
Desayuna como rey, come como príncipe y cena como mendigo, dice un famoso dicho popular. La primera comida del día es considerada como la más importante, por lo que tiene que ser abundante y balanceada para poder arrancar desde la mañana con toda la energía necesaria. Y en México esa tradición no siempre ha sido así.
El siglo XIX fue uno de los más convulsos en la historia del país puesto que se caracterizó por su turbulencia social y política que desembocó en diferentes enfrentamientos armados.
El país no tuvo tiempo para tomarse un respiro después de la guerra de Independencia, pues fueron continuos levantamientos en contra de las personas al frente del poder, las rebeliones texanas, después las intervenciones extranjeras (Guerra de los Pasteles y la guerra con Estados Unidos), para después pasar a la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa.
A pesar de ello la riqueza de muchos se mantuvo porque en realidad varias de las esferas y dinámicas de poder del virreinato se mantuvieron debido a los esfuerzos de los reaccionarios y diversas élites por mantenerlos así. Por lo que no se alteró su estilo de vida (ni el de los pobres) y por lo tanto tampoco su alimentación (tampoco la de los estratos bajos).

El chocolate era parte esencial del alimento de los mexicanos que no solo era consumido durante el desayuno, sino en todas las comidas que le sucedían y entre ellas pues las fábricas de este producto abundaron durante inicios de los 1800. Era realizado con agua o con leche dependiendo del gusto de la persona. Lo que sí no incorporaban mucho era el chile.
El chocolate caliente se acompañaba con pan dulce y un cigarro, de ser necesario. Los más devotos partían a la misa de la mañana y entre las ocho o nueve servían su comida que consistía en un poco de carne asada y un guisado o huevos y frijoles negros. Tras varias actividades almorzaban frutas, pastel y un pequeño pedazo de vino o licor.
De igual forma se desayunaba bien un chocolate o un café -con agua, como era costumbre en México, o con leche, como era costumbre en Europa- acompañado con molletes o tostadas con mantequilla y azúcar, precursoras del pan dulce, infaltable en la dieta mexicana actual.

Claro que este tipo de alimentación correspondía a los mexicanos de mayor poder adquisitivo, mientras que los indígenas, mestizos y de menor categoría social desayunaban en su mayoría tamales de masa de maíz cocida rellenos con carne de cerdo, pimientos cocidos; de dulce; de camarones, o pescado acompañado con atole en los puestos que se establecían en la calles de la Plaza Mayor, hoy conocida como Zócalo.
Las demás comidas estaban compuestas por carnes potaje o caldo, que puede traducirse en un consomé; sopa con arroz, pan a la parrilla o pasta hervida en agua y recubierta de manteca de cerdo. La manteca era muy usada en distintas comidas, razón por la que varios criticaban la comida mexicana pues se usaba para los platillos con masa de maíz y postres. Las carnes eran abundantes y eran consumidas con pan o con tortillas muchas veces en lugar de plato.
También una olla compuesta de carne de res o de carnero hervida con algunas legumbres, o la clásica olla podrida: carne de res o carnero con gallina, carne de puerco, todo esto hervido junto en una vasija con cebollas y otros vegetales culinarios sazonado con una salsa hecha de tomates, cebollas y vinagre. De igual forma abundaban las aves cocinadas de diversas formas. Pero siempre con la presencia del chile.
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