
México es uno de los pocos países en los que la gente aprende a leer la tierra para encontrar a sus familias, pues en un país que se acerca a las 100 mil personas desaparecidas y no localizadas registradas oficialmente, la necesidad de buscar “hasta debajo de las piedras” deja de usarse en sentido figurado.
La cifra resguarda entre números los nombres de madres, padres, hermanos, hijas, e hijos que dejaron una silla vacía. A partir de la ausencia han aparecido diversos colectivos. Este es el caso de las Madres Buscadoras de Sonora. En dicha entidad hay más de 6 mil personas desaparecidas, de acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda.
PERSONAS DESAPARECIDAS Y NO LOCALIZADAS POR AÑO PERIODO DEL 31/03/2006 AL 31/03/2022
El último abrazo
-¡Tírense al suelo! ¡Tírense al suelo!, escuchó Cecilia, quien se negó a obedecer la orden.
Eran alrededor de las 11:30 de la mañana en Puerto Peñasco, Sonora, cuando miebros del Grupo Madres Buscadoras de Sonora y un colectivo estadounidense fueron interceptados por hombres armados, quienes les apuntaron desde sus camionetas.
Cecila Flores, madre de dos hijos desaparecidos y presidenta del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, narra que aquello sucedió un 2 de noviembre del 2020. Ella y sus acompañantes tenían programada una brigada de búsqueda con un colectivo de Estados Unidos, el propósito: enseñarles a buscar cuerpos bajo tierra, porque no sabían cómo, ellos solo buscaban en la superficie.
Fue por ello que desde el primero de noviembre comenzaron la labor; sin embargo ese día, tras una jornada en campo no hallaron nada, por lo que Ceci decidió llevarlos a otro lugar que ya tenían localizado: Puerto Peñasco, un lugar donde fueron encontrados 54 cuerpos en tres días.
Para acudir a la jornada, la líder de la organización solicitó el apoyo de los elementos de protección a la Fiscalía sonorense, quienes a su vez le pidieron su nombre y el de sus compañeros. Una vez en el lugar, llegó un elemento de seguridad, quien tenía el propósito de proteger la zona mientras se realizaban las labores de búsqueda.

Unos minutos después, ese mismo oficial se retiró, la razón, según comentó: a un compañero se le había ponchado una llanta, volvería después de que lo solucionara. Tras su partida, continuaron sus actividades, iban en la décima fosa cuando se presentó un grupo de hombres en dos camionetas, llevaban armas largas en mano y les estaban apuntando.
De acuerdo con la madre de dos hijos desaparecidos, el hombre que la amenazaba comenzó a interrogarla.
“Me comenzó a cuestionar, como lo hacen las autoridades, ´Por qué los buscas, quién te paga, quién te manda, quién te trae, por qué viniste´”. Le preguntaron por qué “sacaba a la escoria de la sociedad”.
“Los que están aquí se lo merecían, me dijo, entonces yo le contesté que nadie de los que estaban ahí se merecía eso, nadie, por más malo que sea, ni tú, qué te dedicas a matar y enterrar gente te lo mereces, porque no son Dios para decidir eso.”
La mujer le contó que ella buscaba a dos de sus hijos, a un inocente y a un culpable, “pero a los dos los busco porque los amo”, aun con ello, el hombre seguía cuestionando el porqué sacaban a quienes estaban enterrados.
La desaparición de sus hijos
Fue un 30 de octubre de 2015 que su primer hijo desapareció, en los Mochis, Sinaloa. Así comenzó su camino, han pasado siete años y Ceci no tiene ningún rastro de su hijo, ningún indició.
Sin embargo no fue hasta la desaparición de Marco Antonio un 4 de mayo del 2019 en Bahía de Equino, Sonora que la madre comenzó con el Colectivo. Ese día fue en el que los sicarios se llevaron llevaron a Marco Antonio y a su hijo menor, Jesús Adrián.
En ese momento, Ceci salió a buscarlos al monte, como pudo, esperando a que llegaran los sicarios que se los habían llevado para que la mataran, porque era lo que deseaba: morir. Tras días de búsqueda, un 9 de mayo recibió una llamada. Era una persona que le aseguró que le iba a entregar su regalo del día de las madres.
La citaron en un monte luego de hablar con sus hijos; para ese punto ya no sabía qué creer, pensó que era una extorsión.
“Lo pensé porque con (la desaparición de) Alejandro me habían quitado todo lo que no tenía”. A las 12 de la noche le llamaron. “Me citan en un monte que creo que solamente una madre loca de dolor y muerta en vida como yo podría haber ido, y cuando yo llegué a ese lugar encontré a mi hijo menor, estaba vivo, estaba muy golpeado, muy lastimado pero mi hijo estaba vivo”.
Lo abrazó, se lo llevó a su casa, durante todo el camino le preguntó por su hermano. “Me dijo, `mamá, creo que mi hermano nunca va a volver, me dijeron que no lo buscáramos porque nunca lo íbamos a encontrar´”.
Por eso aquel 2 de noviembre de 2020, frente a los hombres armados, en medio de un lugar lleno de fosas clandestina, le dijo a quién le apuntaba: “Si me matas nada más matas mi cuerpo, porque el alma la tengo muerta desde hace mucho”. Desde ese día en que se llevaron a sus hijos, ella también perdió a su familia, su matrimonio, incluso su propia casa, porque ya no volvió a ser la misma.
PERSONAS DESAPARECIDAS, NO LOCALIZADAS Y LOCALIZADAS POR ENTIDAD FEDERATIVA
El papel del Estado, su labor y omisión
Ese 2 de noviembre de 2020, quien la amenazaba le dijo que se fuera a buscar a otro lado, porque “lo que estaba sacando estaba alborotando a la gente”.
“Yo cómo te voy a calentar el terreno mijito, sí yo lo único que traigo son palas y picos, le dije” luego de lo que Cecy le parecieron horas, dijo que logró sensibilizar al sujeto que iba por ella. “Me dijo váyase, y no regrese, ya no la quiero ver por acá“.
“Entonces yo me di cuenta saliendo de ahí que ese era un ataque por parte del Gobierno, no por parte del cártel porque al cártel qué le importa lo que nosotros hacemos, si ellos ya los mataron, qué les importa lo que hagamos nosotros”.
La presidenta del colectivo narró que luego de lo sucedido, puso una denuncia directamente a la Fiscalía en contra de la persona que se había retirado porque a su compañero se le había ponchado una llanta. “Porque ellos habían sido los que me habían pedido mis datos, y la gente armada llegó preguntando por mí, ¿cómo sabían que yo iba a ir ahí? los únicos que tenían la información eran los de la fiscalía”.
Actualmente, Cecilia vive desplazada de Sonora y cuenta con un botón de pánico. Como muchas otras madres y familiares, ha denunciado la falta de recursos, la “apatía de las autoridades y su burocracia”.
Tiene información de quienes podrían ser los responsables de las amenazas que ha recibido desde que comenzó con las labores de búsqueda, aún con ello, acusa que la fiscalía no ha atendido la denuncia, pero ella seguirá buscando a sus hijos.
“Creo que merezco darle a mi hijo un último beso, un último te amo, creo que yo merezco darle su último adiós”, esta historia forma parte de uno de los familiares de las 98 mil 508 personas personas desaparecidas y no localizadas.
El 15 de abril de este año, la lideresa del colectivo localizó restos humanos en la Costa de Hermosillo, los indicios apuntaban a la posibilidad de que podrían pertenecer a uno de sus hijos: Marco Antonio.
Sin embargo, luego que la fiscalía determinara que no existía compatibilidad genética. Previó a la negativa, Ceci aseguró “A mi solamente me queda esperar que en realidad sea mi hijo con las pruebas genéticas y si no, pues igual, es uno de los miles de hijos que yo busco en todo el país”.
Entrevista con Infobae México.
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