Quito, 8 may (EFE).- El paradisíaco archipiélago de las Islas Galápagos (Ecuador), hogar de criaturas únicas en el mundo y refugio prístino de biodiversidad, guarda entre su geografía volcánica una página poco conocida de la historia al haberse convertido en una pieza clave del tablero militar durante la II Guerra Mundial.
En 1942, cuando los ecos de la guerra llegaron al Pacífico, Estados Unidos vio en Baltra un enclave perfecto para proteger el acceso occidental del Canal de Panamá, e instaló una base militar, que permaneció -oficialmente- allí hasta 1946.
Así nació 'La Roca', el nombre con el que los soldados estadounidenses bautizaron a Baltra, donde se trazó una pista de aterrizaje y se construyeron barracas de madera que podían albergar a cientos de soldados y oficiales. Se estima que llegaron a haber al mismo tiempo 2.400 militares instalados allí.
Puesto que Baltra es una isla desértica, Estados Unidos construyó un acueducto desde la laguna El Junco, un cráter volcánico en la parte alta de la isla San Cristóbal, para abastecer de agua potable al regimiento.
También montó estaciones de radar en Punta Albemarle y Caleta Webb, en la isla Isabela, la más grande del archipiélago, y en el lado sur de isla Española, y ubicó nidos de ametralladora en la costa norte de isla Santa Cruz, recuerda la Fundación Charles Darwin.
Se construyeron tanques de combustible, con capacidad para 1,5 millones de galones, y estaciones de bombeo en Baltra que, a menos de 1.600 kilómetros de Panamá, era la ubicación idónea para anticipar cualquier escaramuza o posible invasión al Canal de Panamá, recoge el libro 'De 1832 a nuestros días', del Parque Nacional Galápagos (PNG).
Así es como Baltra terminó siendo "un gigantesco portaviones imposible de hundir, convirtiéndose en la mayor instalación militar y aeronaval del Pacífico sudeste" en la II Guerra Mundial, anota al recordar que, además entre los cambios propiciados por EE.UU., Baltra se convirtió en la primera isla en contar con servicio de energía eléctrica en el archipiélago, situado a unos mil kilómetros de las costas continentales de Ecuador.
La presencia militar cambió la dinámica de la isla. Mientras en otros rincones del archipiélago las tortugas seguían su lento peregrinar, los leones marinos descansaban en las playas y los piqueros danzaban libremente con sus patas azules, en Baltra se escuchaba el rugido de los motores de los equipos militares.
"Un cambio tan radical en el ecosistema perjudicó enormemente a las especies locales, a tal punto, que en es imposible determinarlo con exactitud, aún si existieron regulaciones que impedían lastimar a las especies locales", señala el texto avalado por el Parque Nacional Galápagos.
Con el fin de la guerra, la base militar fue desmantelada, pero su legado permaneció entre ruinas de estructuras militares que son ahora parte del paisaje que ven los turistas desde autobuses antes de llegar al canal donde abordan lanchas para adentrarse en el paradisíaco archipiélago, que ahora tiene al aeropuerto de Baltra como su principal puerta de entrada.
Baltra, donde se observa una gran cantidad de aves, incluyendo piqueros y fragatas, es una zona árida y su vegetación está dominada por arbustos salados, cactus de tuna y árboles de Palo Santo.
Las iguanas terrestres se extinguieron en Baltra en 1954 y, si bien a menudo se señala a los soldados estadounidenses como la causa de su desaparición, a inicios de la década de 1930, estudios indicaban que "ya se encontraban en mal estado", anota la organización Galápagos Conservancy.
La desaparición definitiva de las iguanas en Baltra se atribuye a una combinación de factores, como la destrucción del hábitat por cabras introducidas, la depredación por gatos y perros introducidos, y la destrucción adicional del hábitat causada por la construcción y el uso de la base aérea estadounidense, apunta.
En 1980, varias iguanas de Seymour Norte fueron trasladadas al centro de iguanas de Santa Cruz para su reproducción; en 1991, las primeras 35 crías de iguanas fueron reintroducidas en Baltra y para 1997, los científicos registraron 97 iguanas viviendo en Baltra, 13 de las cuales nacieron en la isla.
En una década más, 420 iguanas vivían y se reproducían en Baltra, y la población se considera actualmente saludable, al punto de que entre las señales de tránsito del lugar hay varias que alertan del "Cruce de iguanas" y es común verlas en media carretera tomando el sol solas o en grupos, ajenas a lo que ocurrió en el lugar tantos años atrás. EFE
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