central tiene con qué domarlo con los dos ingresos de divisas que no se contemplaban a comienzos del año: la llegada de USD 4.300 millones por la ampliación de capital del Fondo Monetario Internacional confirmada ayer y la suba del precio de la soja. Este último factor también trajo malas nuevas. El principal producto de exportación cerró la semana por debajo de los USD 500 la tonelada, tras haber tocado los USD 600 pocas semanas atrás. El segundo trimestre del año, que siempre es el de mayor ingreso de dólares termina en pocos días y lo que sigue será con menos viento de cola.

Controlar al dólar trae costos que se incluyen en la lista, cada vez más extensa, de cuestiones postergadas para después de las elecciones. La emisión monetaria, comprensible para aliviar el efecto de los meses más duros de la cuarentena, ya trajo su factura

La recuperación económica incipiente de fines del año pasado y comienzos de 2021 no terminó de consolidarse en muchos sectores, aún con los avances de la campaña de vacunación, “la mejor política económica” según palabras del propio Guzmán. La extensión del cepo cambiario para los importadores hasta el 31 de diciembre, decidida el jueves último en la reunión del directorio del BCRA, complicará a muchas empresas para conseguir insumos o afrontar pagos con el exterior. Las reservas que requiere mantener a raya el dólar, en todas sus versiones, no alcanzan para todo.

Pero controlar al dólar trae costos que se incluyen en la lista, cada vez más extensa, de cuestiones postergadas para después de las elecciones. La emisión monetaria, comprensible para aliviar el efecto de los meses más duros de la cuarentena, ya trajo su factura. El Banco Central destinó $100.000 millones en junio para cubrir los intereses de las Leliq y los pases, es decir, para retirar los pesos del mercado. Y ningún analista espera que el segundo semestre tenga cierta prudencia fiscal que tuvo el primero. Las presiones para gastar serán cada vez más fuertes a medida que el gobierno negocie las listas de candidatos en cada provincia y cada municipio. Y esos pesos deberán ser absorbidos, con mayores costos para el BCRA. Otra cuenta para después de las elecciones.

El anuncio del Club de París postergó el fantasma de un default inmediato, pero estuvo lejos de traer certidumbre sobre qué compromisos internacionales tendrá la Argentina en el mediano plazo. “Lo que se cerró no fue la cuestión de la deuda, que tendrá que seguir negociándose para evitar otro aplazamiento en marzo de 2022, sino buena parte de la discusión hacia adentro del gobierno. Ya no hay discusión acerca de cómo se utilizan los dólares: cancelar deuda o aumentar el gasto”, apuntó un informe de la consultora LCG.

Además, el informe destaca un aspecto interesante: el ordenamiento no salió de un plan del gobierno ni de una negociación, sino que “obedeció a las exigencia de los acreedores”. El cronograma de pago de los USD 430 millones al Club de Paris está en línea con los desembolsos que Argentina tiene que realizar a China, en atención a los reclamos de Japón por privilegiar los pagos a ese país.

En la semana de aceleración de la crisis, Guzmán pudo anunciar el “entendimiento” con el club de París horas antes un día antes de la decisión de MSCI. Lo hizo sin mayores precisiones y con una disciplina política impensada: para explicar cómo se había desarrollado el acuerdo, nombró a Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa y Máximo Kirchner. Tal vez todavía esté digiriendo el fallido pedido de renuncia del subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, respaldado por el Instituto Patria. Ese traspié lo dejó marcado en términos políticos y lleva por detrás otra gran postergación: las tarifas de los servicios públicos. El esquema de aumentos –y con ello, los subsidios– estará muy lejos de lo que aspiraba el ministro en el Presupuesto. Más emisión para absorber el año que viene.

Mientras repite como un mantra su afán por “tranquilizar la economía”, la estrategia principal de Guzmán sigue siendo postergar. Celebra que la inflación se haya reducido entre marzo (4,8%) y mayo (3,3%), aun cuando esos elevados niveles del Índice de Precios al Consumidor demoren la mejora de cualquier indicador social para millones de argentinos. La segunda mitad del año encontrará a los gremios cercanos al gobierno (camioneros, bancarios, legislativos y otros) con paritarias superiores al 40% mientras la inflación impactará en los ingresos de los informales y los desocupados.

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