Lo que sucedió cuando esta provincia italiana invirtió en procrear más bebés

Los alrededores de Bolzano cuentan con una extensa red de ayudas familiares proporcionadas por el gobierno. Eso significa una tasa de natalidad estable en un país que se enfrenta a una caída demográfica

Compartir
Compartir articulo
Stefano Baldo de compras en el supermercado local con sus hijos Ruben y Gioele en Bolzano, Italia, este mes. (Davide Monteleone/The New York Times)
Stefano Baldo de compras en el supermercado local con sus hijos Ruben y Gioele en Bolzano, Italia, este mes. (Davide Monteleone/The New York Times)

En un edificio municipal en el corazón de la ciudad alpina de Bolzano, Stefano Baldo salió temprano del trabajo para su descanso de lactancia.

“Es obvio que yo no amamanto”, dijo Baldo, administrador de transportes de 38 años, en su despacho decorado con fotos de su mujer y sus seis hijos. Pero con su mujer en casa con un recién nacido, uno de los padres tenía derecho por ley a tomarse ese tiempo, y él necesitaba recoger a los niños. “Es muy conveniente”.

En Italia, que tiene una de las tasas de natalidad más bajas de Europa y donde la primera ministra, Giorgia Meloni, y el papa Francisco han advertido que los italianos corren peligro de desaparecer, cada vez más las casas llenas de niños se convierten en algo del pasado. Sin embargo, la región del Alto Adigio-Tirol del Sur y su capital, Bolzano, más que ninguna otra parte del país, han resistido la tendencia y se han convertido en un universo de procreación paralelo al de Italia, con una tasa de natalidad que se ha mantenido estable durante décadas.

La razón, según los expertos, es que el gobierno provincial ha desarrollado con el tiempo una tupida red de prestaciones favorables a la familia, que van mucho más allá de las bonificaciones únicas por nacimiento que ofrece el gobierno nacional.

Los padres disfrutan de descuentos en guarderías, productos para bebés, comestibles, atención sanitaria, pagos de electricidad, transporte, actividades extraescolares y campamentos de verano. La provincia complementa las asignaciones nacionales para la infancia con cientos de euros más por niño y se jacta de sus programas de guardería, incluido uno que certifica a los educadores para que conviertan sus apartamentos en guarderías pequeñas.

Todo ello, dicen los expertos, ayuda a liberar a las mujeres para que trabajen, lo que es vital para la economía. Como en Francia y algunos países escandinavos, también demuestra que una política de oferta de servicios de guardería asequibles tiene el poder de alejar a Italia del inminente precipicio demográfico a medida que desciende la natalidad.

La familia Baldo en el parque frente a su apartamento en Bolzano. (Davide Monteleone/The New York Times)
La familia Baldo en el parque frente a su apartamento en Bolzano. (Davide Monteleone/The New York Times)

“Si no invertimos dinero en las familias, no hay futuro para ninguno de nosotros. La familia es un proyecto a largo plazo, así que las políticas también tienen que ser a largo plazo”, afirmó Waltraud Deeg, ex consejera provincial y artífice de algunas de estas políticas familiares.

Ese planteamiento no solo distingue a la zona de Bolzano, sino que también se diferencia del resto de Italia en otros aspectos importantes que quizás hagan que su ejemplo sea difícil de imitar.

Durante buena parte de su historia, la zona del Alto Adigio perteneció a los distintos imperios de Austria, que la llamó Tirol del Sur, hasta que Italia la anexionó a principios del siglo XX. Esta área conserva cierta independencia sobre sus impuestos y decisiones financieras, y culturalmente puede parecer otro mundo, más austriaco que el resto de Italia. La mayoría de la gente sigue hablando alemán y es más probable que coma “dumplings” que un plato de pasta.

También es la zona de Italia con mayor ingreso por habitante, según el ISTAT, la agencia estadística del país.

Fuera de su oficina, Baldo pasó junto a una corona azul que marcaba la llegada del primer nieto de un compañero de trabajo y salió del edificio por un vestíbulo lleno de folletos que anunciaban mochilas de “Bienvenido bebé” llenas de consejos para padres primerizos y libros ilustrados.

Baldo se montó en su motoneta y llegó a la guardería para recoger a sus hijos de 5 y 4 años. “Ah, ¿los quieres a los dos?”, bromeó la maestra de preescolar. “Pero déjame esconder uno bajo mi delantal”.

Los niños se amarraron sus mochilas de “Bienvenido bebé” expedidas por Bolzano y cruzaron la calle con su padre para recoger a su hermano pequeño en otra guardería para niños más pequeños. Luego, los cuatro cruzaron la calle hasta su apartamento de renta fija, donde la esposa de Baldo, Tiziana Balzamá, de 39 años, los recibió con un bebé en brazos.

Stefano Baldo bañando a Rubén, de 2 años, antes de acostarse. (Davide Monteleone/The New York Times)
Stefano Baldo bañando a Rubén, de 2 años, antes de acostarse. (Davide Monteleone/The New York Times)

Los expertos afirman que el compromiso financiero sostenido y seguro de la provincia con las familias importa más que las bonificaciones a corto plazo para bebés que los inestables gobiernos nacionales de Italia han apoyado durante décadas.

“La diferencia es que hay una inversión constante, a lo largo de los años, no como la mayoría de las políticas nacionales que son únicas. Nadie planea tener hijos basándose en políticas de carácter único”, explicó Agnese Vitali, demógrafa de la Universidad de Trento.

La familia Baldo dijo que el apoyo de la provincia era sumamente importante para ellos. Mientras un pastel crecía en el horno, Rubén, de 2 años, tocaba una canción infantil, mientras sus hermanos Beniamino, de 5, y Gioele, de 4, mostraban las verduras de plástico de su cocina de juegos. Sus padres, sentados junto a una caja registradora de juguete, explican que, como todos los padres de la provincia, reciben 200 euros al mes por cada uno de sus seis hijos hasta que cumplen 3 años.

Además del cheque mensual de 1900 euros (unos 2000 dólares) que recibían del gobierno nacional por sus hijos.

Su tarjeta Familia +, disponible para todas las familias con tres o más hijos, les daba derecho a un 20 por ciento de descuento en muchos víveres de la ciudad y estaba vinculada al supermercado local Despar para obtener descuentos adicionales. Balzamá dijo que también aprovechaba el ahorro en el transporte público.

Cuando empezaron a concederse las ayudas a las familias en los años 80, la provincia también importó de Alemania del Este la idea del sistema de guarderías Tagesmutter. Los italianos lo llaman Casa Bimbo. En este sistema, la provincia certifica, registra y apoya a maestros locales que convierten sus casas en guarderías. Es especialmente popular en las zonas rurales.

La familia Baldo en casa. De izquierda a derecha, Raffaele, su abuela, la señora Canali en la alfombra con Giona y Gioele, y la señora Balzamá. (Davide Monteleone/The New York Times)
La familia Baldo en casa. De izquierda a derecha, Raffaele, su abuela, la señora Canali en la alfombra con Giona y Gioele, y la señora Balzamá. (Davide Monteleone/The New York Times)

A las cuatro de la tarde, Baldo salió con prisa en su camioneta blanca a recoger a sus otros dos hijos de la escuela. Dijo que había encargado una nueva, con nueve asientos, y que algo más grande requeriría una licencia especial.

Saludó a los jubilados voluntarios con chalecos verde fluorescente que eran lo que la provincia llamaba “abuelos policías de tráfico”. Además de actuar como guardias de cruce, explicó, también acompañan a los niños a la escuela por la mañana en un programa llamado “el autobús andante”.

Stefano Baldo recogiendo a Gioele y Beniamino del colegio. Dice que su fe católica y su afecto por el caos de las familias numerosas les motivaron a él y a su mujer a tener hijos. (Davide Monteleone/The New York Times)
Stefano Baldo recogiendo a Gioele y Beniamino del colegio. Dice que su fe católica y su afecto por el caos de las familias numerosas les motivaron a él y a su mujer a tener hijos. (Davide Monteleone/The New York Times)

Los hijos mayores de Baldo —Raffaele, de 10 años, y Elia, de 8 — se amontonaron en la camioneta y todos regresaron a casa. Su abuela Renata Canali, de 71 años, había pasado por allí y exigió a su nuera: “Dame a mi nieto”.

“Ciao, ciao, ciao”, le dijo al bebé, Giona, de 6 meses. “Es tan hermoso como el sol”. Algunos de los niños dibujaban o bailaban, mientras los demás se preparaban para la cena, el baño o el entrenamiento de fútbol.

“Muchos de nuestros amigos tienen uno o dos hijos porque quieren vivir su vida. Pero aquí, si quisieran, tienen ayuda. Tenemos un amigo en Roma que tiene cuatro hijos. Pagan un montón por ayuda”, comentó Balzamá.

© The New York Times 2024