Horas antes de que el presidente Donald Trump anunciara que cancelaba la cumbre con el dictador Kim Jong-un, Corea del Norte había dispuesto la destrucción total de uno de sus sitios de pruebas nucleares. Lo hizo a su manera: permitiendo a fotógrafos y periodistas presenciar el momento, pero sin veedores internacionales que certificaran lo ocurrido.
El sitio de pruebas nucleares, desde donde se pretendió aterrorizar al mundo, está ubicado en el condado de Kilju y fue uno de los lugares más observados por los satélites de Estados Unidos y Corea del Sur durante los últimos meses.
Durante el operativo para demoler definitivamente el lugar, un militar explicó a los periodistas los procesos que se llevarían adelante en las diferentes áreas del conjunto de edificios, subterráneos, que lo componían. Allí, Corea del Norte realizó sus seis últimos testeos atómicos. El más reciente de ellos -septiembre de 2017- produjo un seísmo posterior de 6.3 grados en la escala de Richter.
"Subimos una montaña y observamos la detonación a 500 metros. Ellos contaron 'tres, dos, uno…'. Hubo una gran explosión, se pudo sentir. El polvo llegó, el calor. Fue extremadamente fuerte", señaló el reportero Tom Cheshire de la cadena de noticias Sky News.
Los periodistas presentes reportaron explosiones en tres túneles de la estructura subterránea, así como en torres de observación en los alrededores. No se registró si el líder supremo Kim Jong-un estuvo presente en el evento.
Tras las explosiones y cuando el polvo se asentó y no hubo peligro para los reporteros ni los militares que custodiaban la base, se permitió un recorrido sobre las ruinas que habían quedado desplegadas por todo el lugar.
Pese a que la destrucción del sitio de pruebas es un "gran gesto", de acuerdo a la diplomacia norcoreana, eso no implicará que se fuera a desmantelar por completo el arsenal nuclear que tiene la dictadura.
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